No buscan el Referéndum

¿Por qué no pretenden celebrarlo? Porque saben que será imposible

El expresidente de la Generalitat, Artur Mas, durante la presentación del partido PDeCat.Marta Pérez (EFE)

Contra lo que parece, las fuerzas secesionistas catalanas no pretenden celebrar el referéndum sobre la independencia. No buscan con denuedo que tenga lugar.

Solo persiguen convocarlo, que inmediatamente se les prohíba (si es posible de forma espectacular), para enseguida adelantar elecciones bajo la presión sentimental de que se les ha impedido, se les prohíbe hacer lo que en Escocia, se recortan derechos a los ciudadanos. O sea, apelando al victimismo como método para conseguir la mayoría social (y consolidar su precaria e inestable mayoría parlamentaria) de la que carecen.

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Contra lo que parece, las fuerzas secesionistas catalanas no pretenden celebrar el referéndum sobre la independencia. No buscan con denuedo que tenga lugar.

Solo persiguen convocarlo, que inmediatamente se les prohíba (si es posible de forma espectacular), para enseguida adelantar elecciones bajo la presión sentimental de que se les ha impedido, se les prohíbe hacer lo que en Escocia, se recortan derechos a los ciudadanos. O sea, apelando al victimismo como método para conseguir la mayoría social (y consolidar su precaria e inestable mayoría parlamentaria) de la que carecen.

¿Por qué no pretenden celebrarlo? Porque saben que será imposible. Lo saben todos y cada uno de los dirigentes, y todos lo reconocen en privado. Será imposible celebrarlo simplemente porque esta vez el Gobierno no cederá a la mezcla de engaño, seducción y audacia que el equipo de Artur Mas aplicó el 9-N de 2014. Mariano Rajoy es un gato escaldado por la astucia del Astut.

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Además, el referéndum resulta hoy mismo imposible porque supondría no ya una rectificación, sino una marcha atrás de 180 grados en la estrategia del PP sobre la cuestión catalana; porque carece de mayoría favorable en el Congreso; porque el nacionalismo español se nutre del rechazo al nacionalismo catalán, y porque no hay ejemplos continentales, de Alemania a Francia, pasando por Italia, de una votación así.

De modo que Esquerra y la ex-Convergència apuestan sobre seguro. Y quizá acierten en el cálculo de los réditos que pudieran extraer de una prohibición teatralizada, de una aplicación estentórea del artículo 155, de una buena foto en la portada de la prensa internacional con la retirada de urnas, aunque hubiesen sido colocadas ilegalmente.

Además de esa gozosa expectativa, el secesionismo apuesta por el referéndum —pese a haberlo decretado pantalla pasada tras las fallidas plebiscitarias del 27-S de 2015— porque es lo único que le mantiene unido. Porque una mayoría de catalanes aseguran que les gustaría una votación de ese tipo: no se les suele preguntar si preferirían un referéndum sobre la alternativa de una autonomía plus. Porque la opción de una declaración unilateral de independencia es un dislate mayor. Y porque es su única baza presentable en Europa. Pero saben que no lo celebrarán.

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