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Orgullosas de lo que son, aunque las discriminen por ello

Mujeres indígenas guatemaltecas relatan sus historias de discriminación, maltrato y violencia

Mariela Mujún, de 40 años, tiene cinco hijos y lleva más de 20 años casada con su esposo. Mariela ha sido víctima de violencia de género y agresiones por parte de su esposo durante varios años.
María Vicenta, tiene 64 años y vive en San Jorge de la Laguna. Durante los años del genocidio guatemalteco, ella y su familia se trasladaron a la Ciudad de Guatemala para huir de la limpieza étnica. Ahora es ciega y depende de los cuidados de su hija para comer y vivir en su casa.
María, de 74 años, también fue víctima del conflicto armado. "Mi cuñado se escondía en el monte junto a otros compañeros para evitar ser arrestados en las batidas del ejército. Una noche, nunca volvió".
Elvira Carolina Pérez Cúmez tiene 35 años y es activista en defensa de los derechos de la mujer indígena. Durante su etapa en un colegio de Quetzaltenango, uno de sus compañero la discriminó y humilló públicamente por su identidad indígena tachándola de 'india'.
Ana Paula, de 39 años, es madre de siete hijos en el municipio de San Catarina Palopó. Vive con todos en una casa insalubre en los altos del pueblo rodeada de basuras, perros y gallinas. Su marido era alcohólico, la abandonó por otra mujer y no aporta ayuda a la familia.
Santa, de 23 años, vive en la comunidad de San Antonio Palopó. Se quedó embarazada involuntariamente a los 18 de su primera y única hija. No conocía ni tenía acceso a métodos anticonceptivos. Por las críticas de la gente del pueblo y de la familia de su pareja, se casó con su marido.
Lilian Karina Xinico, de 33 años, es originaria de la comunidad de Chipiacul en Patzún, Chimaltenango. Es la segunda de cuatro hermanas y proviene de una familia que se dedicaba a la agricultura. Afirma que ser mujer la marcó desde pequeña, en la actualidad sufre discriminación cada que vez que va a la capital cuando sube a los autobuses, entra a un restaurante o en los días de universidad.
Encarnación Mendoza Quic tiene 46 años y vive en la Comunidad de San Juan La Laguna, Sololá. Es madre de cinco hijos, dos de ellos con síndrome de Down y el último de ellos acaba de perder la vista. Tiene su propia tienda de textiles y recuerdos que vende a los turistas que visitan el pueblo. Huérfana de madre y procedente de una familia de bajos recursos, acarrea sin ayuda la carga de dos hijos enfermos y el estigma de ser mujer indígena.
Nicolasa, de 34 años, es indígena perteneciente a la etnia kaqchikel. Nunca pasó de tercero de primaria. Quiso seguir estudiando, pero su padre y su madre no lo consideraron oportuno por sus responsabilidades como mujer.