Columna

Gobierno

Ha sido un parto fulminante tras una larga, trabajosa gestación

La ministra de Defensa, Maria Dolores de Cospedal, promete su cargo ante el Rey.Ángel Díaz (EFE)

Bueno, pues ya está. Ha sido un parto fulminante tras una larga, trabajosa gestación. La criatura es robusta, hasta obesa, y de expresión más viejuna que madura, pero su alumbramiento representará un alivio inmenso para toda esa gente que no dormía por la preocupación de que los españoles lleváramos tanto tiempo sin Gobierno. Sería injusto decir que la única novedad es su nacimiento, que la elección de Rajoy no apareja sorpresas. Yo encuentro varias, la más relevante, sin duda, la elevación al Ministerio de Defensa, nada menos, de la secretaria general del que compite por el título de partido ...

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Bueno, pues ya está. Ha sido un parto fulminante tras una larga, trabajosa gestación. La criatura es robusta, hasta obesa, y de expresión más viejuna que madura, pero su alumbramiento representará un alivio inmenso para toda esa gente que no dormía por la preocupación de que los españoles lleváramos tanto tiempo sin Gobierno. Sería injusto decir que la única novedad es su nacimiento, que la elección de Rajoy no apareja sorpresas. Yo encuentro varias, la más relevante, sin duda, la elevación al Ministerio de Defensa, nada menos, de la secretaria general del que compite por el título de partido político más corrupto de Occidente. Cospedal no está embarazada pero, si lo estuviera, podría pasar revista a las tropas sin temer ninguna portada injuriosa, como las que la prensa de la caverna le dedicó a la ministra Chacón. Como está acostumbrada a llevar mantilla, su imagen armonizará muy bien, además, con todas esas advocaciones de la Generalísima Virgen María condecoradas por el ministro del Interior saliente, pero es difícil concebir una decisión más discordante que su nombramiento con el espíritu de las 150 medidas de las que Ciudadanos alardeaba hasta ayer. Los nuevos aires, el nuevo clima, la nueva atmósfera que Rivera presuponía, apenas van a concretarse en las lluvias que por fin han acabado con un verano tan agotador como la investidura. Los que querían a Rajoy de presidente, se han salido con la suya, y no pueden alegar que desconocían que la apuesta que han ganado era doble o nada sin hacer un ridículo tan abultado como el premio obtenido. La indemnización en diferido y los discos duros destrozados a martillazos, no suponen el ostracismo, sino un ministerio de los gordos. Resumiendo, que empezamos bien.

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