Editorial

Negociación incierta

Las conversaciones entre Maduro y la oposición venezolana no pueden ser utilizadas por el chavismo para retrasar la liberación de presos y el referéndum revocatorio

Lilian Tintori ondea una bandera venezolana durante una manifestación contra Maduro el 26 de octubre.RONALDO SCHEMIDT (AFP)

La apertura de negociaciones entre la oposición venezolana y el presidente, Nicolás Maduro, con la mediación del Vaticano para tratar de desbloquear la peligrosa situación institucional y económica que atraviesa el país sudamericano es, sin duda, una muy buena noticia. Y en este sentido hay que alabar además el gesto de buena voluntad de la oposición de posponer la que sin duda iba a ser una multitudinaria marcha prevista para hoy en Caracas contra el régimen chavista y el aplazamiento por parte de la Asamblea Nacional de la discusión sobre un juicio político contra Maduro.

Sin embargo,...

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La apertura de negociaciones entre la oposición venezolana y el presidente, Nicolás Maduro, con la mediación del Vaticano para tratar de desbloquear la peligrosa situación institucional y económica que atraviesa el país sudamericano es, sin duda, una muy buena noticia. Y en este sentido hay que alabar además el gesto de buena voluntad de la oposición de posponer la que sin duda iba a ser una multitudinaria marcha prevista para hoy en Caracas contra el régimen chavista y el aplazamiento por parte de la Asamblea Nacional de la discusión sobre un juicio político contra Maduro.

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Sin embargo, sería imprudente e ingenuo echar las campanas al vuelo e interpretar este freno momentáneo en el aumento de la tensión como un signo de que el problema está encarrilado. Al contrario. Existe el riesgo de que el chavismo utilice estas conversaciones como una táctica dilatoria que le permita ganar tiempo en el poder a pesar de la erosión irrecuperable de popularidad que sufre. Además, conviene tener muy claro que los presos políticos no son cartas intercambiables en una negociación: su liberación, la de todos ellos, no de un puñado, así como el respeto a los derechos humanos, no es una concesión que el régimen pueda administrar a su conveniencia sino una exigencia de la oposición absolutamente legítima, irrenunciable y previa a cualquier paso que se dé.

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Lo mismo es aplicable sobre el respeto a la ley al que están obligados Maduro y los suyos. Ese respeto pasa necesariamente por el debido reconocimiento a la Asamblea Nacional y permitir la celebración del referéndum revocatorio.

Los demócratas lo son porque respetan la pluralidad y la disidencia, por tanto es bueno —e inevitable— que existan visiones diferentes sobre cómo restaurar la democracia en Venezuela. Es la falta de voluntad del chavismo, y no las diferencias entre los partidos de la oposición, la que representa el principal problema.

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