La ‘robotasa’

Tarde o temprano habra que debatir sobre el efecto de la robótica sobre el mercado de trabajo y las pensiones

Lineal de robots trabajando en la fabricación del coche eléctrico Model S en planta de los automóviles Tesla en Fremont, California, Estados Unidos. WINNI WINTERMEYER / GETTY IMAGES

El secretario general de UGT, José María Álvarez, ha planteado una cuestión esencial. Puede que su idea concreta de que los robots coticen a la Seguridad Social —la robotasa— sea inviable, pero cuando amainen la irritación y el humorismo tendremos que sentarnos todos a debatir, y bien a fondo, sobre el efecto de la robótica y la inteligencia artificial sobre el mercado de trabajo y la financiación de las pensiones, que no va a hacer más que intensificarse en los próximos años y décadas. Las cifras bailan de un estudio a otro (bailan nada menos que del 12% al 55% del empleo actual en r...

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El secretario general de UGT, José María Álvarez, ha planteado una cuestión esencial. Puede que su idea concreta de que los robots coticen a la Seguridad Social —la robotasa— sea inviable, pero cuando amainen la irritación y el humorismo tendremos que sentarnos todos a debatir, y bien a fondo, sobre el efecto de la robótica y la inteligencia artificial sobre el mercado de trabajo y la financiación de las pensiones, que no va a hacer más que intensificarse en los próximos años y décadas. Las cifras bailan de un estudio a otro (bailan nada menos que del 12% al 55% del empleo actual en riesgo), pero nadie duda de que buena parte de los puestos menos cualificados van a perderse de manera paulatina, ni de que las ya asfixiadas arcas de la Seguridad Social se van a ver mermadas en proporción.

El investigador Florentino Felgueroso, de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), admitía el lunes en este periódico que es importante abrir el debate, aunque rechazaba la propuesta concreta de la robotasa con el razonamiento de que “cotizar genera derechos”. Este argumento llamó con fuerza mi atención. Recordé de inmediato una entrevista que hice hace tiempo al filósofo ético Peter Singer, una autoridad moral de gran prestigio. Singer es conocido sobre todo por su defensa de los derechos de los grandes monos, como chimpancés, gorilas y orangutanes, y cuando le pregunté por los ordenadores respondió con entereza: “Cuando un ordenador sea inteligente deberá tener derechos humanos”. Eso nos dio un buen titular, y también mucho que pensar.

Por supuesto, los robots y ordenadores actuales están muy lejos del tipo de inteligencia al que se refería Singer. Pero no hay ningún problema de principio para que ese día acabe llegando. Más bien hay un montón de razones para esperarlo, y tal vez para temerlo. Una preocupación básica de los científicos de la computación es el uso militar de los sistemas inteligentes, porque la tecnología actual ya permite, o poco le falta, construir drones que decidan por su cuenta a quién bombardear, o robots capaces de registrar una ciudad sitiada en busca de células resistentes, o lo que él decida que lo son.

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Que un robot pueda tener derechos —y por tanto deberes— no es tan absurdo como pueda parecer. Al final, el tratamiento que hagamos de estos asuntos dependerá menos de los grandes principios filosóficos que de la gestión de los detalles, menos de la inteligencia artificial que de la inteligencia política. Si la robotasa se demuestra inviable, sentémonos a debatir otras opciones. Entretanto, bien por Álvarez.

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