LA PUNTA DE LA LENGUA

El termómetro verbal del PSOE

Algunas palabras sirven para medir los cambios de temperatura en los conflictos internos de un partido

El secretario general de la FSA y jefe del Ejecutivo asturiano, Javier Fernández.Zipi (EFE)

Algunas palabras funcionan como termómetros. Por ejemplo, las usadas por los propios socialistas para nombrar sus grupos internos.

El primer vocablo que un día remoto denotó tales diferencias fue “sector”, y se empezó a usar al final del franquismo. El PSOE constaba de un “sector histórico” (encabezado por Rodolfo Llopis desde el exilio) y de un “sector renovador” (identificado desde el interior con Felipe González). Salió victorioso este último, con la ayuda del poder de seducción de la propi...

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Algunas palabras funcionan como termómetros. Por ejemplo, las usadas por los propios socialistas para nombrar sus grupos internos.

El primer vocablo que un día remoto denotó tales diferencias fue “sector”, y se empezó a usar al final del franquismo. El PSOE constaba de un “sector histórico” (encabezado por Rodolfo Llopis desde el exilio) y de un “sector renovador” (identificado desde el interior con Felipe González). Salió victorioso este último, con la ayuda del poder de seducción de la propia palabra “renovador”.

Pero quien se halla en un sector se halla también en el todo (“un sector de la opinión pública”, “el sector Este de la ciudad”…), y por tanto ahí no cabía inferir mayor quiebra.

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Pasó cierto tiempo hasta que los integrantes del partido empezaron a hablar de sus “corrientes”. “La corriente Izquierda Socialista” (formada a finales de los setenta) reunía a militantes y dirigentes críticos respecto de la “corriente felipista”. Pero la metáfora “corriente” no iba más allá de señalar ciertas diferencias de velocidad dentro del mismo río.

El sustantivo “sector” y el adjetivo “renovador” reaparecerían en el partido, ya renovado, para definir a quienes competían con otro grupo llamado también “sector”: el guerrista (afines a Alfonso Guerra). Incluso existió el sector de “los renovadores por la base”.

En algunos de estos casos se citaban también las distintas “familias”, un sustantivo más separador. El “sector” y la “corriente” no se conciben sin el conjunto y sin el cauce, pero la familia sí se concibe por sí misma.

Todos estos términos debieron de parecerles melifluos a algunos comentaristas, que subieron la temperatura al hablar de las “tendencias” en el partido. Lógico: de “tendencia” sale el adjetivo “tendencioso”, que da mucho juego; pero de “corriente” no sale “corrientoso”. Y si saliese, provocaría más risa que miedo. De “sector” deriva “sectorial”, que suena a economía; y de “familia” extraemos el adjetivo difícilmente peyorativo “familiar”.

Así que para paliar eso de las “tendencias”, la máquina oficial de enfriar el ambiente puso en marcha a principios de los noventa el término “sensibilidades”, eufemismo que asumieron incluso los diferentes sensibilizados. Hasta hoy, la locución “distintas sensibilidades dentro del partido” circulaba galana por radio, televisión y prensa.

Ésos son a grandes rasgos los vocablos que se han usado para nombrar las discrepancias en el PSOE. Pero de repente apareció uno que mostraba hasta dónde había llegado la calentura: “bandos”. La palabra (etimológicamente “estandarte de un grupo”; y de ahí el grupo mismo) entró en el castellano con los godos (diccionario de Corominas y Pascual), como tantas otras voces del vocabulario bélico (espuela, espía, tregua…). Y evoca ya los dos lados de una guerra. La sembró Pedro Sánchez, y arraigó entre nosotros. Con ella, el termómetro saltaba por los aires.

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