Editorial

Basta de crueldad

Las imágenes de una becerrada en Valmojado reviven el debate sobre el maltrato al animal

Un momento de la becerrada de Valmojado (Toledo), tomado del vídeo difundido por PACMA.

La difusión de un vídeo que recoge una reciente becerrada celebrada en el Ayuntamiento de Valmojado (Toledo) ha vuelto a mostrar la injustificable inercia que permite que estos bárbaros espectáculos sigan celebrándose. La respuesta de la autoridad local al éxito viral de esa grabación, lanzada a las redes por el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA), fue inmediata y, amén de denunciar que la filmación había sido manipulada, se escudó tras una socorrida excusa burocrática, la de que todo se había hecho cumpliendo la más estricta legalidad.

Cuando se observa al pobre animal...

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La difusión de un vídeo que recoge una reciente becerrada celebrada en el Ayuntamiento de Valmojado (Toledo) ha vuelto a mostrar la injustificable inercia que permite que estos bárbaros espectáculos sigan celebrándose. La respuesta de la autoridad local al éxito viral de esa grabación, lanzada a las redes por el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA), fue inmediata y, amén de denunciar que la filmación había sido manipulada, se escudó tras una socorrida excusa burocrática, la de que todo se había hecho cumpliendo la más estricta legalidad.

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Cuando se observa al pobre animal, que ni siquiera tenía dos años de vida, siendo sometido a la violencia de las banderillas, y se lo ve caer una y otra vez y se lo ve sangrar hasta que la puntilla lo liquida definitivamente, resulta inquietante la falta de fibra moral de todas esas personas que siguen aplaudiendo unas tradiciones anacrónicas que se sostienen en la exhibición de un sadismo intolerable.

Son más de 300 los municipios españoles que escenifican cada verano estas becerradas, que compiten con otras tradiciones de parecida crueldad —los correbous,sin ir más lejos—. Valmojado solo ha vuelto a poner sobre la mesa un viejo interrogante: si se quiere seguir siendo ese lugar donde se facilita sacar durante unas horas lo peor que se lleva dentro. El mayor desgarro que produce el vídeo en el que se tortura al becerro es escuchar las risas de unos niños que lo celebran. ¿Hasta cuándo?

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