Cartas al director

Peligrosos recortes

Era María, tenía 96 años. Me fracturé una parte de la cadera. La ambulancia me llevó al hospital. Al ser una persona tan mayor, por no recibir asistencia médica al momento surgieron complicaciones, quizá si me hubieran operado al llegar aún estaría viva. Mis pulmones empezaron a fallar, las enfermeras me pusieron oxígeno, pero el médico no vino. Cada vez estaba peor, vomitaba sangre, estaba fría y no podía casi hablar. Llamábamos a las enfermeras pero nada, temblaba, mis órganos empezaron a fallar y nadie hizo nada para impedirlo, habían tardado demasiado en atenderme. Mientras agonizaba duran...

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Era María, tenía 96 años. Me fracturé una parte de la cadera. La ambulancia me llevó al hospital. Al ser una persona tan mayor, por no recibir asistencia médica al momento surgieron complicaciones, quizá si me hubieran operado al llegar aún estaría viva. Mis pulmones empezaron a fallar, las enfermeras me pusieron oxígeno, pero el médico no vino. Cada vez estaba peor, vomitaba sangre, estaba fría y no podía casi hablar. Llamábamos a las enfermeras pero nada, temblaba, mis órganos empezaron a fallar y nadie hizo nada para impedirlo, habían tardado demasiado en atenderme. Mientras agonizaba durante más de dos horas no vino ningún médico. No duré ni 24 horas. Este fue mi trágico final, sin poder hablar, temblando, fría y sin auxilio.— Josep María Catalá. Tarragona.

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