Doña Rosita la soltera

Ya casi nadie recuerda cómo se hacía política cuando no pesaba la sombra de unas elecciones

Ensayo general de "Doña Rosita la soltera". De izquierda a derecha su autor, Federico García Lorca, Margarita Xirgú, la protagonista, y Cipriano Rivas Cherif, director de la compañía, en Barcelona.

La legislatura va camino de quedarse sin Gobierno que la quiera. Como Doña Rosita, se consume entre aspavientos mudos y conjeturas interminables en una espera lenta cargada de desesperanza. Mientras tanto, la valoración de la situación política se hunde entre la opinión pública, debido a la deslucida inauguración de este nuevo tiempo político y también porque seguramente ya casi nadie recuerda cómo se hacía política cuando no pesaba la sombra de unas elecciones.

El estancamiento se explica por un desfase en los tiempos que definen las estrategias de PP y PSOE. Ambos partidos confían en ...

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La legislatura va camino de quedarse sin Gobierno que la quiera. Como Doña Rosita, se consume entre aspavientos mudos y conjeturas interminables en una espera lenta cargada de desesperanza. Mientras tanto, la valoración de la situación política se hunde entre la opinión pública, debido a la deslucida inauguración de este nuevo tiempo político y también porque seguramente ya casi nadie recuerda cómo se hacía política cuando no pesaba la sombra de unas elecciones.

El estancamiento se explica por un desfase en los tiempos que definen las estrategias de PP y PSOE. Ambos partidos confían en la impaciencia como arma de negociación. La diferencia entre ellos es que el PP espera que aquella acabe venciendo la reticencia de la oposición antes de la investidura, mientras que los socialistas creen que su capacidad de negociación mejorará bajo la presión de la cuenta atrás electoral que comience tras la misma.

Cada estrategia tiene su lógica. El objetivo del PP es alargar la primera votación de investidura por todos los medios posibles —incluida la pretendida dejación de responsabilidades de Mariano Rajoy tras el encargo del Rey— con la intención de alimentar durante ese periodo la sensación de provisionalidad y urgencia. Cuanto más se retrase la investidura, mayor será la presión sobre el resto de partidos.

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Los socialistas pretenden crearse una posición de negociador duro, mostrando una actitud firme e inamovible en su oposición al Gobierno del PP, y ganar así mayor poder negociador (o quién sabe si la posibilidad de un Gobierno alternativo) una vez Rajoy fracase en la investidura. Si al final persisten en su negativa al PP tras la investidura y se abstienen en el último minuto para evitar elecciones, podrán justificar la decisión ante su electorado. Pero habrán perdido la oportunidad para condicionar con su abstención algunas de las políticas del próximo Gobierno.

Quizás el PSOE escuche ahora el canto de sirena de nuevas elecciones tras el último barómetro del CIS, que augura al partido una mejora en sus resultados. Lorca no escribió un final feliz para Doña Rosita.

@sandraleon_

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