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El viajero astuto
Por Isidoro Merino

Los leones del Tsavo y otros feroces ‘Man-eaters’

Tras la historia real de ‘Fantasma’ y ‘Oscuridad’, la pareja de félidos que se zampó a más de 100 trabajadores del ferrocarril en Kenia e inspiró la película ‘Los demonios de la noche’, dirigida por Stephen Hopkins y protagonizada por Val Kilmer y Michael Douglas

Pareja de leones macho en un parque nacional africano.Carole Deschuymere (Getty Images)

Antes de convertirnos en el mayor depredador, los humanos fuimos presas, y lo debimos de hacer tan bien que se nos quedó el miedo metido en el cuerpo para siempre.

En una horripilante secuencia de Los demonios de la noche (The Ghost and the Darkness; 1996), dirigida por Stephen Hopkins y protagonizada por Val Kilmer y Michael Douglas, un león agarra al corpulento capataz Mahina en la tienda en que duerme y lo arrastra para comérselo. La película cuenta la historia real de dos leones macho ‑Ghost y Darkness (Fantasma y Oscuridad)‑ que durante nueve meses de 18...

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Antes de convertirnos en el mayor depredador, los humanos fuimos presas, y lo debimos de hacer tan bien que se nos quedó el miedo metido en el cuerpo para siempre.

Miedo a la oscuridad y a los fantasmas

En una horripilante secuencia de Los demonios de la noche (The Ghost and the Darkness; 1996), dirigida por Stephen Hopkins y protagonizada por Val Kilmer y Michael Douglas, un león agarra al corpulento capataz Mahina en la tienda en que duerme y lo arrastra para comérselo. La película cuenta la historia real de dos leones macho ‑Ghost y Darkness (Fantasma y Oscuridad)‑ que durante nueve meses de 1898 sembraron el terror entre los trabajadores del ferrocarril que se construía en Kenia, en la zona del puente sobre el río Tsavo. Las obras tuvieron que interrumpirse, ya que los félidos se aficionaron al sabor de los coolies, como se llamaba a estos obreros procedentes de la India, que descansaban en el campamento.

El teniente coronel John Patterson (interpretado en el cine por Val Kilmer), el ingeniero militar que proyectó el puente y dirigía su construcción, calculó que los leones se habían comido a 135 trabajadores, aunque parece que finalmente fueron algunos menos. Patterson se obsesionó con aquellas fieras, y las persiguió hasta que por fin pudo liquidarlas en diciembre de aquel aciago año. Hoy posan disecados, muy modositos ellos, en el Museo Field de Historia Natural de Chicago, al que el teniente coronel Patterson los vendió en 1925 por 5.000 dólares de entonces.

El teniente coronel John Patterson con uno de los leones antropófagos del Tsavo.Fundación Smithsonian

Más tarde contaría su historia en un libro: The man-eaters of Tsavo (Los devoradores de hombres del Tsavo). En uno de sus libros sobre animales, el gran Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980) cuenta la interminable noche africana que pasó en la reserva de Masai Mara (Kenia), “en una desflecada tienda de campaña, a trescientos metros del albergue de Keekorok, porque se habían agotado las plazas en los bonitos bungalós equipados con quitamiedos metálicos, para que el turista pueda dormir a pierna suelta, escuchando el rugido del rey de los animales”, mientras rangers armados del parque buscaban a un peligroso león llamado Hatari que había adquirido la costumbre de acercarse demasiado a las tiendas del campamento. El famoso naturalista y defensor de los animales recuerda como, “entre sudores fríos”, iba repasando todos los libros sobre man-eaters que había ledo, y en especial el del teniente coronel Patterson.

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Seductoras panteras

Yo también pase una mala noche con doce o trece años. Fue por culpa de La mujer pantera (Cat People, 1942), de Jacques Tourneur. Una antigua maldición de los Balcanes hace que Simone Simon, la actriz protagonista de esta película en blanco y negro ―hay una versión de 1982 con Natassja Kinski―, se transforme en pantera negra cuando le gusta un chico (tanto, que se los come). Daba mucho miedo, pero no podías dejar de mirarla. Aunque fuese de color negro y se comportase como una loba, la pantera Simone era en realidad un leopardo. Mucha gente cree que panteras y leopardos son especies diferentes, pero no es así: ambos nombres son intercambiables y pertenecen al mismo animal (Panthera pardus), aunque el primero se utilice más a menudo para referirse a los ejemplares melánicos, los de color marrón oscuro o negro.

La actriz francesa Simone Simon durante el rodaje de 'La mujer pantera' (Cat People, 1942), de Jacques Tourneur.John Kobal Foundation (Getty Images)

El dulce sabor de la carne humana

En 1969 un leopardo mató y devoró parcialmente (se comió la lengua y las nalgas) al recepcionista de un hotel del parque nacional de las cataratas Murchison, en Uganda, tras arrastrar de él casi un kilómetro hasta lo alto de una acacia. Se conocen varios casos de leopardos antropófagos en África, pero es en la India donde estos félidos han perpetrado más fechorías. Eventualmente carroñeros, las epidemias de cólera que a lo largo del siglo XX asolaron el país, dejando miles de muertos por las calles, permitió que algunos leopardos descubriesen el sabor de la carne humana. Y que les gustaba: se calcula que 125 personas murieron entre las garras de la pantera de Rudraprayag (uno de los 14 leopardos asesinos abatidos por Jim Corbett), algunas arrancadas de su propio lecho mientras dormían, entre el 9 de junio de 1918 y el 14 de abril de 1926. Y entre 1959 y 1962, una oleada de leopardos antropófagos dejó 350 muertos en el distrito de Bhagalpur, en el Estado de Bihar (India).

Tras huella del tigre

En las películas de miedo, lo que da más miedo es lo que no se ve. Pues lo mismo pasa con los tigres. Solo quedan en libertad unos 3.200, y salvo en los zoos, es difícil verlos. Eso los hace especialmente terroríficos: un tigre es esa huella que encuentras impresa en el barro junto a la tuya, en el sendero por el que justo media hora antes habías pasado.

Un tigre de Bengala acechando en la sombra.Michael Duva (Getty Images)

El mayor de los félidos actuales (supera al león en tamaño y fuerza) es también el que más gusto le ha cogido a la carne humana: en los Sunderbans, las marismas que forman los deltas del Ganges y el Brahmaputra en la frontera entre India y Bangladesh, donde reside la mayor población de tigres salvajes del mundo (menos de 800), siguen comiéndose a 50 personas al año. Entre 1925 y 1930, los tigres de Chowgarh mataron a 64 personas en las montañas de Kumaon, en el norte de la India; a la tigresa de Champawatt se le atribuyen más de 430 muertes, también por la misma zona. A los tres los eliminó el británico Jim Corbett (1875- 1955) ‑o Carpet Sahib, como se lo conocía en las aldeas de la región, donde era considerado un héroe‑, que plasmó su caza en tres emocionantes relatos sobre devoradores de hombres: Man-eaters of Kumaon, The man-eater leopard of Rudraprayag, y Mi India, publicada en español por Ediciones del Viento. Famoso por sus batidas contra tigres antropófagos (en sus 35 años de cazador, acabó con 19 tigres y 14 leopardos responsables de cerca de 1.300 muertes), Jim Corbett fue asimismo un gran amante de la vida salvaje e impulsor del primer parque nacional de la India, que hoy lleva su nombre y desde donde se promueve el programa de conservación Proyecto Tigre.

Menos conocido que su compatriota Corbett, Kenneth Anderson (1910-1974) fue otro cazador británico que libró a las gentes del sur de la India de tigres antropófagos como la asesina de Jowlagiri, el tigre de Devarayandurga, el terror listado del valle de Chamala o el devorador de hombres de Hosdurga-Holalkere, un asesino en serie de la región de Mysore que debutó zampándose a una niña de 11 años de la que solo se encontraron unos jirones de ropa.

No solo se te puede comer un tigre de Bengala (Panthera tigris tigris): en El tigre (Debate, 2012), el periodista John Vaillant cuenta la historia de la caza de un tigre siberiano (Panthera tigris altaica) que en 1997 devoró a dos personas y provocó el terror en el Primorje, el vasto territorio en el extremo oriental de Rusia que también aparece en la película Dersu Uzala (1975), de Akira Kurosawa. En él se puede leer esta frase: “La única certeza en la huella de un tigre es: síguela el tiempo suficiente y acabarás llegando a un tigre, a no ser que el tigre llegue antes a ti”.

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