Chaves Nogales

El periodista vivió, miró y contó la España de los años treinta con un coraje, una verdad y una libertad mental que han pasado a la historia

Manuel Chaves Nogales fue un periodista sevillano que vivió, miró y contó la España de los años treinta con un coraje, una verdad y una libertad mental que han pasado a la historia. La Guerra Civil fue uno de esos escenarios extremos que examinan a todo el mundo y él salió de ella vencido y exiliado, pero con matrícula de honor en sentido común, humanismo, moral y clarividencia. Era cómplice de Manuel Azaña y compartía los valores que la República defendía; pero aborrecía los totalitarismos, incluido el del proletariad...

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Manuel Chaves Nogales fue un periodista sevillano que vivió, miró y contó la España de los años treinta con un coraje, una verdad y una libertad mental que han pasado a la historia. La Guerra Civil fue uno de esos escenarios extremos que examinan a todo el mundo y él salió de ella vencido y exiliado, pero con matrícula de honor en sentido común, humanismo, moral y clarividencia. Era cómplice de Manuel Azaña y compartía los valores que la República defendía; pero aborrecía los totalitarismos, incluido el del proletariado, y fue implacable con los disparates de ambos bandos. Él estaba seguro de que, cualquiera que fuese el vencedor, a España le aguardaban días horribles. Hay que ser muy especial para estar tan por encima de tu tiempo, sobre todo si es endemoniado como aquel, donde los más lúcidos se dejaron envenenar por la histeria ideológica que destrozó toda esperanza. Lo más fácil era andar equivocado y él fue uno de los poquísimos que dieron en el clavo.

Hace unos 25 años era un maldito. Sólo contaba con el aprecio de los raros que conocían libros como Juan Belmonte, matador de toros, que le descubrió que los prejuicios no eran lo suyo: él nunca había pisado una plaza. Pero, a estas alturas, no queda casi nadie de la cultura española que no haya mostrado por Chaves Nogales, y obras de la talla de A sangre y fuego, un entusiasmo sin fisuras. Ese fervor aún no ha logrado, sin embargo, que la mayoría de la gente se acerque a su figura ni que –sólo hace falta echar un vistazo alrededor- lo que él significa flote de algún modo en el aire que respiramos.

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