Columna

Reputación

En la política se ha puesto de moda tener un posicionamiento digital

El presidente de la región de Murcia, Pedro Antonio Sánchez.EFE

Siempre me ha llamado la atención el posicionamiento y sus derivadas, o sea, tener una posición en la vida, ser de buena posición o directamente que te posicionen, por matrimonio o por contrato. Se trata al fin y al cabo de depender de la opinión de los demás y de lo que el resto crea que eres de puertas afuera; darle más valor a los desconocidos que a los que te conocen. Esto ha terminado por desplazarse a Internet con los mismos matices, entre ellos el que sea imposible torcer la opinión de la gente que nunca te ha tratado y se ha hecho una imagen de ti con la que a veces ganarse la simpatía...

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Siempre me ha llamado la atención el posicionamiento y sus derivadas, o sea, tener una posición en la vida, ser de buena posición o directamente que te posicionen, por matrimonio o por contrato. Se trata al fin y al cabo de depender de la opinión de los demás y de lo que el resto crea que eres de puertas afuera; darle más valor a los desconocidos que a los que te conocen. Esto ha terminado por desplazarse a Internet con los mismos matices, entre ellos el que sea imposible torcer la opinión de la gente que nunca te ha tratado y se ha hecho una imagen de ti con la que a veces ganarse la simpatía de los que piensan igual; en este sentido, el aludido funciona como elemento de cohesión de desconocidos que encuentran una causa común con la que echar la tarde. De cohesión en el odio, pero eso es secundario: Internet ha convertido el odio en algo tan natural que se lleva bastante peor el amor, igual de sobreactuado y por tanto igual de sospechoso.

Precisamente por eso, por entender siempre tarde lo que ocurre y lo que ocurrirá, en la política se ha puesto de moda tener un posicionamiento digital. Como todo lo que se pone de moda entre cargos públicos, el dinero al que se recurre para posicionarse puede ser, por defecto, público, es decir, robado. De esta manera se da la circunstancia de que un ciudadano quiere odiar libremente a un político y el político lo contrarreste con el dinero del propio ciudadano montando una estructura ficticia que tenga impacto en la realidad, como los contratos de Nóos. Esto tiene un nombre terrible: reputación digital. Para que vean lo insondable que es este término, a mí un día se me echaron encima unos señores llamándome barcelonista y terminando sus mensajes, a modo de amenaza, con el “Hala Madrid y nada más”. Cuando quise decirles que la coletilla la habíamos colocado entre varios pensé en de qué valdría. La verdad puede acabar como esa famosa reputación digital: suele construirse de forma artificial y sirve a un interés de terceros.

Esto último también lo entendieron dos aspirantes a liderar el PP murciano, el presidente y un consejero suyo. Los dos contrataron a una empresa de la Púnica para que les mejorase su imagen pública en las redes. Querían corregir lo incorregible: noticias, posts y tuits. Pretendían tener más seguidores, contar con mejor fama, limpiar el karma. Que se les construyese una burbuja social absurda con la misma arma que en la calle, el dinero, sin saber que tanto fuera como dentro la burbuja nunca se la construye uno mismo, aunque a veces, con su conducta, puede dirigir las obras.

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