Cartas al director

La gran estafa

Recuerdo que hace más o menos un año, cuando en Argentina los medios se volcaron en la información sobre el caso Nisman, un indignadísimo Jorge Capitanich rompía ante las cámaras de televisión un ejemplar del diario Clarín. No le gustaba su contenido. Escucho divertido al señor Maduro, ese que habla con los pajaritos, sus encendidas diatribas contra la prensa internacional e imperialista. Venezuela es un paraíso revolucionario; los periodistas, taimados esbirros del capitalismo, mienten. Así, sin más. Y eso mismo dice Iglesias a quien quiera escucharle. Gracias, Dios, por ben...

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Recuerdo que hace más o menos un año, cuando en Argentina los medios se volcaron en la información sobre el caso Nisman, un indignadísimo Jorge Capitanich rompía ante las cámaras de televisión un ejemplar del diario Clarín. No le gustaba su contenido. Escucho divertido al señor Maduro, ese que habla con los pajaritos, sus encendidas diatribas contra la prensa internacional e imperialista. Venezuela es un paraíso revolucionario; los periodistas, taimados esbirros del capitalismo, mienten. Así, sin más. Y eso mismo dice Iglesias a quien quiera escucharle. Gracias, Dios, por bendecirnos con este gran profeta de la Revolución.— César Ruiz Yunta. Madrid.

La corrupción ha llegado a unos extremos insoportables. No sé lo que pasará en otros países, pero lo de aquí es una auténtica vergüenza. ¿Se conocía lo que estaba pasando? Estoy convencido de que en el 90% de los casos se conocía perfectamente. Han fallado los controles. Pero ¿por qué? Porque todo está contaminado. El sindicato Manos Limpias: ¿a nadie se le ha ocurrido preguntarse dónde están los afiliados a ese sindicato? Si no es un sindicato, ¿qué hacía? Ahora se ha visto. Muy tarde. La asociación Ausbanc: se declara como una asociación de consumidores, pero es expulsada del registro de asociaciones. Entonces, ¿qué hacía? Ahora se han dado cuenta.— Julio García-Casarrubios Sainz. Valdepeñas (Ciudad Real).

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Soy clase media. Gano lo justo para vivir y ser solidario, con mis impuestos. No podría, ni aunque quisiera, montar empresas opacas en paraísos fiscales, ni valerme de ingeniería tributaria para eludir mis obligaciones. Lo que sí tengo es un humilde voto que irá a la formación política que muestre su disposición a perseguir a los que defraudan. ¡Basta ya! Haced obligatoria la declaración y el rendimiento anual de cuentas de las empresas offshore. Proponed leyes que garanticen cárcel obligatoria para los que no lo hagan —y para aquellos que colaboren— y multas del 500% del dinero defraudado: se acabaría el fraude. ¿Hay voluntad?— Manuel Ruiz Cubo. Aranjuez (Madrid).

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