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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Ser mujer en Chad, en Buenos Aires o en Kentucky

Especial 8 de marzo: esta semana nos centramos en conocer y reconocer experiencias y testimonios valiosos de mujeres en todo el mundo.Hoy escribe Raquel Abad, Técnica de Proyectos de Cooperación en África de Entreculturas

Judith se reúne con un grupo de más de cincuenta mujeres venidas de cinco comunidades de los alrededores de Madgoro (una zona rural del Chad saheliano) en la primera jornada de un encuentro que durará tres días. “Es fundamental que las niñas vayan al colegio, que vayan al colegio, que vayan al colegio… Necesitamos que toda la comunidad asuma esta misión como un proyecto de todos; que los padres y madres no permitan que sus hijos/as abandonen la escuela ni les asignen tareas que sean incompatibles con los estudios, y que los líderes comunitarios y jefes tradicionales se comprometan para que esto se cumpla”.

Judith habla de la importancia de la educación por experiencia propia. Fue la única mujer de su comunidad en terminar el ciclo de primaria y acceder a la secundaria, y gracias a ello ha podido ser dueña de su vida. “Una niña que ha recibido educación podrá hacerse cargo de todo; ir al hospital para una revisión del embarazo, o llevar por sí misma el calendario de vacunación de sus hijos/as”. Cosas fundamentales en un país como Chad, donde 9 de cada 100 niños/as no llega al primer año de vida.

Además, durante varias veces al año, Judith imparte talleres a madres y jóvenes venidas de diversos lugares de la Región de Guéra. Estos espacios son muy especiales para ellas. Intercambian experiencias, idean estrategias conjuntas para provocar cambios en sus comunidades y reciben formación sobre temas que les preocupan pero que en su día a día no pueden abordar por tradiciones culturales fuertemente arraigadas, como el matrimonio precoz o la mutilación genital femenina. Una práctica que afecta al 90% de las mujeres en la región, aunque recientemente ha sido prohibida por la ley.

La cuestión de género nos sitúa directamente en el corazón de los derechos humanos y de la justicia, y encuentra en la educación una herramienta privilegiada de perpetuación o de transformación. Al no poder estudiar las mujeres tienen menos posibilidades de participar en la vida política y pública y de defender sus derechos; la cuota de representación en el gobierno del 30% asignada a mujeres no se cubre. Solo 8 de los 28 ministros y secretarios del Estado son mujeres, así como solo 25 de los 163 parlamentarios de la Asamblea Nacional.

En este contexto, y en cualquier otro, la educación ayuda a combatir estas prácticas discriminatorias, y poco a poco algunas de estas mujeres, como Judith, pueden asumir responsabilidades en sus comunidades, ser lideresas o participar activamente en la vida pública y política. Pero la realidad es que las niñas son las primeras a las que se les niega el derecho a la educación, y según UNESCO, si persiste está discriminación, casi 16 millones de niñas de entre seis y 11 años nunca irán a la escuela primaria, en comparación con ocho millones de niños.

La realidad de las mujeres en el Chad es especialmente discriminatoria, sin embargo, es un reflejo, no tan distorsionado, de lo que también ocurre en Buenos Aires o en Kentucky. A nivel mundial, solo un 22% de los parlamentarios son mujeres, y solo hay 11 mujeres Jefas de Estado y 10 Jefas de Gobierno.

Promover el liderazgo y la participación política y pública de las mujeres supone una estrategia indispensable para el desarrollo humano sostenible. Solo con la igualdad entre géneros y el empoderamiento de las mujeres y de las niñas, será posible cumplir con los compromisos asumidos en la Agenda 2030.

Judith no conoce el detalle de los 17 Objetivos de esta Agenda mundial, pero sabe que sin la participación de las mujeres de su región no será posible mejorar las condiciones de vida de su población. Es necesario que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres; acceso a la propiedad de la tierra, al crédito para aumentar el pastoreo, a una educación que les dotará de conocimientos para mejorar su calidad de vida, y a tomar la palabra en los espacios de decisión para compartir su visión. Judith no debe asumir esta tarea sola. La comunidad internacional está comprometida con estos objetivos y los hombres deben asumirlos también como un reto compartido.

Volvemos a Madgoro. Las mujeres emprenden camino de regreso a sus comunidades, y Judith también vuelve a su casa. Sabe que muchas de estas mujeres chocarán con sus difíciles realidades al volver a sus comunidades y quizás no todas puedan poner en práctica lo compartido en el encuentro de estos días. Pero habrá algunas que lo consigan y que como ella, puedan ejercer sus derechos, y ocupar espacios de participación en sus comunidades. Que esto ocurra depende en gran parte de nuestra implicación con la defensa de los derechos de las mujeres. La igualdad entre géneros está en manos de todos y todas, y de ello depende alcanzar un desarrollo humano sostenible.

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