Los bogotanos quieren dejar de moverse en el pasado

El sistema de autobuses Transmilenio, imitado hace años, necesita de una mejora inmediata

Hace 16 años Bogotá se convirtió en referente mundial gracias a que puso en marcha Transmilenio, un sistema de autobuses públicos que volaban por la ciudad gracias a carriles de uso exclusivo. Por primera vez se le daba un trato digno a los pasajeros, muchos de los cuales emplean varias horas en recorrer de sur a norte la capital colombiana. Otras ciudades, no solo del país, también de América Latina, tomaron nota e imitaron el sistema bogotano, el más extenso del mundo. Hoy, sin embargo, Transmilenio clama por una renovación.

El padre del sistema fue el entonces alcalde Enrique Peñalos...

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Hace 16 años Bogotá se convirtió en referente mundial gracias a que puso en marcha Transmilenio, un sistema de autobuses públicos que volaban por la ciudad gracias a carriles de uso exclusivo. Por primera vez se le daba un trato digno a los pasajeros, muchos de los cuales emplean varias horas en recorrer de sur a norte la capital colombiana. Otras ciudades, no solo del país, también de América Latina, tomaron nota e imitaron el sistema bogotano, el más extenso del mundo. Hoy, sin embargo, Transmilenio clama por una renovación.

El padre del sistema fue el entonces alcalde Enrique Peñalosa. Ahora, en sus primeros días tras haber sido elegido de nuevo para dirigir los intereses de Bogotá después de 12 años de Gobierno de izquierda, el regidor conservador se enfrenta al desafío de mejorar su creación. Entre medias, una oleada de críticas y disturbios, que dejaron decenas de detenidos. Transmilenio no ha sabido crecer como lo ha hecho la ciudad. La capital colombiana tiene hoy ocho millones de habitantes, dos más que en 2000, y el uso del sistema ha crecido un 600%: de 410.000 pasajeros se ha llegado a los 2,3 millones.

Transmilenio afrontará en los próximos meses una reforma para tratar de mejorar el hacinamiento, la demora de los autobuses, el aumento de los polizones... Peñalosa se enfrenta al desafío de recuperar la credibilidad de su sistema al tiempo que tendrá que ver cómo cumple con una de sus promesas electorales, la construcción de un metro para Bogotá, eternamente aplazada.

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Las críticas sobre si ambos sistemas de transporte son compatibles ya han empezado a aflorar. Cuesta creer que, en medio de un frenazo económico como el que asoma en Colombia, haya recursos suficientes para desarrollan tamañas empresas. Los bogotanos tampoco parecen dispuestos a elegir entre un metro o mejorar el Transmilenio. Temen que, al final, no se consiga ni una cosa ni otra. Lo único que sí saben es que están hartos de vivir del pasado del mejor sistema de autobuses públicos. Lo que quieren es un transporte que no colapse la vida de su ciudad.

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