Editorial

Supervisión eficaz

Hay que revisar el sistema español de vigilancia de las instituciones financieras y homologarlo al que rige en las economías más avanzadas

La crisis reciente tuvo un origen fundamentalmente financiero; desde luego, en España. Fue el elevado endeudamiento de familias y empresas con el sector bancario, y este con otras entidades internacionales, el que desencadenó la más dañina recesión desde la Gran Depresión. La supervisión de las entidades financieras, fundamentalmente las bancarias, quedó seriamente en entredicho. Y de ello tomaron buena nota las autoridades europeas, que se aprestaron a definir la Unión Bancaria, actualmente en marcha.

Pero sería una ingenuidad confiar en que se han neutralizado los riesgos de inestabil...

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La crisis reciente tuvo un origen fundamentalmente financiero; desde luego, en España. Fue el elevado endeudamiento de familias y empresas con el sector bancario, y este con otras entidades internacionales, el que desencadenó la más dañina recesión desde la Gran Depresión. La supervisión de las entidades financieras, fundamentalmente las bancarias, quedó seriamente en entredicho. Y de ello tomaron buena nota las autoridades europeas, que se aprestaron a definir la Unión Bancaria, actualmente en marcha.

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Pero sería una ingenuidad confiar en que se han neutralizado los riesgos de inestabilidad financiera. Europa sigue siendo vulnerable y su sistema de supervisión debe seguir fortaleciéndose. Es lo que manifestó públicamente el subgobernador del Banco de España hace una semana.

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Que los supervisores sean independientes de los Gobiernos es una premisa aceptada en las economías avanzadas. También parece razonable que sea un sistema de supervisión más integrado —atendiendo a la solvencia de las diversas instituciones financieras, que tome en consideración la naturaleza híbrida y compleja de los conglomerados financieros— el que acabe imponiéndose. En Reino Unido Francia, Italia, Bélgica y Holanda, por ejemplo, está en vigor el sistema basado en dos pilares gemelos: el que vigila la solvencia prudencial agregada, con independencia del tipo de instituciones, y el que lo hace sobre la conducta de los operadores financieros, incluida la protección de los inversores o consumidores de servicios. Ese era el esquema propuesto por los dos principales partidos antes de la crisis y el que reclama ahora el subgobernador.

Lejos de la defensa de cotas de poder del Gobierno o de la defensa corporativa, sería bueno que se revisara también la conveniencia de seguir manteniendo la rareza española de supervisión sectorial: los bancos supervisados por el Banco de España y, en última instancia, por el BCE, y las compañías de seguros o los auditores por el Gobierno de turno. La homologación y estrecha cooperación con las instituciones europeas vuelve a ser una exigencia básica.

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