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Coordinado por Lola Huete Machado

Kirr pide perdón a los sursudaneses por la guerra y forma un gobierno de unidad

El presidente Salva Kirr / Foto VOA

El presidente de Sursudán, Salva Kirr, ha comenzado el año pidiendo perdón a los sursudaneses por el sufrimiento padecido durante una guerra civil que el pasado 15 de diciembre cumplía dos años.

Kirr dijo que esta petición de perdón era, antes que nada, un primer paso hacia la reconciliación nacional y la justicia, y que reconocía que el conflicto “sin necesidad”, o absurdo, que había vivido el país había provocado inmemorables sufrimientos a los ciudadanos de Sursudán.

Oficialmente, el conflicto comenzó cuando tropas leales al presidente Salva Kirr se enfrentaron a partidarios del ex vicepresidente Riek Macar. Desde entonces, los medios de comunicación han vendido la disputa como un enfrentamiento étnico entre las dos tribus principales del país, los dinkas y los nuer.

No podemos ignorar que, aunque sobre el terreno la situación pudiera parecer esa y se hayan producido matanzas étnicas, detrás de esta contienda fratricida encontramos una lucha entre grandes potencias mundiales por el control de los pozos de petróleo del país y que han utilizado y manipulado las diferencias internas para conseguir sus propios objetivos.

Echando mano de la historia, nos encontramos que durante la larga guerra de independencia entre el Norte y el Sur, Estados Unidos impuso sanciones y embargos al gobierno de Jartum en su apoyo al de Juba. Estas tuvieron serias consecuencias sobre la economía de Sudán. Su presidente, Omar al-Bashir, pidió ayuda a China, Irán y, en menor medida, a Rusia para salir de la situación en la que se encontraba.

China, que en aquel momento buscaba el petróleo que necesitaba para su despegue económico, se convirtió en el principal socio comercial de Sudán comprando el 78 % de su producción de crudo. También construyó el gasoducto para el transporte del mismo desde los campos del sur a Port Sudan, en el mar Rojo.

Las empresas petroleras estadounidenses no pudieron soportar el monopolio chino en la zona y presionaron al gobierno de Washington para acelerar la independencia del sur, donde se encuentran más de la mitad de las reservas petrolíferas de la zona, con la intención de cambiar la situación a su favor.

En 2011, tras la independencia de Sursudán y a pesar del gran apoyo económico y militar de Estados Unidos, los contratos permanecieron como estaban, es decir que la mayoría del crudo del sur seguía en manos chinas. En diciembre de 2013, a pesar de las presiones y amenazas de Washington y las petroleras estadounidenses, la situación se mantenía igual, lo que provocó nuevas quejas por parte de los Estados Unidos que Salva Kiir ignoró.

Para defender sus intereses, visto que Kiir no les servía, no es de extrañar que los Estados Unidos, siempre empujados por sus compañías petroleras, buscasen un nuevo líder que inclinase la balanza a su favor. Este se les presentó en la figura del vicepresidente Riek Machar, que enseguida se puso manos a la obra. La defensa de intereses opuestos sería lo que llevó a Kiir a prescindir de su vicepresidente en julio de 2013, acusándole de planear un golpe de estado. Machar lo negó y formó su propio ejército, dando comienzo a la contienda.

Las dos partes del conflicto, la gubernamental y la rebelde, han sido acusadas de perpetrar matanzas étnicas, reclutamiento de niños y niñas para ser utilizados como soldados, de violaciones masivas, tortura, desplazamiento forzoso de poblaciones y “limpieza” de opositores en las áreas bajo su control.

Después de múltiples intentos de conversaciones promovidos por diversos países de la zona, en agosto de 2015 las dos partes firmaban un acuerdo de paz. Parece que las amenazas que dejó Barack Obama durante su visita a la sede de la Unión Africana, a finales de julio, sufrieron efecto. El presidente estadounidense prometió recurrir al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para pedir la imposición de sanciones y un embargo de armas si antes del 17 de agosto el gobierno y los rebeldes no alcanzaban un acuerdo de paz.

Este tratado contemplaba el establecimiento de un gobierno de unidad nacional con participación de los rebeldes. Ahora, después de miles de muertos, más de 2.3 millones de individuos obligados a abandonar sus hogares, sobre todo de los estados donde se concentra el petróleo de Sursudan: Unity, Upper Nile y Jonglei, unos 4.6 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria urgente para poder sobrevivir, una economía en ruinas, y varios retrasos y muchas dudas sobre la implementación del mismo, el acuerdo se hace efectivo.

El pasado 8 de enero, el presidente Salva Kirr anunciaba en un mensaje difundido por la radio nacional la formación del nuevo gobierno compuesto de 30 ministros. Un día antes, las dos partes se habían puesto de acuerdo sobre el reparto de los ministerios. Así mismo, el presidente aceptaba la lista de 50 parlamentarios elegidos por los rebeldes para ocupar asientos en la asamblea nacional.

Festus Mogae, ex presidente de Botsuana, y líder de la Comisión conjunta de seguimiento y evaluación (JIMEC), el organismo establecido por la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo de África oriental (IGAD) para supervisar la implementación del acuerdo de paz en Sursudán, anunciaba que al gobierno le corresponden 16 ministerios, incluyendo los de defensa, justicia y economía. Los rebeldes 10 entre los que se encuentran el del petróleo y el de ayuda humanitaria. Un grupo de prominentes políticos, conocidos como los “former detienees”, que fueron encarcelados al inicio de la contienda y más tarde puestos en libertad, obtienen el de asuntos exteriores y el de transportes, mientras que los de agricultura y coordinación del consejo de ministros se reparten entre otros partidos políticos. Además, Riek Machar será nombrado nuevo vicepresidente del país. Es decir, volverá a ocupar el cargo del que fue depuesto, dos años y medio después.

Machar tiene que viajar a Juba para tomar posesión de su nueva posición, pero todavía no ha confirmado su fecha de llegada, tampoco se ha establecido una para la toma de posesión del nuevo gobierno.

También queda por ver si los antiguos rebeldes aceptan la nueva estructura territorial impuesta unilateralmente por el presidente Kiir el pasado mes de diciembre por la que desaparecían los diez estados en los que el país estaba dividido y se formaban 28 nuevas regiones, guardándose el presidente la facultad de nombrar a sus gobernadores. Esta nueva división puede influir directamente en el equilibrio de poderes.

También queda el problema de las diversas milicias que han surgido en los dos últimos años en distintas partes del país, independientes de los rebeldes de Machar, que siguen luchando y no se ven reflejadas en los acuerdos de paz.

A pesar de todo ello, al presentar los acuerdos alcanzados a los órganos de dirección de su partido, el SPLM, Kirr dijo que: “es importante lograr la reconciliación, llegar a un punto de armonía y de unidad entre nosotros y también con nuestros vecinos”. Igualmente, hizo un llamamiento a la población de Sursudán para que vea este momento de formación de un gobierno de unidad nacional como el inicio de un proceso de “reconciliación nacional, de perdón, de búsqueda de la verdad y de reconciliación”.

Una vez que el nuevo gobierno tome posesión, habrá que estar atentos a ver si hay movimiento en el sector de las concesiones para extraer el petróleo del país.

Comentarios

Por algo se empieza... aunque la situación sigue estando lejos de la justicia y el bienestar.
wow.. cool
Por algo se empieza... aunque la situación sigue estando lejos de la justicia y el bienestar.
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