CONVERSACIÓN GLOBAL

Hacia la regata más sucia de la historia del olimpismo

Los Juegos de Río se enfrentan al desafío de purificar unas aguas altamente contaminadas

Llegar a Río de Janeiro en coche desde São Paulo contrasta con la imagen de la ciudad turística de naturaleza exuberante y playas paradisíacas. Ya a 20 kilómetros del centro, al cruzar la Bahía de Guanabara un olor intenso de cloaca obliga a cerrar todos los conductos de ventilación del vehículo. No es pasajero, el hedor es intenso, provoca nauseas y dolor de cabeza. Al asomarse, está la respuesta: una gruesa capa de residuos fecales, basura, y todo tipo de objetos flota en lo que debería ser agua limpia. La Bahía es la misma que acogerá las competiciones de vela de los Juegos Olímpicos de 201...

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Llegar a Río de Janeiro en coche desde São Paulo contrasta con la imagen de la ciudad turística de naturaleza exuberante y playas paradisíacas. Ya a 20 kilómetros del centro, al cruzar la Bahía de Guanabara un olor intenso de cloaca obliga a cerrar todos los conductos de ventilación del vehículo. No es pasajero, el hedor es intenso, provoca nauseas y dolor de cabeza. Al asomarse, está la respuesta: una gruesa capa de residuos fecales, basura, y todo tipo de objetos flota en lo que debería ser agua limpia. La Bahía es la misma que acogerá las competiciones de vela de los Juegos Olímpicos de 2016.

La calidad del agua es uno de principales temas de discusión en la ciudad cuando falta menos de un año para las Olimpiadas. Los ensayos, que ya han comenzado a realizarse en la Bahía, acarrean situaciones surrealistas como veleros girando a toda velocidad para sortear bolsas de basura o atletas que caen enfermos tras entrar en el mar. Deportistas y especialistas han sugerido ir mar adentro para competir, pero las autoridades políticas se resisten. “Será la regata más sucia de la historia olímpica. Vamos a ganar el trofeo de la peor agua de los Juegos”, advertía ya el año pasado el director técnico de la Confederación Brasileña de Vela, Torben Grael.

El compromiso de la ciudad era descontaminar el 80% de sus aguas antes de la competición, pero ante la magnitud del problema —la Bahía recibe más de 460 millones de litros de residuos domésticos sin tratamiento, el equivalente a 185 piscinas olímpicas—, la promesa, si se cumple, solo será en 2030.

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Un estudio reciente, encargado por Associated Press al virólogo brasileño Fernando Spilki, encontró en la Bahía mayores concentraciones de heces de las permitidas por ley y altos niveles de virus y bacterias del alcantarillado. La revelación, ya intuida por cualquiera que se asome a sus aguas, dio la vuelta al mundo.

El desafío debe enfrentarse más allá de la Olimpiada. El Estado de Rio solo trata el 34% de los residuos domésticos de 16,5 millones de habitantes. Los resultados son aún peores que la media del resto del país.

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