Tentaciones

Así son los libreamorosos: sexo más allá de géneros en el siglo XXI

Nos colamos en una comunidad virtual de poliamor para descubrir que otro tipo de relaciones son posibles

Ilustración: David Uzquiza

“Soy Gabriela, pansexual, libreamorosa, comparto mi vida sentimental con dos personas, un hombre cis y una mujer pansexy, y mi pronombre es ella”. Esto, para los que no están familiarizados con el universo paralelo del lenguaje inclusivo que cuestiona los géneros establecidos, quiere decir que me gustan las personas más allá de su género y que tengo dos relaciones abiertas: esto es, que además de ellos puedo acostarme con quien me apetezca; o enamorarme, respetando ciertos acuerdos.

Así ingreso en una de las comunidades virtuales que defienden el amor libre, e...

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“Soy Gabriela, pansexual, libreamorosa, comparto mi vida sentimental con dos personas, un hombre cis y una mujer pansexy, y mi pronombre es ella”. Esto, para los que no están familiarizados con el universo paralelo del lenguaje inclusivo que cuestiona los géneros establecidos, quiere decir que me gustan las personas más allá de su género y que tengo dos relaciones abiertas: esto es, que además de ellos puedo acostarme con quien me apetezca; o enamorarme, respetando ciertos acuerdos.

Así ingreso en una de las comunidades virtuales que defienden el amor libre, el poliamor, las relaciones abiertas y otras formas de vincularse afectiva y sexualmente fuera de la monogamia en el siglo XXI. El colectivo se llama Amor Libre Spain y gestiona una muy activa cuenta de Twitter, una de Ask y otras plataformas de debate en redes con gente de toda España.

Luego de dejar un mensaje en su página, me contacta Venus, la encargada de hacerme el test de iniciación. Le cuento que tengo dos parejas y emocionada por mi bagaje libreamoroso, decide añadirme al chat del grupo principal de Whatsapp. “¡Bienvenide Gabriela!, dicen al unísono. El pronombre neutro es bastante común aquí. Al principio me causa sorpresa pero pronto me acoatumbro a saludar con un “¡Hola chiques!” o a emitir un grito alegre como ¡guapeeee! cuando llega una foto de alguien en bikini. Yo he pedido que me traten con el pronombre “ella”. Aún así, el tema de terminología no discriminatoria es para ellos inacabable:

—Si usas pute sin ánimo de insultar, más bien para elogiar a alguien como “es la pute ame”, ¿estamos haciendo mal?— pregunta un novato.

Pero despejar dudas lingüísticas no es la misión principal de Amor Libre Spain, sino proporcionar apoyo a personas que han decidido dejar de sufrir por amor o por sexo. Me informan de que antes de llegar aquí, las vidas de mis nuevos compañeros fueron una sucesión de experiencias desastrosas a causa de la monogamia impuesta: celos, machismo, violencia, dependencia emocional, baja autoestima y deseos frustrados. Me siento identificada con esta visión de que hay un antes y un después de abrir las relaciones de pareja. Así como otros descubren un día a Dios y dejan las drogas, los libreamorosos descubrieron Twitter, deidad suprema y omnipotente de las conexiones planetarias, que les ha permitido compartir información, experiencias, formarse y luchar día a día contra la idea de que existe un único amor, el romántico, monógamo y heteropatriarcal. Hablan de relaciones tóxicas que arrastraron, dicen, desde el cole, parejas que se convierten en una pesadilla. Finalmente, llegar a Amor Libre Spain supone reconocerse como lo que son, encontrar gente similar, usar la palabra “libre” como prefijo y fin de todo.

Por ejemplo, una seguidora pregunta en Twitter “mi pareja me ha pedido estar en una relación “abierta”, me pidió exclusividad pero que él pueda estar con otras personas. ¿Qué hago?”. Y de inmediato el grupo pone en marcha su servicio de consejería pública. Acuerdan en Whatssap una respuesta que más o menos explica por qué no puede aceptar un acuerdo tan desigual si ella también ansía tener otros amantes y lo publican. Resultado: un ser menos confundido en el mundo.

También hay tiempo para la distensión. Entra Pony Bonnie al chat y saluda así:

—Veo que seguís todes cachondes. Como envíe una foto de mi pene veréis lo realmente cachondo que estoy. ¡Como echaba de menos la promiscuidad de este grupo! — exclama y manda un selfie.

—Incluso con chándal despido sensualidad.

—Es cosa de las tetas— replican.

—¿Alguien ha dicho tetas?—dicen.

Luego de bromear un rato y leer sus testimonios puedo hacer una lista más o menos fiable de sus tribulaciones:

1. Que para sentir amor haya que “estar” con alguien. 2. Que alguien se enamore románticamente de une cuando une no entiende las relaciones así. 3. Que les amigues esperen monogamia o mimos. 4. Que te acusen de crear expectativas cuando no esperas una relación monógama. 5. Que ser cariñose se pueda tomar de otra manera. Así hasta el infinito. Porque los libreamorosos también lloran. Aunque más lloran los que no se enteran. Frases típicas de un alguien que se introduce en este mundo sin manual de instrucciones: “Oh dios mío, ya hemos quedado dos veces, ¿por que ahora no quieres salir conmigo?”. “Si sales conmigo ¿vas a verte con otres?”. “Pero si me dijiste que aunque tenías pareja podías estar con más persones, ¿por que no te quieres liar conmigo?”. Bitch, please.

Un nuevo hilo de conversación se impone: los insultos. Dorit pregunta cómo insultar sin afectar a ningún colectivo o minoría. Llueven propuestas: necio, gilipollas, melón, despreciable, cenutrie, escoria, basura humana, ¿capitalista?, opresore, nazi. Y un dedo medio.

– No se puede ir haciendo daño por ahí a gente aún no deconstruida— wassapea Amy.

Qué edad tenéis, pregunto ya instalada en la sospecha. “Soy Ganinasfree, 17 años, demisexual, genderfluid, grisgenero, agénero-hombre, y mi pronombre es “elle”. “Yo, Ren, 14”. “Soy Puñeterín, tengo 18 y soy elle”. “María, 15”, “Valesca, 19”. “Yo tengo 15”, dice Venus, pero me estoy deconstruyendo desde los 13”. Nadie tiene más de 20 años en este grupo de libreamorosos.

Me doy cuenta de que no todos los adolescentes de hoy están haciendo el tonto en Ópera, bailando a Enrique Iglesias o yendo de botellón. Otros están trabajando juntos por superar los celos, intentando gestionar sus vínculos de manera distinta, denunciando que la monogamia no lo es todo, dejando que fluya el amor entre las personas que los rodean. Adolescentes jugando al puzzle con piezas de museo que destrozan a punta de pantalla.

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