Carne de ladrillo

Si la burbuja inmobiliaria ha sido para nosotros un Waterloo, nuestro Stendhal para el caso se llamaba Rafael Chirbes

Para explicar Waterloo, los historiadores pusieron los datos y los análisis. De la carne se encargaría Stendhal. Las cifras de bajas, el detalle de las operaciones militares y el contexto geopolítico suministran información muy valiosa, pero siempre dejan un vacío: la materia humana que late por debajo. Es en La cartuja de Parma donde podemos descubrir a la gente corriente que, sin saber muy bien de qué modo, se vio atrapada en aquel acontecimiento histórico, y es leyendo las páginas de esa novela cómo podemos sentir toda su angustia, su desorientación y su incredulidad.

Si convenimos q...

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Para explicar Waterloo, los historiadores pusieron los datos y los análisis. De la carne se encargaría Stendhal. Las cifras de bajas, el detalle de las operaciones militares y el contexto geopolítico suministran información muy valiosa, pero siempre dejan un vacío: la materia humana que late por debajo. Es en La cartuja de Parma donde podemos descubrir a la gente corriente que, sin saber muy bien de qué modo, se vio atrapada en aquel acontecimiento histórico, y es leyendo las páginas de esa novela cómo podemos sentir toda su angustia, su desorientación y su incredulidad.

Si convenimos que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha sido para nosotros un pequeño Waterloo, nuestro Stendhal para el caso se llamaba Rafael Chirbes y acaba de dejarnos. Las dos últimas novelas que publicó en vida, Crematorio y En la orilla, constituyen la mejor disección de toda la carne que palpitaba alrededor del ladrillo durante esos años ahora tan aparentemente lejanos. La sustancia humana va aflorando en los relatos de Chirbes —que también fue periodista— a través de escenarios y personajes tan múltiples como contradictorios: oficinas municipales y sucursales bancarias, restaurantes de moda y mugrientos tugurios de venta de sexo, cochazos de estreno y marismas devastadas, mafiosos rusos y carpinteros honrados, codiciosos insaciables y trabajadores que solo buscan un poco de desahogo y bienestar...

A estas alturas, ya no hay duda de que todas las grandes euforias y tragedias de España en el siglo XXI caben en el agujero de un ladrillo. Allí se gestó el sueño de un país entre los más ricos del mundo, con una clase media vasta y opulenta, y por allí empezaron a correr las aguas turbias que luego nos inundaron hasta el cuello: la corrupción política, la ceguera económica, el despilfarro, la degradación natural... El ladrillo fue como un gran proyecto colectivo y, una vez que estalló, nos ha dejado sin nada para reemplazarlo.

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Las novelas de Chirbes, que se ocupan de todo eso, han tenido casi más éxito fuera de España que aquí. Siempre es duro mirarse en el espejo, sobre todo cuando este devuelve una imagen de desesperanza, esa terrible sensación de que, si nos pusiesen otra vez en las mismas circunstancias, lo más probable es que volveríamos a hacer exactamente lo mismo que entonces.

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