El 'índice de la camarera buenorra', el gato muerto y lo que estos nos dicen sobre la economía

El periodista John Lanchester se hartó de no entender a los economistas y aprendió su idioma. Ahora, lo cuenta en un libro

John Lanchester, retratado para ICON en Barcelona. Salir de copas con él debe ser un drama, pues donde uno ve una camarera guapa, él atisba una crisis macroeconómica.Albert Jodar

John Lanchester recuerda con nostalgia los días en que su actividad se centraba sobre todo en escribir novelas como El puerto de los aromas o El señor Phillips y artículos periodísticos sobre gastronomía, libros y fútbol. “Luego llegó la crisis de 2007 y la economía irrumpió en mi vida y en la de todos”, cuenta este ciudadano del mundo, nacido en Hamburgo en 1962 y crecido entre Calcuta, Brunéi, Rangún y Hong Kong antes de acabar estableciéndose definitivamente en Londres. “Conceptos como contracción del crédito, austeridad, externalización o prima de riesgo empezaron a forma...

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John Lanchester recuerda con nostalgia los días en que su actividad se centraba sobre todo en escribir novelas como El puerto de los aromas o El señor Phillips y artículos periodísticos sobre gastronomía, libros y fútbol. “Luego llegó la crisis de 2007 y la economía irrumpió en mi vida y en la de todos”, cuenta este ciudadano del mundo, nacido en Hamburgo en 1962 y crecido entre Calcuta, Brunéi, Rangún y Hong Kong antes de acabar estableciéndose definitivamente en Londres. “Conceptos como contracción del crédito, austeridad, externalización o prima de riesgo empezaron a formar parte de una gran conversación mundial un tanto histérica sobre cómo el dinero se había vuelto loco y de repente estábamos todos jodidos”, recuerda.

Conceptos como  'austeridad' o 'prima de riesgo' empezaron a formar parte de una gran conversación mundial un tanto histérica sobre cómo el dinero se había vuelto loco y de repente estábamos todos jodidos

Entonces, sintió la necesidad de mediar en esa trascendente charla: “Me impuse la tarea de ser capaz de hablar el idioma del dinero para poder ayudar a los demás a entenderlo. Creo que ningún ciudadano debe resignarse a ser sujeto pasivo de una conversación en la que se decide su futuro. Y los periodistas, que de alguna manera tenemos la obligación de explicar el mundo, mucho menos”.

Cómo hablar de dinero (Anagrama) es el fruto de ese esfuerzo de años por aprender ese nuevo idioma “como si fuese una lengua extranjera, francés, ruso o indonesio”. Lanchester es el primero en reconocer que a los británicos suele dárseles muy mal aprender idiomas ajenos (“todo el mundo se dirige a nosotros en el nuestro, y eso hace que no tengamos el oído educado en la diferencia”), pero cree que en su caso la dificultad ha resultado una ventaja: “Supe desde el principio que iba a ser difícil, por eso me armé de paciencia y fui perseverante y disciplinado. Al principio, crees entender algo y construyes frases muy rudimentarias que te permiten hablar como si fueses un niño. Poco a poco vas ampliando tu vocabulario y tus conocimientos de gramática, hasta que te ves de lleno en una conversación en que todos hablan el idioma del dinero y tú ya eres uno de ellos”.

Existe el Índice de la Camarera Buenorra: si camareras del bar cada vez son más guapas, la economía va a peor. En épocas de prosperidad, las chicas guapas sin estudios consiguen buenos trabajos

Lanchester ya ha dejado de considerar el del dinero un idioma enemigo. “La economía es una herramienta y es posible hacer de ella todo tipo de usos. Los que llevan contribuyendo a convertir nuestro mundo en un lugar peor desde 2007 son sólo una de las tribus del dinero, ni siquiera la mayoritaria. Y esos, precisamente, son los menos interesados en que nos unamos a la conversación: cuanta más gente hable su idioma, más fácil será desenmascararles y evitar que nos sigan engañando”. Según su experiencia, el del dinero permite mentir, como cualquier otro idioma, pero sobre todo es rico en eufemismos y medias verdades: “Sabemos que reestructuración quiere decir despidos, que moderación significa peores salarios, que austeridad es sinónimo de servicios públicos precarios, exclusión social y puede que incluso hambre”.

“Sabemos que 'reestructuración' quiere decir despidos, que 'moderación' significa 'peores salarios', que 'austeridad' es sinónimo de servicios públicos precarios, exclusión social y puede que incluso hambre”

También es un idioma rico en metáforas y sobreentendidos, además de impregnado de un sentido del humor un tanto perverso: “Uno de los conceptos económicos que más me ha divertido incluir en mi libro es el índice de la camarera buenorra. Básicamente, consiste en que si las camareras del bar que frecuentas cada vez son más guapas, eso es señal de que la economía va a peor, porque en épocas de prosperidad, las chicas guapas sin estudios consiguen buenos trabajos”. Otro rasgo de humor casi sociópata que divierte a los que saben hablar dinero es el llamado efecto gato muerto: “Cuando una economía lleva mucho tiempo en recesión, lo más probable es que registre un crecimiento importante en un periodo concreto antes de estabilizarse o volver a entrar en recesión. Eso se debe, según los profesionales, a que incluso un gato muerto arrojado al vacío rebota al llegar al suelo”.

Los que llevan contribuyendo a convertir nuestro mundo en un lugar peor desde 2007 son sólo una de las tribus del dinero, ni siquiera la mayoritaria. Y esos, precisamente, son los menos interesados en que nos unamos a la conversación

Hablar este lenguaje nos hará, en definitiva, más libres. “Me parece legítimo que a la hora de votar lo hagamos por razones ideológicas, viscerales o sentimentales, pero creo que resultaría útil que intentásemos entender las consecuencias económicas de nuestro voto”, explica. ¿Hablando en dinero podemos aspirar a semejante resultado? En su caso, aprender economía le ha servido para “votar más o menos lo mismo, aunque por distintas razones”. Y además, para practicar con su esposa modestas técnicas de manipulación psicológica que dice llevar en su interior: “Por ejemplo, conseguí que comprase la barbacoa que yo quería mostrándole una un poco más cara y otra un poco más barata. En microeconomía, eso se llama triangulación de precios, y les aseguro que funciona. Aprender a hablar en dinero no me ha hecho más rico, pero me ha servido al menos para obtener pequeñas satisfacciones como esa”.

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