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La ciudad de los niños sin nada que hacer

En Dabin City se ha formado una microsociedad en la que los niños, sin escuela, han visto cosas que nunca deberían haber presenciado

La llegada de una persona ajena siempre es un acontecimiento para los niños y bastan unos minutos para que una decena de niños corran tras el fotógrafo y se arremolinen delante del objetivo.
Los niños están por todas partes, en la oscuridad de los huecos de las escaleras con peldaños sin rematar y desprovistas de pasamanos, en los montones de ladrillos inestables de varios metros de altura, y corren descalzos entre trozos de vidrio roto y chatarra oxidada.
A menudo, son los niños, que se han quedado sin escuela, los que permanecen sentados en los puestos y quienes hacen la compra. Hay cientos de ellos en Dabin, muchas veces desatendidos y aburridos.
No hay colegio, y existen muy pocas actividades para los niños exceptuando las que organizan las organizaciones humanitarias de manera puntual.
Los equipos de salud mental siguen recorriendo el lugar entre sesiones de relajación y actividades para los niños. Médicos sin Fronteras también interviene allí y ha instalado una clínica móvil, algo necesario dadas las dificultades de acceso al hospital más próximo.
Rahat y Mahdi, sentados, muy serios, en medio del terraplén y vigilan su puesto mientras esperan a un hipotético cliente.
Ana Farhan se sienta al lado de su marido Abdallah. Juntos suman 165 años de una vida de trabajo lejos de las atrocidades de estas últimas semanas.