Columna

Desgracia

Los expertos en procesos judiciales advierten que Bárcenas podría estar siguiendo la estrategia de Correa

Nada es lo que parece. La triunfal imagen de Bárcenas en la puerta de su casa puede resultar irritante, indignante, asombrosa o temible, pero ninguno de estos adjetivos la explica por completo. La estrategia del PP, que pretende huir hacia delante y esconder la cabeza en la tierra al mismo tiempo, se podría calificar con estos u otros adjetivos, pero el resultado sería semejante. Los expertos en procesos judiciales advierten que Bárcenas podría estar siguiendo la estrategia de Correa, que renunciar a sus abogados cuando Ruz podría tener sólo dos meses más para completar la instrucción, represe...

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Nada es lo que parece. La triunfal imagen de Bárcenas en la puerta de su casa puede resultar irritante, indignante, asombrosa o temible, pero ninguno de estos adjetivos la explica por completo. La estrategia del PP, que pretende huir hacia delante y esconder la cabeza en la tierra al mismo tiempo, se podría calificar con estos u otros adjetivos, pero el resultado sería semejante. Los expertos en procesos judiciales advierten que Bárcenas podría estar siguiendo la estrategia de Correa, que renunciar a sus abogados cuando Ruz podría tener sólo dos meses más para completar la instrucción, representa un intento de paralizar la causa, pero ni siquiera eso sería tan importante. El espectáculo es, desde luego, lamentable, pero también es una cáscara, el desechable envoltorio de la realidad que vivimos. Ya ha pasado el tiempo de las argumentaciones. Ya dan igual los formulismos, las pruebas, las argucias técnicas. Es irrelevante, incluso, que los responsables de esta situación encarguen encuestas, las interpreten, reivindiquen sus resultados o adelanten elecciones para hacerse fotos formando la V de la victoria con dos dedos. Tal vez ellos, ellas, sean los únicos que no se han dado cuenta de que este país está enfermo, que sus promesas, sus argucias, sus programas ya no representan ni siquiera una torpeza. Son una pura ingenuidad, una esperanza tan disparatada como tratar con aspirinas a un enfermo terminal. Pero nuestros males son del espíritu, no del cuerpo. Esta situación podrá prolongarse todavía durante algún tiempo, podrá parecer que nada ha cambiado, y será mentira. Los humanos se acostumbran a convivir con la desgracia. Luego, un día, explotan. Y siempre hay quien se pregunta qué les habrá pasado.

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