Cartas al director

Ciencias y letras

Con mi paso a través del sistema educativo (estudio segundo curso de un doble grado), he podido comprobar que en el siglo XXI la ciencia ha quedado definitivamente asentada en la cúspide del ordenamiento de materias. En un mundo cada vez más globalizado y especificado, aparece como evidente la necesidad de precisión, exactitud, cálculo y ajustes matemáticos en todos los campos del saber. Sin embargo, una vez sumidos en esta espiral tecnológica, parecemos incapaces de mirar atrás para observar el error de partida: la naturaleza humana no es cuantificable. Esta imposición científica en las escue...

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Con mi paso a través del sistema educativo (estudio segundo curso de un doble grado), he podido comprobar que en el siglo XXI la ciencia ha quedado definitivamente asentada en la cúspide del ordenamiento de materias. En un mundo cada vez más globalizado y especificado, aparece como evidente la necesidad de precisión, exactitud, cálculo y ajustes matemáticos en todos los campos del saber. Sin embargo, una vez sumidos en esta espiral tecnológica, parecemos incapaces de mirar atrás para observar el error de partida: la naturaleza humana no es cuantificable. Esta imposición científica en las escuelas supone el destierro de cierta parte humanística del saber (artes, literatura), nos alejamos de ser personas para asemejarnos cada vez más a máquinas de cálculo. La consecuencia inmediata es la pérdida de la humanidad, de los valores éticos. Mi generación estará llena de científicos brillantes a la deriva, sin un código moral sólido, sin convencimientos ni creencias acerca de valores como la justicia, el amor o el sentido de la vida. Mi generación está perdida.— José María Argüello Mur.

 

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