Opinión

El Régimen

Ahora muchos llaman así al '78, como si éste fuera oprobioso. Aquí la gente pudo hablar, discutir, asociarse, pedir becas y obtenerlas

El Régimen acabó cuando volvió el Guernica a España; hasta entonces las heridas de la guerra no habían cicatrizado aún, y no han cicatrizado todavía, pero aquel fue un símbolo mayor de lo que supuso para este país la contienda cruenta que nació del odio y se resolvió con odio.

Cayó el Régimen, es verdad, sin que el dictador que se puso en su cúpula, habiendo odiado y matado, sufriera ni cárcel ni otros martirios que probablemente merecieron su felonía. Y la llegada de ese cuadro, además de la salida de los presos, la celebración popular de la libertad, todo ello conspiró para q...

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El Régimen acabó cuando volvió el Guernica a España; hasta entonces las heridas de la guerra no habían cicatrizado aún, y no han cicatrizado todavía, pero aquel fue un símbolo mayor de lo que supuso para este país la contienda cruenta que nació del odio y se resolvió con odio.

Cayó el Régimen, es verdad, sin que el dictador que se puso en su cúpula, habiendo odiado y matado, sufriera ni cárcel ni otros martirios que probablemente merecieron su felonía. Y la llegada de ese cuadro, además de la salida de los presos, la celebración popular de la libertad, todo ello conspiró para que se creara entre nosotros, los que entonces vivíamos y recordábamos esos años pesados, la ilusión de otra vida.

Y hubo otra vida, quién lo duda. Bueno, yo digo quién lo duda y al tiempo estoy recordando que al menos esta semana, en EL PAÍS, dos jóvenes políticas titularon de esta manera, sucesivamente, lo que fue ese periodo que se abrió una vez que acabó el Régimen: una escribió aquí que ese que nosotros creíamos que se podía celebrar, desde la Transición en adelante, era en realidad el Régimen del 78; y la otra joven política, de un partido diferente, expresó con el mismo afán denigratorio la palabra “régimen” para explicar el tiempo pasado.

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Cuarenta años son los que duró Franco, y juro por mi madre y por mi padre que no se parecieron a estos 40 

No es la primera vez que lo leo, que lo leemos, los que somos de aquella quinta, que puede ser llamada también la quinta del Buitre, pues aquel militar que nos presidió tanto tiempo, 40 años, tenía a la muerte (como Millán Astray) entre sus más afanosas tonadillas. El último domingo escuché, hablando de estos años que vinieron después de Franco, que estos 40 años habían sido el nido de una ignominia que había traído corrupción y nada. Me fijé en que dijo 40 años, y no esta época, o este tiempo, que pudieran ser sinónimos benévolos que se pueden entender como igualmente peyorativos, pero que no tienen por qué asociarse directamente con lo que para los que vivimos en aquel entonces significaba la expresión “cuarenta años”.

Pues 40 años son los que duró Franco, y juro por mi madre y por mi padre que no se parecieron (en lo que yo los viví) a estos 40 años en que, por ejemplo, ha vivido mi hija. Ya que ando en ejemplos familiares, debo decir que en el Régimen (en el que siempre llamamos Régimen) mi padre, mi madre y mis hermanos no podían ir al ayuntamiento, al juzgado o al médico sin temor a ser expulsados o mal atendidos; y sé, porque lo viví, que desde que se instauró en España lo que ahora muchos llaman Régimen del 78, como si éste fuera oprobioso, aquí la gente pudo hablar, discutir, asociarse, pedir becas y obtenerlas, estudiar aunque no tuviera posibles, exigir buen trato de los organismos públicos. El público en general, el que había sido sojuzgado en el franquismo, y también el que disfrutó del franquismo, se hizo dueño de la calle y de las iniciativas, pudo votar, criticar, se hizo soberano. Fue tan importante el cambio que incluso no le gustó al Ejército ni a la Iglesia, que hasta entonces habían sido parte indivisible del Régimen de Franco.

Es muy probable que en medio del descrédito de las palabras se haya mezclado ahora como posible que se diga Régimen para hablar de lo que hemos vivido y resulte políticamente incorrecto que uno diga que está harto de una comparación de semejante falacia.

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