Editorial

Tímida expansión

El crecimiento de las economías de la eurozona es insuficiente para superar sus desequilibrios

La eurozona ha crecido en el tercer trimestre un 0,2% sobre el valor de la producción registrado tres meses antes. Se ha eludido la entrada en territorio contractivo, pero en modo alguno son señales que presagien una mayor expansión en los meses venideros, al menos de la intensidad que requieren los desequilibrios acumulados en la mayoría de las economías del área monetaria. Las autoridades seguirán viéndose obligadas a adoptar decisiones más estimuladoras si se quiere evitar la persistencia de un cuadro dominado por el bajo crecimiento y la igualmente peligrosa baja inflación.

Las dos ...

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La eurozona ha crecido en el tercer trimestre un 0,2% sobre el valor de la producción registrado tres meses antes. Se ha eludido la entrada en territorio contractivo, pero en modo alguno son señales que presagien una mayor expansión en los meses venideros, al menos de la intensidad que requieren los desequilibrios acumulados en la mayoría de las economías del área monetaria. Las autoridades seguirán viéndose obligadas a adoptar decisiones más estimuladoras si se quiere evitar la persistencia de un cuadro dominado por el bajo crecimiento y la igualmente peligrosa baja inflación.

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Las dos mayores economías, Alemania y Francia, han crecido un 0,1% y 0,3%, respectivamente, mientras que la italiana, que desde 2011 no ha registrado crecimiento en ningún trimestre, se ha contraído una décima. La española ha sido, junto a la griega, de las que más han crecido, con tasas del 0,5 y 0,7%, respectivamente.

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Se trata de ritmos de aumento a todas luces insuficientes para avanzar en la reducción de los desequilibrios que la mayoría de las economías de la eurozona presenta, y para que el desempleo disminuya hasta niveles del registrado en EE UU (5,8%) donde la crisis se originó. Y, en todo caso, para que el nivel de endeudamiento público y privado siga reduciéndose sin contraer la actividad. Un crecimiento vulnerable, en definitiva, que sigue reclamando actuaciones expansivas de la demanda agregada, tanto en la política monetaria como en las políticas fiscales de aquellas economías —la alemana, por ejemplo— con margen de maniobra para hacerlo.

Las autoridades de Berlín tienen que dejar que el BCE prosiga en sus propósitos de alejamiento de la amenaza deflacionista mediante la compra de deuda privada y pública en los mercados secundarios, y que las instituciones europeas concreten los planes de inversión paneuropeas con que Juncker llegó a la presidencia de la Comisión. El propio Gobierno alemán debe aprovechar su favorable posición fiscal y la de su balanza de pagos para intensificar las dotaciones de capital físico y tecnológico de su economía.

Los bajos tipos de interés que aún están vigentes en la eurozona favorecen esas decisiones fortalecedoras del crecimiento y de la productividad, que además contribuirían a aumentar los ingresos impositivos y a reducir la abultada deuda pública de la mayoría de las economías. Seguir retrasando esas decisiones es acercar el riesgo de estancamiento secular del área monetaria.

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