Editorial

Putin se refuerza

Las condenas de la OTAN y las sanciones no afectan a la estrategia del presidente ruso

Dejados atrás los apretones de manos y la retórica del entendimiento empleada a principios de semana en la capital bielorrusa durante su encuentro con Petró Poroshenko, presidente de Ucrania, Vladímir Putin parece decidido seguir marcando los tiempos en el conflicto de Ucrania, indiferente a la reacción que pueda provocar en Occidente tanto en el plano económico como en el estratégico.

Si el lunes el presidente ruso aseguraba inocentemente que él no podía intervenir en la negociación de un alto al fuego entre el Ejército ucranio y la guerrilla separatista prorrusa porque no tenía nada q...

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Dejados atrás los apretones de manos y la retórica del entendimiento empleada a principios de semana en la capital bielorrusa durante su encuentro con Petró Poroshenko, presidente de Ucrania, Vladímir Putin parece decidido seguir marcando los tiempos en el conflicto de Ucrania, indiferente a la reacción que pueda provocar en Occidente tanto en el plano económico como en el estratégico.

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Si el lunes el presidente ruso aseguraba inocentemente que él no podía intervenir en la negociación de un alto al fuego entre el Ejército ucranio y la guerrilla separatista prorrusa porque no tenía nada que ver con los rebeldes, ayer se dirigía a éstos para que abran “corredores humanitarios” y dejen pasar a los soldados ucranios que tienen rodeados y les permitan “regresar con sus madres y sus hijos”. Eso sí, antes comparó al Ejército regular de Ucrania con la Wehrmacht de Adolf Hitler y le acusó de bombardear indiscriminadamente poblaciones civiles.

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Esta es solo una muestra del amplio repertorio de recursos que Putin está desplegando en la crisis con Ucrania, que van desde anexionarse Crimea empleando tropas bien pertrechadas pero sin distintivos a negar tajantemente la presencia de un millar de militares rusos en el Este de Ucrania. Y cuando se presentan como prueba imágenes de uniformados capturados en territorio ucranio, Moscú defiende la versión de que se trataba de soldados de patrulla que se desorientaron. Además, siguen sin respuesta importantes interrogantes: quién está armando y pertrechando a los separatistas —para que no queden dudas denominan al territorio por el que combaten Nueva Rusia— y de qué lanzadera partió el misil que el 17 de julio derribó un avión civil con 298 pasajeros a bordo.

Mientras, Naciones Unidas ha denunciado que el conflicto se cobra unas 35 muertes diarias —2.600 muertos desde que comenzaran los combates en el Este del país—, la OTAN ha acusado a Moscú por violación flagrante de la soberanía territorial ucrania y Barack Obama ha amenazado con adoptar nuevas sanciones económicas en coordinación con sus aliados europeos. Pero poco más. Putin sigue aguantando el tirón. Ucrania se encamina hacia unas elecciones parlamentarias convocadas de urgencia para octubre de las que debe salir un nuevo Gobierno. Las sanciones impuestas por la Unión Europea están teniendo efectos secundarios negativos en sectores agrícolas de la UE y la Alianza Atlántica respondió ayer con una generalidad al anuncio del Gobierno saliente ucranio de que Kiev piensa pedir la adhesión a la OTAN.

Aunque sobre el terreno la crisis pueda enfriarse si los rebeldes permiten la salida de los militares ucranios y estos levanta el cerco sobre varias ciudades en manos separatistas, el problema se complica cada vez más. Consolidada la anexión de Crimea, Rusia no parece dispuesta a ceder en el Este de Ucrania y Europa y EE UU no parecen capaces de encontrar el talón de Aquiles de Putin.

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