Cartas al director

Jordi Évole y el 23-F

Me parece que se está magnificando, negativamente, el magnífico fake que sobre el 23-F dirigió el estupendo periodista que es Jordi Évole. No entiendo tanto revuelo. Podría entender que se considere un despropósito de marca mayor la parodia de un golpe de Estado en directo, pero que algunos se rasguen las vestiduras por la recreación libérrima de una interpretación del golpe ocurrido hace más de tres décadas me parece un tanto exagerado y de una solemnidad inaudita. Ya puestos, lo que debería ser objeto de queja es el secreto de sumario en el que está sumergido aquel terrible aconteci...

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Me parece que se está magnificando, negativamente, el magnífico fake que sobre el 23-F dirigió el estupendo periodista que es Jordi Évole. No entiendo tanto revuelo. Podría entender que se considere un despropósito de marca mayor la parodia de un golpe de Estado en directo, pero que algunos se rasguen las vestiduras por la recreación libérrima de una interpretación del golpe ocurrido hace más de tres décadas me parece un tanto exagerado y de una solemnidad inaudita. Ya puestos, lo que debería ser objeto de queja es el secreto de sumario en el que está sumergido aquel terrible acontecimiento, como si los españoles fuéramos niños de párvulos a los que hay que ocultar la verdad por falta de madurez.— Gonzalo de Miguel Renedo. La Rioja.

Jordi Évole ha dado una lección de periodismo de humor sobre una política que produce ya la misma risa, porque su programa del 23-F era una simbología del mismo hecho real. Pero es lo mismo que vemos a diario con muchos temas, principalmente la corrupción, donde todo es una verdad amparada por mentiras y, al final, ya no sabemos quién es quién. Y eso es lo que traman los políticos, hacernos un lío mental a los ciudadanos para que no nos enteremos de la verdad completa. O sea, la farsa muy bien hecha de Évole en su programa. Ojalá haga otra de la corrupción para que nos la tomemos más a broma, que es lo único que nos queda para consolarnos.— César Moya Villasante. Madrid

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La conclusión del reportaje de Évole es que a los ciudadanos se nos puede engañar fácilmente. Una vez entendido esto, la cosa da miedo.

Sabemos que nos filtran continuamente la información que nos proporcionan, que se manipula la que nos llega y que somos para el Gobierno y el cuarto poder una masa fácilmente maleable, pero lo del domingo fue demasiado. No creo necesario llegar a ese extremo tan humillante para convencernos de que se deben desclasificar documentos de ese y de otros muchos casos.

Si Évole pretendía aumentar su prestigio, mucho me temo que dará que hablar, pero el efecto a la larga será el contrario. Para mí ha perdido la seriedad profesional que tenía.

En resumen, Jordi Évole no es Orson Welles y lo que ha dejado claro es que la prensa sabe y puede engañar y que los ciudadanos pueden creer casi cualquier cosa. Muchos opinarán que fue magistral, pero yo pienso que la confianza es frágil, y una vez rota…— Lucía López Farelo. Valencia.

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