Cartas al director

Era contemporánea

Hoy por hoy, es muy sencillo el acceso a las noticias más relevantes. Pero expresar una idea no es tan fácil en estos tiempos. Sin ir más lejos, hace poco ha llamado mi atención la propia opinión personal del más alto cargo eclesiástico. Su eminencia ha abrazado con sus comentarios lo que tantos otros en su cargo alejaban: la era contemporánea. Por mucho que lo neguemos, progresistas o no, la homosexualidad y el aborto son aún temas repletos de eufemismos en la sociedad —no hablemos ya de la presencia femenina en jerarquías cardenalicias, para algunos—. Los españoles siempre hemos tenido un ca...

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Hoy por hoy, es muy sencillo el acceso a las noticias más relevantes. Pero expresar una idea no es tan fácil en estos tiempos. Sin ir más lejos, hace poco ha llamado mi atención la propia opinión personal del más alto cargo eclesiástico. Su eminencia ha abrazado con sus comentarios lo que tantos otros en su cargo alejaban: la era contemporánea. Por mucho que lo neguemos, progresistas o no, la homosexualidad y el aborto son aún temas repletos de eufemismos en la sociedad —no hablemos ya de la presencia femenina en jerarquías cardenalicias, para algunos—. Los españoles siempre hemos tenido un carácter fuerte, llamado en otros términos etnocentrismo. Si bien todo un venerado señor de 77 años ha podido abarcar en su mente algo más que aquello que su religión le dictaba, ¿por qué no el resto?

Quizás ahora, y por primera vez en mucho tiempo, sean los Estados los que deberían seguir un ejemplo eclesiástico.— Natalia Gómez Rodríguez.

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