Editorial

Un largo parón

Desde que en 2006 llegaran al 12%, el número de mujeres en el Ejército ha crecido muy poco

Un cuarto de siglo después de que el Ejército español abriera sus puertas a las mujeres, la crisis distorsiona también en este caso el desarrollo de un proceso harto complicado. Cambiar las estructuras y el funcionamiento —y la mentalidad— de una institución reservada tradicionalmente a los varones para abrirla a la presencia femenina, y ajustarla así a los nuevos tiempos, no era un desafío fácil. En 1999 desapareció ya cualquier distinción entre sexos para ocupar destinos con lo que la igualdad legal se había conquistado plenamente, lo que fue sin duda un notable avance. Las cifras, sin embar...

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Un cuarto de siglo después de que el Ejército español abriera sus puertas a las mujeres, la crisis distorsiona también en este caso el desarrollo de un proceso harto complicado. Cambiar las estructuras y el funcionamiento —y la mentalidad— de una institución reservada tradicionalmente a los varones para abrirla a la presencia femenina, y ajustarla así a los nuevos tiempos, no era un desafío fácil. En 1999 desapareció ya cualquier distinción entre sexos para ocupar destinos con lo que la igualdad legal se había conquistado plenamente, lo que fue sin duda un notable avance. Las cifras, sin embargo, muestran que todavía hay grandes distancias en el mundo real: las mujeres son solo el 12,3% de los militares; llegan al 16,9% si se trata de efectivos de tropa y marinería, pero solo hay un 7,3% de oficiales y un 3,2% de suboficiales.

Es evidente que la equiparación entre hombres y mujeres no puede hacerse de manera forzada ni precipitada, y que los porcentajes de presencia femenina en los ejércitos de países aliados son relativamente semejantes, desde el 9,3% de Alemania al 19% de Francia pasando por el 14,5% de EE UU (cifras de 2011). Aun así, resulta llamativo que cada vez sea menor el porcentaje de mujeres que ingresan en el Ejército. En 2008 hubo un 11,5% de nuevas incorporaciones; en 2011, ya solo fue del 4,8%. Y hay otro dato: una vez que se conquistó en 2006 ese 12% de mujeres militares, el porcentaje casi no ha variado.

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No sería ninguna buena noticia que los efectos de la crisis estuvieran perjudicando a las mujeres a la hora de entrar en los cuarteles, máxime cuando fueron ellas las que se alistaron cuando, un tiempo después de que se les autorizara su ingreso, escaseaban los candidatos masculinos.

Desde el fin de la dictadura, las Fuerzas Armadas han cambiado radicalmente en España, y uno de los signos de esa transformación es la incorporación femenina a sus filas, participando por ejemplo en misiones internacionales (305 mujeres, en enero de 2012; en 2007, una soldado murió en Afganistán). Distintas medidas les han facilitado la vida en caso de maternidad, pero aún hacen falta iniciativas para que puedan defenderse del riesgo de acoso sexual, empezando porque se lo tipifique como delito en un nuevo Código Penal Militar.

Se ha hecho mucho, pero quedan tareas pendientes. El Ejército español debe redefinir ahora su papel en el nuevo escenario geopolítico. Al hacerlo, la voz de sus mujeres es necesaria.

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