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79 vidas robadas en una curva (II)

Hemos venido a un bautizo y nos quedaremos a un entierro , decía uno de los supervivientes al accidente que ha segado 79 vidas en una curva de la vía del tren que une Madrid y Ferrol. Los fallecidos dejan tras de sí historias rotas.

Chema, como todo el mundo le llamaba, era natural de un pueblo de Ciudad Real. Hacía 10 años que era vicario de la iglesia de Santa Teresa de Jesús, una parroquia del municipio madrileño de Colmenar Viejo. "Era una persona anónima pero maravillosa. Era también un pintor fenomenal, un decorador", relata una catequista, con la voz rota por la emoción. "Casi todos en el pueblo tenemos un cuadro suyo”, añade Amado, un amigo. ¿Y qué pintaba? “Sobre todo motivos religiosos, pero también los carteles de las fiestas”, recuerda. Romeral cogió el Alvia porque quería pasar una semana de vacaciones en Galicia con un amigo. Otra de sus feligreses, Pilar Quiles, estaba pasando unos días en Murgados (A Coruña) cuando supo del descarrilamiento del tren en el que viajaba Romeral. "Me dijo que venía para aquí y que nos veríamos", declaró a los periodistas, mientras su marido se dirigía al aeropuerto de Lavacolla a recoger a las dos hermanas del vicario.
Nacido en A Coruña e informático de profesión, Jacobo era sobrino del vicepresidente del Banco Popular. Estudió la educación primaria en el colegio de Santo Domingo y cursó informática en Ourense. Se dirigía a su casa desde Madrid, donde había visitado a una de sus hermanas. Antes, había pasado unos día de vacaciones en un crucero junto a su novia, Lucía. Nacida en Pontevedra, Lucía se fue a estudiar Derecho a La Coruña. Le gustaba el fútbol y era una apasionada del Barcelona. Actualmente trabajaba en la tienda de moda Hoss Intropia.
Nacida en Andoain (Gipuzkoa), vivió durante 25 años en Santiago. Trabajó como auditora, primero en Sodiga y despues en Tracsa. Al final se montó su propia auditoria en la calle Tras Do Pilar de Santiago. Soltera y residente en Madrid, se desplazaba a Santiago para celebrar junto a unos amigos el día del Apostol.
Hace 15 años que la colombiana Sara Vélez vivía en Madrid. Viajó desde Medellín apenas se graduó del colegio con la idea firme de fundar su propia empresa, un sueño que poco a poco fue haciendo realidad. Una de sus mejores amigas en España, Soraya Delgado, ha contado a medios colombianos que Sara tenía una pequeña empresa de carteras y collares y que pensaba incursionar en el diseño de ropa deportiva. En España también nacieron sus dos hijos, un niño de tres años y una niña de 11 a la que precisamente iba a visitar a Santiago de Compostela, por lo que tomó el tren que terminó descarrilándose. La niña estaba de vacaciones con la familia de su padre. Según Delgado, fue su pequeña hija quien le confirmó la trágica noticia. Sara viajaba sola y ahora será velada en Madrid para luego ser trasladada de regreso a Colombia.
No era la primera vez que Rosalina Ynoa González recorría los más de 6.300 kilómetros que separan su natal Santo Domingo de Santiago de Compostela para ver a Martina y Genodys, dos de sus 14 hermanos. Ya lo había hecho otras tres veces. Llegó a Madrid el lunes para participar en una reunión previa a la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno. Era directora de la Unidad de Cooperación Internacional en el Ministerio de Economía de República Dominicana. “Aprovechó para venir unos días a visitar”, explicó por teléfono Melsi Quesada, la mujer de su sobrino. La última vez que se vieron fue en diciembre, cuando Martina y su familia volvieron a su tierra para pasar las navidades. Nadie en Galicia sabía que Rosalina Ynoa viajaba en el Alvia que descarriló la tarde de miércoles. Era una sorpresa que se vio obligado a pinchar un conocido que la había acompañado a la estación. “Nos enteramos porque nos llamó para decirnos que ella estaba en el vagón número 5 de ese tren”, ha asegurado Quesada. Ynoa estaba casada y tenía cuatro hijos de entre 12 y 18 años.
Juan Antonio Palomino Alfaro, un vecino de Colmenar Viejo (Madrid), era “un auténtico luchador y un ejemplo para seguir”. Así lo ha descrito hoy su tía, María Dolores, que asegura que está pasando uno de los momentos peores de su vida por la pérdida de su familiar. Este administrativo de profesión trabajaba en el cercano municipio de Tres Cantos en la Constructora San José. Sus compañeros guardaron el viernes un minuto de silencio y la dirección de la empresa se ha puesto a disposición de la familiar por si necesita apoyo psicológico o judicial. Palomino era hijo único. Vivió una infancia difícil, que le llevó a quedar bajo la tutela de sus abuelos, a los que consideraba como sus verdaderos padres. Amante de los deportes (baloncesto y fútbol, sobre todo) y de la música, se había caracterizado siempre por ser “un estudiante excelente”, según recuerda su tía. “Se ponía el despertador él mismo y se levantaba a estudiar sin que nadie le dijera nada”, recuerda. Eso le llevó a sacarse el título de Formación Profesional de Administrativo y entrar en el Grupo San José. “Era muy trabajador y muy querido por todos. Sus compañeros se han volcado con él”, añadía la familiar. También tenía gran parte de autodidacta. De hecho, estudió por su cuenta inglés hasta tener un buen nivel. “Era especialmente bueno. Era muy reservado y nunca se metía en nada”, añade María Dolores. Iba en el tren Alvia para pasar unos días en Galicia con unos amigos. “Ahora la que lo está pasando especialmente mal es su abuela, para la que ha sido como un hijo. Todavía no se cree este duro golpe”, afirmaba. El cuerpo llegó el viernes por la tarde a Colmenar Viejo, donde fue velado por familiares y amigos. También se acercó el alcalde en funciones, César de la Serna, que se mostró consternado por la pérdida de “un vecino de toda la vida” del municipio. “Cuentan con el apoyo incondicional del Ayuntamiento para que no les falte de nada”, añadió el regidor en funciones.
Su apellido de soltera era Lasalle, era una puertorriqueña y vivía en Houston con su marido Raúl y sus tres hijas. Precisamente había viajado a Europa con motivo de la boda de una de ellas, en Roma, y después, mientras los novios empezaban su luna de miel en Madrid, el matrimonio decidió aprovechar para conocer la rama Fariza de Zamora, pues Raúl, de nacionalidad estadounidense, tiene antepasados en esta provincia, además de en Valladolid y Granada. Después del encuentro familiar, montaron en el vagón número siete del tren Madrid-Ferrol para pasar unos cuantos días más en Santiago. “La tuve en mis brazos, desangrándose, hasta que la metieron en la ambulancia”, relata el hombre. El rozamiento contra el tren tras el impacto le arrancó a Myrta el pelo y el cuero cabelludo. “Le peló media cabeza”, explicaba gesticulando con las manos el esposo. El sábado, en torno a las seis de la mañana, personal del Clínico de Santiago telefoneó de urgencia a Raúl y sus hijas, ya todas reunidas en Santiago. La visita no duró apenas nada. El tiempo necesario para recibir la noticia. Otros familiares de heridos que pasaban la noche en la sala de espera los vieron salir abatidos.
Natural de Segovia, trabajaba de veterinario. Tenía previsto desplazarse a Santiago con un antiguo compañero de carrera para disfrutar de la festividad del Apóstol. Según sus allegados, dudó hasta el último momento en viajar en tren. Su cuerpo esperaba el viernes en el Tanatorio segoviano de San Juan de la Cruz para ser velado. Sus familiares se desplazaron hasta Galicia en su búsqueda.
Jean-Baptiste Loirat, de 35 años, acaba de ser papá de una pequeña nacida a mediados de junio. Natural de Nantes, en el noroeste de Francia, vivía en Madrid desde 2006, donde se casó con Matilde Moro Valentín- Gamazo, una española compañera de la facultad de veterinaria de Madrid a la que conoció en Nantes cuando ella estudiaba con la beca Erasmus. Viajaba en el tren accidentado precisamente para reunirse con su esposa y su pequeña y pasar el verano en Galicia, en la casa de los padres de Matilde. Diplomado de la Universidad de Nantes, había viajado a Vietnam para finalizar su tesis antes de instalarse en España. Apasionado por su trabajo, siguió especializando en diferentes facultades a la vez que trabajaba y era una habitual de las conferencias. Desde el mes de febrero de 2012 trabajaba para Zoetis, especialista de las vacunas veterinarias.
Era de Pontevedra. Hija de un cirujano del Complejo Hospitalario de Pontevedra y de una funcionaria, Laura era una muy buena estudiante, según cuentan en su localidad. Licenciada en Matemáticas por la Universidad Complutense en 2012, justo había entregado su proyecto de final de máster en Madrid y se dirigió a Chamartín para coger el tren. Iba a Santiago a visitar a su novio, que reside en Compostela. Laura había sido admitida por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para un contrato predoctoral para investigadores en el instituto de Ciencias Matemáticas.
La pareja iba a Santiago para relajarse unos días aprovechando la fiesta del Apóstol. María Rey Sánchez, de 33 años, se licenció en Administración y Dirección de Empresas en Santiago en 2003, según su perfil de Linkedin, pero desde hace años trabajaba en Madrid. Fue en la capital donde conoció a Raúl Bonilla Trimiño, de 37, funcionario del Instituto Geográfico Nacional (IGN-CNIG). “Yo sabía que iban en ese tren. El mismo miércoles la llamé y, cuando no me contestó, me temí lo peor”, lamenta su compañero de trabajo Xavier del Valle, que hasta el sábado no pudo confirmar su presentimiento. La contable “era muy risueña y le faltaba un momento para ayudar. Siempre estaba organizando la oficina, nunca nos faltaba agua, ni galletas… Cuando llegó, esto parecía un piso de solteros porque éramos dos chicos solos”, recuerda con cariño del Valle.
Vivía en Madrid pero nació en Santa Cruz de Tenerife y hubiera cumplido 44 años en septiembre. Barral era profesor de la Escuela Española de Esquí (EEE) y durante muchos años trabajó como instructor en el centro comercial Xanadú, según Linkedin. También tocaba la gaita y le apasionaba la música folk. Hasta hace solo tres meses, Santiago regentaba un bar en Madrid. Sus allegados lo describen como una persona muy vital, extrovertida y campechana.
Víctor María de Sola y Alcoba y su esposa Elia Esther Gómez González eran un matrimonio que vivía en Madrid y que se encontraban en el tren siniestrado porque se disponían a pasar unos días de vacaciones en Lugo y Santiago en compañía de unos familiares, con quienes tenían previsto almorzar al día siguiente. En la estación de Santiago les esperaba su sobrina para recogerles, que fue la primera en recibir la noticia.
Víctor María nació el 6 de agosto de 1920 y Elia Esther el 2 de junio de 1929 en Lugo. Estudió enfermería en Santiago de Compostela y después ejerció durante un corto periodo de tiempo en el hospital de Calde hasta que se marchó a vivir a Madrid, donde conoció a su marido, que era funcionario del ministerio de Defensa. El matrimonio vivió siempre en Madrid, pero viajaban a Lugo a menudo para visitar a los hermanos y sobrinos de Elia y a Santiago para visitar a otra rama de su familia. Uno de los sobrinos de Lugo es el director del grupo Solo Voces, Fernando Gómez Jácome, informa La Voz de Galicia. Pese a su avanzada edad, viajaban de manera habitual, ya que siempre habían sido amantes de la vida aventurera. Elia y Víctor, que no tuvieron hijos, habían recorrido muchos países extranjeros, sobre todo a partir de su jubilación.
Juan Manuel de Diego Bajón trabajaba de profesor interino de hostelería en el instituto público Jorge Santayana de Ávila, pero siempre se le solía ver por el barrio de San Andrés, donde vivía con su madre. Juan Manuel viajaba a Santiago de Compostela para visitar a su amigo Fernando Negueruelo y disfrutar de las fiestas de Santiago, informa El Norte de Castilla. Eran compañeros desde su época universitaria y seguían manteniendo contacto periódico.
El último mensaje que Juan Manuel envió a través del móvil fue a Fernando, un escueto “Ahora te veo” que mandó cuando el tren paró en Orense para informar de que estaba llegando. Cuando Fernando supo de la noticia del descarrilamiento, comenzó a llamar al móvil a su amigo, pero nadie contestó, así que se puso a buscar en hospitales. La confirmación de su muerte llegó a primeras horas de la tarde del jueves.
Tras dos años y medio como profesor colaborador en el Instituto Cervantes de Budapest (Hungría), Manuel Sierra Moran, de 40 años, era un imprescindible en el centro. “Tanto profesores como alumnos se están enterando poco a poco y están mandando flores a la Embajada y al Instituto”, cuenta la directora de la institución, Rosa Sánchez Cascado, que encabeza un claustro de una veintena de profesores. Se implicaba en todas las actividades extraescolares que se organizaban para los cerca de 1.900 alumnos, este sociólogo de Valladolid era “agradable, cercano, colaborador… Nos queda muy buen recuerdo de él. Le queríamos todos mucho”, incide Sánchez.
Nerea García Pérez, natural de San Xiao de Narón, ha sido incinerada en la mañana del domingo en el tanatorio Artabria, tras llegar sus restos mortales a la ciudad el sábado. Ha sido una de las víctimas que más tiempo ha llevado identificar: en su municipio confirmaron que iba en el tren pero su cadáver no estaba en la lista de identificados. Nerea regresaba con su novio de Madrid, a dónde habían acudido para realizar unos trámites con el fin de trasladarse a Chile a trabajar. En el fatídico viaje de regreso, su pareja se apeó en Orense, en donde vive, y salvó su vida, pero ella prosiguió hasta Santiago. Nerea tiene un hermano, había terminado la carrera de arquitectura recientemente y durante cinco meses había trabajado como cajera en una tienda de artículos deportivos. En el perfil profesional que aún se puede leer en una página de internet, se describía como buena a la hora de trabajar en equipo, exigente con ella misma y organizada.
Antonio Suárez Alvedro, estaba, a sus 61 años, prejubilado de la Fábrica de Tabacos de A Coruña. El diario La voz de Galicia lo define como un “histórico del barrio de San Roque” de A Coruña, donde todos lo recuerdan con cariño, aunque no viviera allí en los últimos años. Dos de la víctimas del accidente, habían pasado décadas trabajando en la Tabacalera.
Nacida en Brasil, pero con raíces gallegas, Marcia Suárez Pena (Río de Janeiro, 1965), tenía su propio despacho de arquitectura en Salamanca. Estaba colegiada en Brasil, Portugal y España y había realizado proyectos también en Dubai y Panamá, según su cuenta de Linkedin. Tenía dos hijos de 19 y 5 años, según publica el diario La Voz de Galicia, que cuenta, además, que su madre nació en el municipio de A Baña, aunque vivía en Santiago desde que volvió de Brasil. Marcia, como hacía a menudo, iba en el tren para visitarla, según relata el mismo diario, que cita al alcalde de A Baña, Andrés García Cardeso, uno de los vecinos de la madre que acudió al funeral.
Nació en Zas, un pueblo de unos 5.000 habitantes en la provincia de A Coruña. Desde hace ya mucho tiempo no residía en el pueblo, según el alcalde, el nacionalista Manuel Muíño Espasandín. Tenía un hermano que le esperaba en Galicia. Acababa de cumplir 70 años.
Nació en Pontevedra y hubiera cumplido 69 años en septiembre. Vivía en Madrid y viajaba en el tren junto a su marido, Juan Cano Ibarreche, para ir a pasar una semana de vacaciones en A Coruña. El hombre resultó herido pero recibió el alta médica y estaba previsto que llegara a Madrid el sábado.
Coruñesa nacida en 1942, vivía en Madrid, muy cerca del Parque de El Retiro, en Sáinz de Baranda. Viajaba en el tren con su hermana Cristina Dans Gárate, que figura en la lista de heridos en el accidente. Isabel ha sido incinerada y sus restos mortales descansan en A Coruña.
Había nacido en Touro (A Coruña), pero vivía en Madrid, donde había conseguido una beca del Ministerio de Cultura. Era licenciada en Filología. Estaba regresando a casa para pasar las fiestas con sus padres y su hermano.
Abogada de formación, y vitoriana de nacimiento, María Ángeles, de 46 años, tomó el tren en Madrid. Iba a visitar a su hermano Víctor Manuel, traumatólogo afincado en A Coruña, donde pasa consulta en varios hospitales. Sin embargo, sus restos mortales fueron trasladados y velados en el tanatorio de Salamanca, donde residen sus padres y donde la fallecida vivió la mayor parte de su vida.
Manuel Ramón Suárez Rosende, de 57 años, solía viajar en coche, pero esta vez, decidió ir en tren, según ‘La Voz de Galicia’ citando a sus vecinos. Nacido en Santiago y empresario reputado, era copropietario de la empresa de Suministros a la Minería, Sumisal. Estaba casado, tenía dos hijos y en noviembre recibió un diploma de la Asociación de Empresarios del Polígono Empresarial del Tambre (Santiago), que premiaba su veteranía en el sector. Desconocedores de que venía en ese tren, “unos amigos lo llamaron a la hora del accidente para ver si bajaba a jugar la partida -afirma José Antonio Fraga, un vecino de Angrois, el lugar donde ocurrió la tragedia, y amigo de la víctima-, pero seguramente cuando lo llamaron ya estaba muerto”, cuenta ‘La Voz de Galicia’.
Aurelio Rodríguez, un empresario del sector del turismo y de la construcción, muy conocido en Calp (Alicante), cogió el tren Alvia desde Madrid para visitar en Santiago a amiga durante las fiestas. Rodríguez, de 67 años, tenía una inmobiliaria de alquiler y venta de apartamentos turísticos.
Rodríguez, íntimo amigo de José Cholbi, el Síndic de Greuges de la Comunidad Valenciana fue presidente local del PP del año 1982 a 1991. El defensor del pueblo de los valencianos, tras conocer que podía estar su amigo en el tren siniestrado, estuvo llamándole insistentemente para intentar localizarlo. El alcalde de Calp, César Sánchez, del PP, ha destaco “la nobleza” de este empresario. “Son momentos de mucho dolor, de gran tristeza, donde todo el pueblo está consternado de lo que ha pasado”, ha señalado el alcalde en una nota de prensa. El regidor ha definido a Rodríguez como una persona “afable, alegre y un gran empresario que se interesaba por los problemas de los vecinos”.
Tras el accidente, sus dos hijos, Adrián y Natalia, intentaron localizar a su padre y no lo consiguieron. Uno de ellos cogió un avión desde el aeropuerto de Alicante para colaborar en las labores de identificación de los cuerpos de las víctimas del accidente.
“Era un chico lleno de vida y muy cariñoso”, relata Franca Di Cara, amiga de la madre del joven fallecido. Dario nació en Forza D’Agrò, un pueblo de unos 900 habitantes cerca del mar, en la costa este de Sicilia. Dario estudiaba Idiomas y Lietraturas extranjeras en la Universidad de Catania y vivía con sus abuelos y sus tíos, mientras los padres residen en Alemania, donde regentan un restaurante. “Era muy bueno en los estudios, sólo le faltaba un examen y se hubiera graduado en noviembre de este año”, afirma al teléfono el alcalde del pueblo, Fabio Pascuale Caetano Di Cara. “Tenemos un programa de intercambio entre Forza D’Agrò y Santiago”, relata el alcalde. “Dentro de este programa, nos fuimos a Santiago del 29 de junio al 6 de julio. Dario se quedó tan entusiasmado por Galicia, que quiso volver para ver a los amigos que se había echado allí”. Cogió el avión, aterrizó en Madrid y luego subió al Alvia para Santiago. El cuerpo de Dario ha llegado en avión este lunes por la tarde, donde le esperaban la familia, los amigos y el alcalde de Forza D’Agrò. Después del velorio en la iglesia del pueblo, Dario será enterrado este martes a las 17.
Jaime era un joven madrileño que cumplía 23 años el próximo mes de diciembre. El pasado miércoles, ante la noticia de su desaparición, sus primas Lucía e Inés hicieron un llamamiento en Twitter para obtener cualquier dato sobre su paradero. Jaime había terminado la carrera de empresariales el pasado mes de junio en la Universidad Pontificia de Comillas.
Nacida en Santander en 1942. Residía en Madrid.El País
Nacida en Madrid en1947, donde residía.El País