EL ACENTO

Este ‘drone’ es un cotilla

Los pequeños aviones no tripulados, que cada familia puede tener en casa, sirven de ayuda pero pueden invadir la privacidad del vecino

MARCOS BALFAGÓN

Un zumbido persistente turbó la apacible tarde en el jardín. Tumbada al sol y en biquini le costó entender que aquello no era un cazabombardero, aunque volara, ni un moscardón, aunque sonara igual. Finalmente, quizás porque había antecedentes, la vecina de Seattle comprendió que ese aparato que sobrevolaba su espacio aéreo portaba una cámara con la que estaba grabando y, probablemente, enviando por Internet sus imágenes retozonas; lo que antes se hacía por un agujerito de la valla para regodeo personal e intransferible.

La llamada a la policía de la ciudad resultó inútil, así como la po...

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Un zumbido persistente turbó la apacible tarde en el jardín. Tumbada al sol y en biquini le costó entender que aquello no era un cazabombardero, aunque volara, ni un moscardón, aunque sonara igual. Finalmente, quizás porque había antecedentes, la vecina de Seattle comprendió que ese aparato que sobrevolaba su espacio aéreo portaba una cámara con la que estaba grabando y, probablemente, enviando por Internet sus imágenes retozonas; lo que antes se hacía por un agujerito de la valla para regodeo personal e intransferible.

La llamada a la policía de la ciudad resultó inútil, así como la posterior denuncia al vecino. Según las leyes de Estados Unidos, el espacio aéreo es público. Como ocurre frecuentemente, la tecnología y la imaginación del pueblo avanza más deprisa que los legisladores, que ahora se ven ante una invasión de drones —aviones no tripulados— que no son solo los grandes aparatos que espían Afganistán o Irak, sino que cada familia puede tener uno en su cocina, pues resultan de lo más prácticos con su mando a distancia.

Modelos de apenas un par de kilos y unos cientos de euros ejercen funciones que antes solo eran posibles con caros medios, como los helicópteros o un ejército de personal. Cientos de organismos ya emplean estos avioncitos en Estados Unidos, y no solo el Ejército o la policía. Bomberos o vigilantes de la playa consiguen rastrear, con mayor eficacia y velocidad de respuesta, grandes espacios; pero también las universidades los empiezan a utilizar para vigilar los campus y grabar con sus cámaras, indiscriminadamente, todo lo que tienen a su alcance.

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La eficacia choca con la privacidad de las personas, la reproducción de las imágenes y con la misma intromisión de ser grabado sin permiso ni conocimiento. Si las gafas Google Glass han levantado polémica por su capacidad para enviar por Internet inmediatamente lo que ve, mayor riesgo al abuso suponen estos avioncitos de mano.

A diferencia del vecino fisgón, los drones tienen la posibilidad de socializar el cotilleo. Mientras llega la ley, que los paparazzi actualicen su equipo de trabajo para este verano.

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