Cartas al director

La nostalgia de una educación de calidad

Yo conocí esa educación en unos establecimientos que se llamaban universidades laborales, una creación del franquismo para los hijos de familias humildes con capacidad intelectual superior a la media.

Dotados de todos los medios (laboratorios, polideportivo y pistas para deportes varios y piscina), proporcionaron durante años la posibilidad de estudiar a personas inteligentes a las que solo se les pedía para conservar la beca tener una media de notable en el expediente. Estoy orgullosa de ello y ya me gustaría a mí que mi hijo tuviera la posibilidad de educarse de este modo.

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Yo conocí esa educación en unos establecimientos que se llamaban universidades laborales, una creación del franquismo para los hijos de familias humildes con capacidad intelectual superior a la media.

Dotados de todos los medios (laboratorios, polideportivo y pistas para deportes varios y piscina), proporcionaron durante años la posibilidad de estudiar a personas inteligentes a las que solo se les pedía para conservar la beca tener una media de notable en el expediente. Estoy orgullosa de ello y ya me gustaría a mí que mi hijo tuviera la posibilidad de educarse de este modo.

Desafortunadamente, hemos caído en el imperio de la mediocridad. Hay quienes piensan que todos somos iguales desde el punto de vista intelectual y que todos podemos aspirar a lo mismo. No hay mentira más discutible que esta, a juzgar por los resultados de un sistema educativo en el que los grandes marginados son sin duda quienes tienen una inteligencia superior a la media. No es preciso decir más. Solo reflexionar. Ahora que ya tenemos una educación democrática que alcanza a todos al menos hasta los 16 años, ¡luchemos por una educación de calidad para nuestros hijos! Es la mejor herencia que podemos dejarles.— Ángeles Ezama Gil.

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