El acento

El colchón del pánico

Dormir sobre los ahorros no es la mejor opción y menos aún llamarle caja de ahorros a la que contiene los billetes

MARCOS BALFAGÓN

El mercado que produce más beneficios es el del miedo. Igual que en Estados Unidos existe un floreciente negocio para los constructores de “habitaciones del pánico” (panic rooms), recintos acorazados dentro de la propia vivienda, con alimentación, electricidad y comunicaciones independientes, el boom empresarial de la primavera puede ser el colchón con caja fuerte incorporada. El emprendedor Francisco Santos, 40 años en Flex (de ahí lo del colchón), juntó ingeniosamente el acervo popular español (guardar los ahorros en el colchón) con el pavor de los ahorradores castigados po...

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El mercado que produce más beneficios es el del miedo. Igual que en Estados Unidos existe un floreciente negocio para los constructores de “habitaciones del pánico” (panic rooms), recintos acorazados dentro de la propia vivienda, con alimentación, electricidad y comunicaciones independientes, el boom empresarial de la primavera puede ser el colchón con caja fuerte incorporada. El emprendedor Francisco Santos, 40 años en Flex (de ahí lo del colchón), juntó ingeniosamente el acervo popular español (guardar los ahorros en el colchón) con el pavor de los ahorradores castigados por las complejidades y perplejidades financieras y decidió crear un novísimo producto empresarial: un colchón que guarda los ahorros. El colchón no retribuye el capital, pero tampoco cobra comisiones, así que vaya lo uno por lo otro. Despedido de Flex —una víctima más de la crisis global—, Santos creó una empresa con 12.000 euros de capital (Descanso Santos Sueños, DSS) para comercializar un megacolchón con una caja fuerte situada allí donde se apoyan los pies. Y, lo que es casi tan importante como la idea del producto, creó una marca: Caja de Ahorros Mi Colchón.

Unas palabras sobre la idea y sobre la marca. Dormir sobre el propio dinero mitiga el miedo apocalíptico al corralito, atizado por los catastrofistas, mucho más activos desde la crisis chipriota, pero es un retroceso pintoresco sobre la idea de seguridad financiera vigente desde el siglo XIV. Precisamente donde menos seguro está el dinero es en el hogar y donde primero buscará el ladrón ahora es en el colchón. Compromete además la seguridad personal. Hay que temer, además, que acostarse sobre billetes despierte la avaricia del durmiente (cosa bien distinta de la codicia, que, como es notorio, permanece en vela desde los albores de la humanidad).

Sellar una empresa de seguridad monetaria, aunque sea de jergones, como Caja de Ahorros Mi Colchón puede interpretarse como una contradicción en los términos. Son las cajas de ahorros las que se han derrumbado estrepitosamente, azotadas por saqueos y quiebras, durante los últimos tres años. Mejor idea parecía, por ejemplo, una leyenda como Mi Colchón Suizo o Durmiendo en el Paraíso. Fiscal, por supuesto.

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