EL ACENTO

Puertas al campo

La detención de 750 personas por insultar o violar la intimidad en Internet demuestra que no existe la impunidad total en la Red

SOLEDAD CALÉS

Si usted pudiera entrar en Facebook, físicamente, es casi seguro que encontraría lugares en los que el suelo está lleno de cáscaras de gambas y de huesos de aceituna. Tenga cuidado, no vaya a resbalar y se dé un buen trastazo. Si Twitter tuviera consistencia real —quién sabe, una inmensa nave donde pudieran interactuar en directo sus millones de usuarios y verse las caras y darse un pellizco como gesto de cariño—, es recomendable que duplique allí la ración de prudencia y que mantenga los ojos bien abiertos: igual si se descuida le golpea en todo el rostro el escupitajo que estaba destinado a ...

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Si usted pudiera entrar en Facebook, físicamente, es casi seguro que encontraría lugares en los que el suelo está lleno de cáscaras de gambas y de huesos de aceituna. Tenga cuidado, no vaya a resbalar y se dé un buen trastazo. Si Twitter tuviera consistencia real —quién sabe, una inmensa nave donde pudieran interactuar en directo sus millones de usuarios y verse las caras y darse un pellizco como gesto de cariño—, es recomendable que duplique allí la ración de prudencia y que mantenga los ojos bien abiertos: igual si se descuida le golpea en todo el rostro el escupitajo que estaba destinado a otro. En las redes sociales lo mismo puede recorrer los salones más sofisticados que topar con ambientes tabernarios donde a la mínima le pegan un navajazo. Como en la vida misma.

Hay, sin embargo, cuestiones que no dejan de resultar chocantes cuando se trata con el ciberespacio y el mundo de Internet. Uno puede lanzar un mensaje tras haber meditado concienzudamente los 140 caracteres, pero también puede soltarlo bajo el calor de la indignación o el entusiasmo más cerril por la causa que sea. El caso es que corre siempre el peligro de que, de pronto y por doquier, le lluevan los zarpazos. Son virtuales, evidentemente, pero terminan por dejarle los riñones como si le hubieran dado una paliza de verdad. Uno lanza un mensaje a las esferas etéreas de la Red y entonces lo machacan tanto que termina por sentir el cuerpo magullado.

El viernes pasado, la diputada socialista Carme Chacón criticó en un tuit que su partido hubiera pactado en Ponferrada con un acosador sexual, y armó un buen revuelo. Días antes, una compañera suya, Elena Valenciano, abandonó su cuenta en Twitter porque a través de esa red social estaban acosando a sus hijos.

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Hay alguna forma de poner puertas al campo, de limitar los disparates y los excesos que se producen en las redes sociales? La Brigada de Investigación Tecnológica de la Policía Nacional ha informado que el año pasado fueron detenidas 750 personas por insultar o violar la intimidad en Internet (el triple que en 2011), un dato para celebrar: no hay impunidad total en la Red, también ahí existen los límites que marca la ley, y cuando se produce un delito, aparece la policía. Como en la vida misma.

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