Lo que piensas cuando pierdes

Es mejor haber perdido. La derrota tiene más glamour. ¿Qué sería de tu reputación de 'outsider' si te premiara la Academia? Tú estás con el pueblo, no con las élites

MATT

Tragedia: el martes sufrí un durísimo revés. Ese día se fallaron los premios nacionales de la Real Academia de Gastronomía, y yo era uno de los tres candidatos en la categoría de mejor labor periodística. No gané. Como los medios siempre ponen la mirada en los vencedores, he decidido contarles lo que se dijo a sí mismo un vencido en la entrega de los galardones.

Fase 1. Disimula la decepción. Esfuérzate por mantener una sonrisa radiante para que nadie note que es...

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Tragedia: el martes sufrí un durísimo revés. Ese día se fallaron los premios nacionales de la Real Academia de Gastronomía, y yo era uno de los tres candidatos en la categoría de mejor labor periodística. No gané. Como los medios siempre ponen la mirada en los vencedores, he decidido contarles lo que se dijo a sí mismo un vencido en la entrega de los galardones.

Fase 1. Disimula la decepción. Esfuérzate por mantener una sonrisa radiante para que nadie note que estás hundido. ¿Cómo han podido hacerte esto a ti? ¿Por qué orificio del cuerpo te metes el discurso que tenías preparado? ¿Cómo sobrevivirás siendo un fracasado?

Fase 2. No te comprenden. Es normal que no te hayan premiado. El Comidista les debe de sonar a bantú a los señores académicos, cuya media de edad se acerca peligrosamente a los 70. Ellos son dinosaurios, y tú estás en otro pedo mucho más moderno y más guay.

Fase 3. Eres una basura. La Academia tiene razón. Lo que hace el ganador en tu categoría, Luis Gutiérrez (Elmundovino), es mil veces mejor que lo tuyo. Tú sólo eres un graciosillo que frivoliza con la comida y no tienes ni idea de gastronomía con mayúsculas. ¿Cómo te van a premiar, gañán?

Fase 4. Distráete con otras cosas. Ves al ministro Soria y confirmas que es el primo de Zumosol de Aznar. Miras al chef Francis Paniego, que ha ganado el Oscar a la mejor película de estos premios –el tuyo era como el de maquillaje–, y te alegras porque te cae bien. También están el marqués de Cubas y el de Griñón, pero maldita sea, no ha venido Tamara.

Fase 5. Resignación nada cristiana. Es mejor haber perdido. La derrota tiene más glamour. ¿Qué sería de tu reputación de outsider si te premiara la Academia? Tú estás con el pueblo, no con las élites.

Fase 6. Sed de venganza. Esto no quedará así. Se van a enterar. Escribirás una columna en la que compararás la atmósfera del evento con La escopeta nacional. Te burlarás de que el único patrocinador fuera Asisa, una aseguradora médica. Y opinarás que la cena fue mediocre, como de una boda con pretensiones. Te llamarán despechado y jamás te volverán a nominar, pero alguien tiene que denunciar ese impresentable carpaccio de ceps.

Fase 7. Nirvana etílico. La cena es una maravilla. Te has bebido un par de cosechas y no sabes si darle un beso en la boca a Rafael Ansón o ponerte a bailar la conga con él. Al final te marchas feliz, cantándote a ti mismo un clásico de tu infancia: ¡no hemos ganao, la bandera de Bilbao! ¡Hemos perdido, nos hemos divertido!

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