El acento

Amistades peligrosas con Irán

Los reguladores estadounidenses imponen una multa al banco británico Standard Chartered

SOLEDAD CALÉS

Con la displicente autoridad de un embajador romano sobre cualquiera de los reinos limítrofes del imperio, el Departamento de Servicios Financieros de Nueva York ha impuesto una multa de 340 millones de dólares al banco británico Standard Chartered. A cambio de la sanción, los reguladores estadounidenses ponen fin a la investigación de unas 60.000 transacciones secretas, efectuadas por el Standard con clientes iraníes, por importe de unos 250.000 millones de dólares, que habrían puesto en peligro el sistema bancario de Estados Unidos. Esa es la opinión del regulador americano, pero es la que c...

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Con la displicente autoridad de un embajador romano sobre cualquiera de los reinos limítrofes del imperio, el Departamento de Servicios Financieros de Nueva York ha impuesto una multa de 340 millones de dólares al banco británico Standard Chartered. A cambio de la sanción, los reguladores estadounidenses ponen fin a la investigación de unas 60.000 transacciones secretas, efectuadas por el Standard con clientes iraníes, por importe de unos 250.000 millones de dólares, que habrían puesto en peligro el sistema bancario de Estados Unidos. Esa es la opinión del regulador americano, pero es la que cuenta. Considera que las operaciones denunciadas dejaron al sistema norteamericano “vulnerable a terroristas, comerciantes de armas, redes de droga y regímenes corruptos”. Standard Chartered se obliga además a instalar un sistema de supervisión para controlar el blanqueo de dinero y a acoger a los supervisores de Nueva York como inspectores de sus actividades en la capital del Hudson.

A esto se llama una demostración de poder. El banco inglés negó rotundamente las acusaciones; incluso ensayó la táctica de desafío despectivo, propio de la exmetrópoli hacia su excolonia. ¿Quiénes son ustedes para decirnos al resto del mundo que no vamos a tratar con iraníes? La fanfarronada fue en vano. Han claudicado ante la evidencia de que es mejor mantener el negocio en marcha que ser expulsados legalmente de Estados Unidos.

Pragmatismo por pragmatismo, el de las autoridades financieras neoyorquinas no ha sido menor. Después de abrumar a los británicos con la culpa de eliminar información sobre los clientes iraníes y dañar el inmaculado sistema bancario de Washington, el superintendente Benjamin Lawsky ha caído en la cuenta de que más vale un acuerdo ventajoso que un encarnizamiento estéril por razones ideológicas.

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Lo hecho, hecho está. ¿Que el Standard obtuvo cientos de millones de dólares en comisiones por operaciones con Teherán? Bueno, pero están arrepentidos y han pagado 340 millones de dólares. Para presumir de ética protestante, los estadounidenses practican mucho la atrición y la penitencia; de los demás y monetaria, por supuesto.

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