Editorial

Tropiezo en el Banco

El nuevo gobernador debe recuperar la confianza de la institución y ordenar la reforma financiera

El Gobierno ha preferido finalmente el perfil de Luis Linde, nuevo gobernador del Banco de España, al de José Manuel González Páramo, exconsejero del Banco Central Europeo (BCE), que sin duda alguna se hubiese erigido en un interlocutor de mayor talla ante las autoridades monetarias europeas y la comunidad financiera internacional en momentos tan delicados para la banca española. La política pequeña y los cálculos mezquinos (el Ejecutivo cuenta con que el retiro de Linde en tres años le permitirá nombrar otro gobernador para seis años más) han malogrado la oportunidad de colocar al frente de u...

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El Gobierno ha preferido finalmente el perfil de Luis Linde, nuevo gobernador del Banco de España, al de José Manuel González Páramo, exconsejero del Banco Central Europeo (BCE), que sin duda alguna se hubiese erigido en un interlocutor de mayor talla ante las autoridades monetarias europeas y la comunidad financiera internacional en momentos tan delicados para la banca española. La política pequeña y los cálculos mezquinos (el Ejecutivo cuenta con que el retiro de Linde en tres años le permitirá nombrar otro gobernador para seis años más) han malogrado la oportunidad de colocar al frente de una institución clave a una persona capaz de devolverle con su solo nombramiento el necesario prestigio, tan venido a menos por los últimos y desgraciados acontecimientos.

Por ello, y por la percepción de que llega al cargo por la cercanía con el ministro de Economía, Linde no lo va a tener fácil. Sin embargo, su personalidad y su buen conocimiento de la maquinaria del Banco pueden servir para que los funcionarios de la institución recuperen el ánimo perdido por la crisis. La probable presencia de Soledad Núñez, ex directora general del Tesoro, como subgobernadora, garantiza por una parte un consenso mínimo con el PSOE y, por otra, un conocimiento fluido de los mercados, esencial para resolver la crisis bancaria.

En este reparto teórico de tareas, con el gobernador intentando recuperar la confianza interna y la subgobernadora actuando en el frente diplomático financiero, el trabajo más duro le toca a Linde. Porque el Gobierno no ha tenido empacho alguno en cargar las culpas de la crisis bancaria al gobernador saliente, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Es evidente que la gestión del Banco de España no ha estado a la altura de las circunstancias durante esta dramática fase de reforma financiera prolongada que culminó en el fracaso de la nacionalización de Bankia. Pero ni siquiera esa circunstancia avala el humillante ataque público a que se ha visto sometido el gobernador tanto desde el Ministerio de Economía como desde las filas más arriscadas del PP. Una prudencia política elemental exige guardar el respeto institucional a organismos decisivos en la estructura de la economía.

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El gobernador tendrá que recuperar las prácticas rigurosas de supervisión y el respeto reverencial de las entidades hacia el regulador. No lo tiene fácil por los acontecimientos que se precipitarán sobre el banco en las próximas semanas: el más importante, la valoración de las necesidades de recapitalización de la banca procedente tanto del Fondo Monetario Internacional (FMI) como de las auditoras privadas Roland Berger y Oliver Wyman. En los últimos días han llovido previsiones de organismos solventes. Parece existir un cierto acuerdo en situar la necesidad de capital exterior en unos 40.000 millones (previsión del FMI), que deberían sumarse a las aportaciones de capital que puedan hacer los propios bancos o el FROB.

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