Arrecifes artificiales para compensar la contaminación
Ocean Ecostructures diseña, instala y monitorea arrecifes marinos artificiales y ayuda a otras compañías a cumplir con los criterios de sostenibilidad
Ocean Ecostructures nació en Barcelona de la mano de tres apasionados del mar. En 2020, Ignasi Ferrer, Ana Lloveras y Mireia de Mas pusieron en común sus conocimientos en bilogía marina con su experiencia en dirección de empresas para fundar una compañía que les permitiese trabajar en un entorno del que se declaran “profundamente enamorados”. “Intuimos una necesidad por parte de las empresas que operan en el medio marino para encontrar soluciones que ayuden ...
Ocean Ecostructures nació en Barcelona de la mano de tres apasionados del mar. En 2020, Ignasi Ferrer, Ana Lloveras y Mireia de Mas pusieron en común sus conocimientos en bilogía marina con su experiencia en dirección de empresas para fundar una compañía que les permitiese trabajar en un entorno del que se declaran “profundamente enamorados”. “Intuimos una necesidad por parte de las empresas que operan en el medio marino para encontrar soluciones que ayuden a compensar su impacto ambiental y a hacer sus actividades más sostenibles”, explica Ferrer.
Así es como surgió la idea de producir arrecifes artificiales en forma de paneles que replican el funcionamiento de los naturales y cuya actividad puede ser monitorizada. Con ello, miden su desarrollo, y proporcionan a las empresas con las que colaboran información cuantificable sobre su efecto en el medio ambiente. “Muestra datos como el CO2 que absorben, la biodiversidad que generan o la calidad del agua a su alrededor […] y todo eso queda recogido en una plataforma digital y en una aplicación móvil que muestra los datos simplificados”, apunta.
Su trabajo facilita a otras empresas cumplir con los marcos normativos y los criterios de sostenibilidad, ayudando a transformar las infraestructuras de cemento y hierro en zonas habitables para la biodiversidad marina. “Es un cambio de paradigma porque hacemos que estas construcciones pasen de ser destructoras del océano a sus grandes aliados”, explica el directivo. La empresa, con 20 empleados, facturó 100.000 euros en 2023 y ha instalado más de 160 estructuras en diferentes puertos españoles.
En 2024 su objetivo es crecer. “Actualmente, ya tenemos acuerdos firmados por valor de más de dos millones de euros”. Ferrer explica que acaban de sellar el mayor contrato hasta la fecha, un acuerdo para revestir con sus módulos la isla energética Princess Elisabeth, situada a 45 kilómetros de la costa de Bélgica, y cuya extensión equivale a 12 campos de fútbol sobre el mar. “Este proyecto nos ha permitido demostrar que tenemos capacidad técnica para adaptar nuestro proyecto a un entorno tan complejo como el mar del Norte y que podemos operar con grandes compañías de infraestructuras”.
Simular el funcionamiento de un arrecife es lo que les ha hecho diferenciarse dentro del mercado. “No replicamos solo la parte estética, porque hay muchos operadores dedicados a eso […] sino que incorporamos sistemas para atraer microfauna, forrando nuestras unidades con carbonato cálcico e implantando un sistema multicapa que ayuda a crear huecos donde los animales se puedan resguardar y crecer”, explica.
La otra pata de su proyecto es la tecnología. “Hemos entrenado y hemos desarrollado una metodología para que todas las unidades que colocamos en el agua puedan monitorizarse de forma periódica”, explica el consejero delegado. Un procedimiento que se lleva a cabo por medio de drones submarinos con los que recogen los datos que luego trasladan a sus clientes. Además, han diseñado una aplicación móvil (Ocean Ecostructures), abierta a cualquier usuario, en la que se puede ver el resultado de sus proyectos: “Es pública, abierta y da transparencia total a los esfuerzos reales que se están haciendo”, concluye.