El despegue de la financiación climática
Uno de los asuntos con avances pendientes es la financiación climática, que se acerca en el bienio 2021-2022 al 1% del PIB global
La cumbre del clima (COP28) finalizó con resultados que no decepcionarán en la medida que se implementen, aunque sigan sin ser decisivos para lograr el objetivo de cero neto de emisiones. Uno de los asuntos con avances pendientes es la financiación climática, que se acerca en el bienio 2021-2022 al 1% del PIB global, una quinta parte de lo que sería necesario en 2030 para que el Acuerdo de Pa...
La cumbre del clima (COP28) finalizó con resultados que no decepcionarán en la medida que se implementen, aunque sigan sin ser decisivos para lograr el objetivo de cero neto de emisiones. Uno de los asuntos con avances pendientes es la financiación climática, que se acerca en el bienio 2021-2022 al 1% del PIB global, una quinta parte de lo que sería necesario en 2030 para que el Acuerdo de París no resulte ya inalcanzable.
La aceleración de la financiación climática, que se ha doblado en dos años según los datos de Climate Policy Initiative, se caracteriza por crecimientos muy desiguales. Hay concentración geográfica en la financiación total (China, Estados Unidos, Europa, Brasil, Japón e India acumulan el 90% del aumento) y en los flujos internacionales: subida del 35% entre 2019 y 2020, pero apoyo casi total en las aportaciones de las economías desarrolladas. Además, es una financiación insuficiente, dejando desatendidos a los países menos desarrollados (menos del 3% de la financiación) y a los vulnerables: los 10 más afectados por el cambio climático reciben menos del 2% del dinero.
¿Cómo aumentar la cantidad y efectividad de la financiación climática? Igual que con la no climática: reduciendo la prima exigida para remunerar el riesgo de no recuperar el capital, que depende, además del proyecto, de la solidez del entramado institucional del mercado en el que se invierte, de la certeza sobre el cumplimiento de los contratos, de la previsibilidad de las políticas económicas y, en este caso, de las climáticas. Establecer objetivos creíbles de transición hacia la descarbonización, buscarlos con instrumentos que alineen decisiones de demanda y oferta encareciendo lo que contamina y abaratando lo que mitiga las emisiones: precio al carbono, eliminación de subvenciones a la energía fósil (y redistribución fiscal hacia los más vulnerables) y fomento de la innovación verde, para que las ideas que se patentan lleguen a ser productos reales. Adicionalmente, con participación de la iniciativa pública para compartir riesgos cuando sea necesario porque el umbral de rentabilidad sigue siendo demasiado elevado, con PERTE de baterías en España o asociaciones de transición energética justa (JETP, por sus siglas en inglés) entre países desarrollados y en desarrollo como Sudáfrica, Indonesia o Vietnam. El peso de unas u otras palancas, que sea más o menos necesaria la financiación externa o que se usen transferencias de capital o préstamos, cambiará según el país del que se trate o del tipo del proyecto, pero lo esencial se mantiene.
De la misma manera que la ley de la gravedad no es la causa última de los accidentes aéreos, la falta de financiación tampoco lo es del retraso en la consecución de los objetivos climáticos, pero desencadenar su disponibilidad es condición necesaria para lograrlos.
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