Arteche: el imperio del amperio

La compañía vasca de equipos eléctricos ronda los 400 millones en ventas impulsada por las inversiones en transición energética

Laboratorio de ultra alta tensión de Arteche en Mungia, Bizkaia, en una imagen cedida por la compañía.

En una vivienda, la intensidad de la corriente eléctrica que pasa por la instalación no suele superar los 50 amperios; una línea de transmisión puede tener 10.000 o 15.000, y en un reactor de fusión nuclear hay millones de amperios dando vueltas. La compañía vizcaína Arteche, fundada hace 77 años, es capaz de medir y gestionar con sus equipos toda esa potencia.

Iberduero, ahora Iberdrola, fue uno de sus primeros clientes y lo sigue siendo hoy, re...

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En una vivienda, la intensidad de la corriente eléctrica que pasa por la instalación no suele superar los 50 amperios; una línea de transmisión puede tener 10.000 o 15.000, y en un reactor de fusión nuclear hay millones de amperios dando vueltas. La compañía vizcaína Arteche, fundada hace 77 años, es capaz de medir y gestionar con sus equipos toda esa potencia.

Iberduero, ahora Iberdrola, fue uno de sus primeros clientes y lo sigue siendo hoy, relata Luis María Pérez, su director general. El 52% del capital está en manos de la tercera generación de la familia (su presidente es Alexander Arteche) cotiza en Bolsa y ha dado paso a inversores individuales, como el empresario cordobés Dámaso Quintana, a family offices, bancos y fondos. De la familia propietaria, solo el presidente y su primo Lander Arteche, secretario del consejo, trabajan en la compañía que este año espera alcanzar unas ventas de más de 400 millones de euros.

La suya es una historia de resistencia y crecimiento discreto que no se ha visto arruinado, como ocurre a menudo en otras empresas familiares, por los herederos del fundador, Aurelio Arteche. En 1946 dio sus primeros pasos en la calle Gordoniz, en Bilbao, donde producía transformadores a medida bajo licencia. Después amplió el negocio en Mungia (Bizkaia), su actual sede, para producir relés. Ahora el grupo tiene 13 fábricas en cuatro continentes, con más de 2.700 empleados, de los que unos 900 son ingenieros. “La familia cuenta con un protocolo muy estricto que intenta profesionalizar la empresa lo máximo posible”, desarrolla su director, que llegó a Arteche en 2017 después de estar un cuarto de siglo en General Electric. Este año su beneficio semestral se ha disparado un 20%, hasta los 8 millones de euros, en parte gracias a compras de otras empresas y en parte por su crecimiento natural. “El mercado está en una situación muy optimista”, señala su máximo ejecutivo.

La empresa se organiza por geografías, y en todas está cumpliendo sus objetivos en este 2023 que ahora termina. “Teníamos un guidance (guía) de ebitda de entre 32,5 y 40,5 millones y vamos a cerrar 2022 en el rango alto, con un margen del 10%”. En consecuencia, la deuda financiera neta, que en 2022 terminó en 49 millones (1,6 veces ebitda) se elevó un 23% hasta los 60 millones en el tercer trimestre (1,76 veces). La subida de tipos de interés, admiten, les ha impactado, aunque tienen instrumentos de cobertura que abarcan un 60% de los créditos. La deuda se concentra en un préstamo sindicado a largo plazo, pagarés del MARF y financiación pública desde organismos como el BEI, el ICO o Cofides. Al Banco Europeo de Inversiones le han pedido 29 millones más para financiar su innovación y renovar un crédito de 27 millones concedido por la entidad anteriormente.

Con un laboratorio de I+D en Madrid donde trabajan unos 200 ingenieros, saben que la investigación en nuevos productos es lo que les da su ventaja competitiva (su primer centro de investigación se fundó en 1968). Arteche se organiza en tres divisiones: la de medida, donde se producen los transformadores, “que son como los ojos y los oídos en el sistema eléctrico”, explica Pérez y que determinan qué nivel de tensión hay en un determinado punto; la automatización, “el cerebro del sistema”, que toma decisiones sobre la información que recibe y la eficiencia de la red, integrada por equipos que funcionan como los músculos del sistema. Son una compañía de nicho: las eléctricas de 175 países compran sus equipos. Su competencia es un reducido grupo de empresas como Siemens, General Electric, Schneider Electric o Hitachi. “Nos gusta mucho decir que estamos en el sector adecuado en el momento correcto, las tendencias macro nos están beneficiando”, creen en Arteche.

La electrificación para reducir emisiones contaminantes está estimulando a gobiernos de todo el mundo para invertir dinero en adaptar sus redes. “Y eso conlleva instalar equipos más sofisticados. Piense que si un país cierra una planta térmica tiene que reemplazarla con algún tipo de generación. Estamos hablando de que una térmica equivale a entre 15 y 20 plantas fotovoltaicas grandes. En cada una de ellas podemos suministrar equipos”.

Estados Unidos es, junto a México, su primer mercado, seguido de España y Brasil. “En España los proyectos grandes de instalaciones fotovoltaicas son muy ambiciosos. Otra área interesante es la interconexión entre países, como la submarina que se está ejecutando entre España y Francia”. Su cartera de obras precontratadas asciende a 218 millones, unos seis meses de trabajo. “En el 21, tras la covid, sufrimos un poco, pero hemos ido recuperándonos y queda trabajo por hacer. Seguimos trabajando en reducción de emisiones, eficiencia, diversificación, tanto geográfica como de productos”, explica Pérez. Y siguen muy de cerca las oportunidades para comprar otras empresas como hicieron en 2022 con Esitas (con plantas en Turquía e Indonesia) y con el grupo australiano Smart Digital Optics (SDO). Quizá pronto sumen algún activo más, aunque por ahora guardan silencio. Solo así podrán cumplir con un crecimiento de dos dígitos en los próximos años.

En Bolsa, sin embargo, no se aprecia este optimismo. Los títulos caen este año un 1,5%. “Soy ingeniero, no tengo ni idea de temas bursátiles”, sonríe el ejecutivo. “Mi objetivo es cumplir los números. A partir de ahí estamos en manos del mercado”. También están en manos de los acontecimientos. Con la guerra de Ucrania su negocio sufrió por los vaivenes en las cadenas de suministro y el encarecimiento del cobre. Con sus plantas de Turquía y Argentina tienen ahora el foco puesto en la hiperinflación. “Más del 80% de lo que fabrica nuestro centro turco se exporta. Al vender en euros o dólares estamos un poco protegidos. La de Argentina es una de nuestras plantas históricas, con gente muy cualificada. Hacemos lo que podemos teniendo en cuenta las condiciones del país, hay una complejidad muy alta a la hora de importar mercancías”. Israel es uno de sus clientes, pero no tiene un peso significativo.

Inteligencia artificial

Por detrás de Arteche está esa larga historia de crecimiento, pero por delante aparecen los retos de la digitalización, la ciberseguridad o la inteligencia artificial. ¿Amenazarán su posición? Luis María Pérez lo ve como una oportunidad. “Acabamos de hacer una reorganización para tener un responsable global de datos. Nuestros equipos están evolucionando continuamente, necesitamos invertir esfuerzos en actualizarnos”.

Ahora que se habla tanto del hidrógeno verde, ellos buscan su espacio en otro desarrollo, la fusión nuclear, que no requiere de materiales radiactivos ni de elementos escasos y que se estudia como una fuente de energía limpia, segura y sostenible. Los transformadores no convencionales de Arteche, basados en tecnología óptica, se utilizan en ensayos en EE UU y Europa.

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