Locura por el oro en Turquía
Los ciudadanos acaparan joyas y monedas de este metal como una forma de cubrirse ante las devaluaciones y la alta inflación que sufre el país
Suele ocurrir que, cuando un extranjero es invitado a un casamiento en Turquía, comienza a preguntarse qué regalar, pues no hay lista de boda que sirva de guía ni número de cuenta en la invitación. Y, cuando conocen la respuesta, suelen sorprenderse aún más: oro. El metal precioso se regala en Turquía en las bodas, en los nacimientos, en las circuncisiones. Dependiendo de la mayor o menor cercanía de los invitados a la celebración, puede regalarse un ceyrek o moneda de cuarto (1,75 gra...
Suele ocurrir que, cuando un extranjero es invitado a un casamiento en Turquía, comienza a preguntarse qué regalar, pues no hay lista de boda que sirva de guía ni número de cuenta en la invitación. Y, cuando conocen la respuesta, suelen sorprenderse aún más: oro. El metal precioso se regala en Turquía en las bodas, en los nacimientos, en las circuncisiones. Dependiendo de la mayor o menor cercanía de los invitados a la celebración, puede regalarse un ceyrek o moneda de cuarto (1,75 gramos de oro de 22 quilates de unos 95 euros), un yarım (del doble de valor), un tam (cuatro veces más) o pulseras, collares y otras piezas de joyería, pero siempre de oro. Así, un nuevo matrimonio puede recibir entre 200 y 500 gramos de oro, con los que afrontar su nueva vida en común.
Es la esposa quien habitualmente se hace cargo del oro. En un país donde la tasa de incorporación de las mujeres al mercado laboral es baja, esta tradición les permite mantener cierta independencia financiera, sobre todo en caso de separación: en un divorcio les pertenecen todas las joyas regaladas durante la boda y la mitad del oro adquirido durante el matrimonio. De hecho, hay otra tradición relacionada con el dorado metal: “Los días del oro”, en los que un grupo de amigas o vecinas se reúne alternativamente en casa de una de ellas, la que invita a comer y, a cambio, recibe de cada una de las invitadas una moneda de oro. Son reuniones que se celebran mensualmente empezando por la casa de aquella que tiene una necesidad más apremiante de dinero, con lo que esta práctica supone una especie de préstamo para afrontar gastos urgentes.
Y es que estas moneditas de oro son fáciles de conseguir: se venden en cualquier joyería o en muchas casas de cambio. Y también se compran. Ahí radica su utilidad: el oro es un método de ahorro para protegerse contra las constantes depreciaciones de la lira turca y un activo fácilmente liquidable. Por eso, en los periodos en que la lira comienza a perder valor y la inflación se desboca, en el Gran Bazar de Estambul se forman grandes colas de turcos dispuestos a blindarse contra la devaluación adquiriendo estas monedas. “Nadie tiene poco oro en casa y, cuando la gente tiene problemas económicos, lo soluciona así, vendiendo las monedas y obteniendo dinero en efectivo”, afirma Adem Kurtulmus, joyero del histórico mercado.
Gran importador
Esta práctica, obviamente, exige de la importación de ingentes cantidades de oro en bruto. El año pasado, Turquía importó 20.000 millones de dólares de este preciado metal. Solo en los siete primeros meses de este año ya ha superado los 19.000 millones, por lo que el Gobierno ha comenzado a imponer cuotas a la importación. Y es que el oro es uno de los principales culpables del perenne déficit comercial de Turquía.
El otro gran problema es que este oro termina en cajas fuertes, cajones o bajo el colchón, fuera de los circuitos financieros e imposible de computar por las estadísticas. Por eso, a instancias del Gobierno, los bancos turcos llevan años promocionando sus propios “días del oro”, en los que, en una determinada sucursal de barrio, reciben joyas y monedas de oro y las computan en una cuenta de la que posteriormente se pueden retirar los ahorros en dinero efectivo o en monedas de oro certificadas por la Casa de la Moneda. Con todo, los expertos calculan que aún no ha aflorado el 90% del oro que poseen las turcas y cuyo valor, según algunas estimaciones, podría superar los 200.000 millones de dólares (casi un cuarto del PIB). Quizás ahí radica una de las explicaciones a cómo la sociedad sobrevive a crisis tan graves: al fondo de todo, hay un pequeño colchón de oro.
Aquí puede consultar las últimas Cartas del corresponsal
Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal