Los desafíos de Alejandra Kindelán en la patronal bancaria
La primera mujer que preside la AEB debe adaptar el sector a las circunstancias cambiantes y defender el rigor y la transparencia
El pasado miércoles José María Roldán Alegre se despedía, con la bonhomía que le caracteriza, de los compañeros en la comisión ejecutiva de la CEOE, de la que ha sido miembro activo los últimos ocho años como presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), que dejará el próximo 5 de abril. Le sirvió para hacer un repaso de la actualidad, desde la salida de la crisis de la pandemia a la entrada en la de Ucrania, y se detuvo en los retos que tiene el sector financiero, los cuales le tocará afrontar a su sustituta, ...
El pasado miércoles José María Roldán Alegre se despedía, con la bonhomía que le caracteriza, de los compañeros en la comisión ejecutiva de la CEOE, de la que ha sido miembro activo los últimos ocho años como presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), que dejará el próximo 5 de abril. Le sirvió para hacer un repaso de la actualidad, desde la salida de la crisis de la pandemia a la entrada en la de Ucrania, y se detuvo en los retos que tiene el sector financiero, los cuales le tocará afrontar a su sustituta, Alejandra Kindelán Oteyza.
Kindelán será la primera mujer al frente de la potente patronal bancaria en sus 45 años de existencia, tras el paso por su presidencia de Rafael Termes Carreró, José Luis Leal Maldonado, Miguel Martín Fernández y el citado Roldán. Con Kindelán, responsable del Servicio de Estudios del Banco Santander, se vuelve al modelo primigenio de nombrar a un directivo de una de las entidades socias, como ocurrió con Termes, que había ocupado altos cargos en el desaparecido Banco Popular. El exministro Leal, aunque había trabajado en el Vizcaya, respondía más a un perfil neutral, como Martín y Roldán, que procedían del Banco de España y añadían la faceta más tecnócrata.
Roldán, que podría haber seguido porque el cargo no tiene límites de mandatos (Termes estuvo 23 años, y Leal, 16), anunció su marcha el pasado año, lo que abrió la espita de las especulaciones. El nombre de Kindelán, de la confianza de su presidenta, Ana Patricia Botín, y con buenas relaciones con el resto de entidades, emergió enseguida a la superficie. Prácticamente, fue el único que se manejó en serio, ya que se cumplía la condición de persona capacitada, con experiencia en el negocio bancario y conocimiento de las reglas económicas y, sobre ello, satisfacía las preferencias de los bancos de elevar al cargo a una mujer. Y, por si fuera poco, viene de la nómina del Santander. Kindelán conoce bien la institución, de la que ha formado parte de comisiones de distinta índole, y su voz ha sido de las más respetadas, comenzando por la del que será su antecesor.
En esas coordenadas se encuentra con muchos deberes hechos, como la recuperación de la rentabilidad y solvencia de antes de la pandemia, que ha marcado los últimos ejercicios de Roldán, que no ha tenido precisamente un camino de rosas en el proceso constante de transformación. El ejecutivo turolense se estrenó con los coletazos de la burbuja hipotecaria, tuvo que convivir con la caída de los valores bancarios en Bolsa; algunos problemas reputacionales de dirigentes bancarios; operaciones de integración y ajustes de sucursales y plantillas; los tipos negativos y la presión sobre los márgenes; el aumento de las comisiones, y ahora se despide en medio de una guerra con efectos inevitables en la economía tras haber afrontado la crisis de la covid. En esta, la banca fue rápida en financiar a las empresas mediante créditos ICO por valor de 100.000 millones de euros. Precisamente, la patronal se ha mostrado contraria a ampliar plazos porque ello crearía morosidad y perjudicaría la concesión de nuevos préstamos. También le tocó predicar la necesaria digitalización y potenciar las prácticas de sostenibilidad y responsabilidad social corporativa.
El rigor, la adaptación a las circunstancias cambiantes, la defensa de la relevancia del sector en una economía moderna y la transparencia constituyen los principios que deja Roldán a Kindelán y que permitirán a esta poner las luces largas para ver de lejos las repercusiones sociales más allá de la cuenta de resultados, que seguramente mejorarán con la previsible subida de tipos. Pero le tocará abrir el foco ante la amenaza del fantasma de la estanflación (inflación con estancamiento) que se acrecienta por la guerra de Ucrania y la crisis energética. Y el revival de los problemas de stocks que fustigó a muchos bancos en los años setenta, aunque ahora son muchos menos, más fuertes y más líquidos. Eso hace difícil que los bancos vuelvan a ser una fuente de fragilidad para la economía.
Una de las primeras acciones, ya iniciada, es la atención a las personas mayores, cuyo movimiento encabezado por Carlos San Juan movilizó a la banca y a la vicepresidenta Nadia Calviño. Kindelán tendrá que lidiar también con otros desafíos, como la participación en los fondos europeos, y enfrentarse a la amenaza de las criptomonedas o la banca en la sombra. Y, como asignatura pendiente, queda la posible fusión con la patronal de las antiguas cajas de ahorros, la CECA.