Túnez, el desplome de un sueño
El presidente Kais Said se debate entre lograr ayuda del FMI a cambio de recortes o contentar al mayor sindicato del país con subidas salariales
Túnez atraviesa su momento más delicado desde el nacimiento de la Primavera Árabe, hace diez años. El país vive un desmoronamiento a cámara lenta donde se acumula un paro crónico del 18%, una economía estancada que solo ha crecido una media del 0,8% anual en esa década, con una deuda exterior récord del 100%. El déficit fiscal, que ya estaba en el 3,86% sobre el PIB antes de la covid, escaló hasta el 9,81% el año pasado. Y ahora ha crecido hasta una cifra récord del 11,4%. A todo es...
Túnez atraviesa su momento más delicado desde el nacimiento de la Primavera Árabe, hace diez años. El país vive un desmoronamiento a cámara lenta donde se acumula un paro crónico del 18%, una economía estancada que solo ha crecido una media del 0,8% anual en esa década, con una deuda exterior récord del 100%. El déficit fiscal, que ya estaba en el 3,86% sobre el PIB antes de la covid, escaló hasta el 9,81% el año pasado. Y ahora ha crecido hasta una cifra récord del 11,4%. A todo eso se sumaron los efectos de la pandemia en un país que depende en buena parte del turismo. La economía se contrajo un 8,8% en 2020 y la inflación se ha elevado en octubre al 6,3%. Con ese panorama, el pasado 25 de julio apareció la figura del salvador, el hombre que se dice dispuesto a acabar con la lacra de la corrupción para crear una verdadera democracia, donde el pueblo sea el verdadero soberano.
Los tunecinos habían visto fracasar a diez Gobiernos en diez años y llegó Kais Said, un profesor de derecho Constitucional, de 63 años, que arrasó en las presidenciales de 2019 con más del 70% de los votos. Y lo hizo sin la ayuda de ningún partido, sin carisma, sin experiencia política previa, ni dinero para sufragar su campaña. Esa era su gran baza, las manos limpias, su tono de hombre indignado ante el deterioro de la revolución.
La politóloga Amy Hawthorne, directora adjunta del centro de análisis Pomed (Proyecto para la Democracia en el Medio Oriente), señala en el sitio digital de Atlantic Council, que Said está combatiendo la corrupción acusando a sus oponentes de corruptos y deteniendo a quienes se oponen a él. “No parece tener un plan económico y sus tendencias autoritarias están haciendo poco para traer la estabilidad necesaria que anima el crecimiento del sector privado”, señala.
Por su parte, Manel Dridi, doctora en economía y consejera en el Ministerio de Empleo, indicó a este diario que el problema económico más grave del país es la corrupción y piensa que el Gobierno ha puesto en marcha “muchos programas para reducir el desempleo y la pobreza”.
Desde la oposición, Saida Unisi, exministra de Empleo con el partido islamita Ennahda, asegura que Said no tiene ningún plan económico, nunca se interesó por la economía y no domina los conceptos básicos. “Cada vez que le hemos oído expresarse sobre la cuestión, el resultado ha sido en el mejor de los casos cómico, en el peor de los casos, indignante”.
El 25 de julio Kais Said cesó al primer ministro, Hichem Mechichi; suspendió durante un mes las actividades del Parlamento, y se arrogó los poderes ejecutivo, legislativo y judicial amparándose en una polémica interpretación de la Constitución. Al cabo de un mes, prolongó indefinidamente sus plenos poderes. En septiembre publicó una ley que le autoriza a gobernar por decreto en una treintena de apartados. Y a pesar de esa deriva autoritaria, el 80% de la población sigue apoyándole, según varios sondeos.
La mayoría de los partidos políticos, con Ennahda a la cabeza, que era mayoritario en el Parlamento disuelto, le acusaron de golpista. La Unión Europea y Estados Unidos expresaron su preocupación por el estado de la democracia en Túnez. Pero Said apeló a la soberanía nacional.
Sin embargo, ahora necesita de forma urgente financiación del exterior. Y Said se encuentra en un atolladero. El presidente quiere atender, por un lado, los reclamos de la Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT), el sindicato más poderoso del mundo árabe, con más de un millón de afiliados en un país de 11,6 millones de habitantes. Y por otro, debe satisfacer las exigencias del Fondo Monetario Internacional. El sindicato, y una buena parte de la población, pide un incremento del salario mínimo y el aumento del salario de 700.000 funcionarios. Y el FMI exige reducción del déficit fiscal con recortes en la masa salarial, las subvenciones y las transferencias a empresas públicas. Túnez consagra el 17% de su PIB en salarios públicos. El sindicato tal vez podría tumbar al presidente si decidiera paralizar al país. Pero el FMI también podría hacerlo, con solo negarse a conceder un préstamo multimillonario, que sería su cuarta ayuda a Túnez en diez años.
De momento, Said ha optado por complacer a la UGTT, que no ha sacado a sus afiliados a la calle ni ha pedido su dimisión. El 15 de noviembre, una semana después de iniciar conversaciones con el FMI para solicitar un crédito de 4.000 millones de dólares antes de fin de año (3.300 millones de euros), el ministro de empleo, Nasredín Nsibi, declaró que su Gobierno se ha comprometido a mejorar cualquier acuerdo que alcance con la UGTT, incluida la subida del salario mínimo. El problema es que Túnez necesita también la ayuda del FMI.
Punto muerto
El politólogo tunecino Yusef Cherif, director de la filial en Túnez del centro de análisis Columbia Global Centers, cree que si el FMI no desbloquea los fondos necesarios, Túnez puede tener dificultades para pagar los salarios del sector público. Cherif añade que Said ha puesto en marcha una obra sin contar con un plan ni una evaluación de impacto. “De ahí viene el punto muerto en el que nos encontramos. Si atiende al FMI, se volverán contra él sus seguidores y la UGTT. Y si satisface los reclamos de la UGTT, entonces otra parte de su electorado irá contra él y no obtendrá los fondos del FMI. Está atrapado. Y tampoco parece inclinado a malvender el país a los países del Golfo”.
Tampoco es seguro, según Cherif, que los países del Golfo quieran venir en ayuda de Túnez. “¿China, quizás?”, se pregunta el politólogo. “De momento, hay pocos indicadores que prueben que Said se está inclinando hacia China”, contesta.
El programa de reformas del Gobierno anterior preveía eliminar todos los subsidios generales para 2024. También contemplaba reducir la masa salarial de los funcionarios, que se encuentra entre las más altas del mundo, hasta el 15% para 2022. Pero el Gobierno anterior pasó a la historia. Y el programa de reformas de Kais Said está por descubrir.
Para los próximos días están convocadas varias movilizaciones. Entre otros, los licenciados en paro que pretenden engrosar las estables y superpobladas plazas de los funcionarios. La exministra de Empleo, Saida Unisi, dice que ya se han visto protestas en distintas ciudades. “La respuesta de Kais Said ha sido siempre policial. Pero ese tipo de reacción en Túnez siempre ha sido premonitoria de más inestabilidad política y económica”.