Se acerca el invierno
Los bajos inventarios energéticos, en un entorno de demanda creciente y de gran dependencia del gas ruso, nos hacen vulnerables. En el medio plazo, la proliferación de las renovables y la autosuficiencia energética, serán como matar al “Rey de la Noche” en Poniente, el país de los Siete Reinos
Desde que el gran Ned Stark, Señor de Invernalia y Guardián del Norte, enunciara estas palabras en el mundo de los Siete Reinos, todos sabemos que el invierno no es simplemente la estación más fría del año; somos conscientes de los horrores que la noche trae consigo desde los territorios hiperbóreos que se extienden más allá del Muro de Poniente.
En Europa, en pleno atasco global de las cadenas de suministro, abordamos el invierno con resignación. ...
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Desde que el gran Ned Stark, Señor de Invernalia y Guardián del Norte, enunciara estas palabras en el mundo de los Siete Reinos, todos sabemos que el invierno no es simplemente la estación más fría del año; somos conscientes de los horrores que la noche trae consigo desde los territorios hiperbóreos que se extienden más allá del Muro de Poniente.
En Europa, en pleno atasco global de las cadenas de suministro, abordamos el invierno con resignación. Nuestra elevada dependencia energética y de gas ruso en particular, que supone un 45% de las importaciones a nuestro continente –incluyendo los gaseoductos que pasan por Ukrania y Bielorusia–, hace que nos invada un temor parecido al que generaban los “caminantes blancos” en los Siete Reinos; ese ejército de muertos vivientes que procede del Norte. Un miedo natural, considerando las presiones rusas para que el regulador alemán apruebe con rapidez la puesta en marcha del nuevo gasoducto de Gazprom: el Nord Stream 2.
Nuestra falta de inventarios de gas –la capacidad actual de almacenaje es del 78% frente al 92% habitual en estas épocas–, junto a la urgencia de China por acaparar suministros, ha disparado los precios del gas europeo un 340% desde comienzos de año y un 82% desde septiembre.
Mientras miramos al cielo, en la casi imposible misión de adivinar la temperatura que vendrá este invierno, la electricidad y el coste de la energía no paran de subir, impulsados por la baja producción eólica –debido a la escasez de viento– y la subida de los precios del CO2, que elevan el coste de los productores más intensivos en emisiones de carbón y sirve de pivote para fijar los precios del mix eléctrico.
La solución a medio plazo pasa por la autosuficiencia energética y el impulso de las renovables, que no son sólo más limpias, sino más baratas: será como terminar matando al “Rey de la Noche” en los Siete Reinos. Pero este irreversible proceso de transformación no será fácil ni rápido: la Agencia Internacional de la Energía estima que la inversión en renovables debería triplicarse y mantenerse a ese nivel, como mínimo, diez años, para cumplir con los objetivos de descarbonización.
En el corto plazo van a entrar en juego dos factores que presionarán los precios del gas a la baja: por un lado el ministro ruso de energía ha anunciado que Gazprom incrementará sus exportaciones cuando termine con el autoabastecimiento de gas a comienzos de noviembre, indicando que, a pesar de estar en máximos de producción, los inventarios rusos no son tan bajos como piensa el mercado. Por otra parte, a estos precios se está destruyendo la demanda en algunas industrias y fundiciones, que comienzan a parar su producción.
Este proceso de transición energética traerá precios más elevados y volátiles en los momentos punta pero no perdamos la cabeza: existe luz más allá del Muro de Poniente y el gas ruso va a frenar pronto su subida.
Joan Bonet Majó es director de estrategia de mercados de Banca March