Thierry Breton: “Europa no puede permitirse depender de otros para obtener materiales y tecnologías esenciales”
El comisario de Mercado Interior cree que la UE debe ser dueña de su destino en plena “guerra tecnológica”
Como un piloto de rallies pendiente de la próxima curva, la humanidad vive rabiosamente concentrada en el presente más inmediato. Los datos de contagiados, muertos y vacunados se consumen casi en tiempo real. Su interminable danza ejerce una atracción similar a la de los bandazos bursátiles para el inversor o las audiencias para el productor televisivo. Pero mientras el mundo avanza a trompicones por las resbaladizas carreteras de la pandemia, el paisaje más allá de la ventanilla está cambiando. Y cuando el motor pare, tal vez el aire huela d...
Como un piloto de rallies pendiente de la próxima curva, la humanidad vive rabiosamente concentrada en el presente más inmediato. Los datos de contagiados, muertos y vacunados se consumen casi en tiempo real. Su interminable danza ejerce una atracción similar a la de los bandazos bursátiles para el inversor o las audiencias para el productor televisivo. Pero mientras el mundo avanza a trompicones por las resbaladizas carreteras de la pandemia, el paisaje más allá de la ventanilla está cambiando. Y cuando el motor pare, tal vez el aire huela diferente ahí fuera.
Thierry Breton, comisario europeo de Mercado Interior, recién nombrado responsable del grupo de trabajo que debe acelerar la producción de vacunas en la UE, acumula más poder que nadie en el equipo de Ursula von der Leyen. Pero junto a la capacidad ejecutiva de lidiar minuto a minuto con las respuestas a la crisis sanitaria, convive en él una pulsión muy francesa hacia la reflexión y la refundación, y su entorno le atribuye un afilado sentido de la anticipación, tal vez acentuado por su pasada faceta de escritor de ciencia ficción.
“Podemos sufrir nuevas pandemias, y tenemos que aprender a vivir con ellas. El mundo de después será diametralmente diferente al de hoy, y lo será de buena gana o por la fuerza. Sucederá con o sin nosotros”, afirma a EL PAÍS. Breton está convencido de que la crisis ha acelerado tendencias que ya existían, y que Europa —como la mayoría— no estaba preparada para la pandemia. “Esta crisis ha sido el detonante de la toma de conciencia sobre la vulnerabilidad de nuestros sistemas económicos. Relanzar una estrategia industrial ambiciosa será crucial para reducir nuestra exposición a estos riesgos, recuperando la soberanía en nuestras actividades estratégicas, pero también descarbonizando la energía e inventando modelos mucho más resistentes”.
El nuevo espíritu con que Europa aborda el libre comercio está lleno de matices. Globalización, sí, pero en la selva no está de más guardarse una bala en la recámara. Los mercados han demostrado no ser lo suficientemente eficientes para proveer soluciones inmediatas. Y Europa no quiere volver a sentarse en la sala de espera de China cuando las sirenas vuelvan a sonar. “Europa ya no puede permitirse depender de otros para obtener materiales y tecnologías esenciales para nuestra industria y nuestros ciudadanos”, afirma Breton.
El comisario, expresidente de France Telecom, cree que la UE deberá acometer nuevas inversiones para no quedarse atrás en la batalla tecnológica. “Durante los próximos 20 o 30 años, los riesgos de exclusión social y el desafío de la dependencia estratégica girará en torno a la conectividad. Una cuarta parte de la población europea no tiene acceso a banda ancha de muy alta velocidad. Esto es inaceptable. Para ofrecer a todos nuestros conciudadanos un acceso a Internet de muy alta velocidad tendremos que posicionarnos en la carrera espacial global y equiparnos con una constelación de satélites en órbita baja, además de redes de fibra y 5G”.
Dicen que los datos son el nuevo petróleo. Y Breton lo comparte. “El mundo venidero, obviamente, girará en torno a los datos y nuestra capacidad para recopilar, gestionar y analizar estos datos en todos los sectores. La guerra de los datos ya ha comenzado. Será importante para nosotros estar a la vanguardia: equiparnos con capacidad de procesamiento, potencia informática autónoma y una nube europea”.
Bruselas lleva meses repitiendo que la reconstrucción tras la pandemia se hará sobre nuevas bases verdes y digitales. Y si se cumplen las expectativas, eso pondrá el mercado laboral patas arriba. “Acabamos de experimentar un cambio sin precedentes hacia el teletrabajo. Nuestra forma de trabajar cambiará radicalmente: llega la decadencia de la oficina física, una nueva relación con el tiempo, con la profesión, nuevas habilidades especializadas. Para 2025, dentro de apenas cinco años, el 50% de todos los empleados necesitarán volver a capacitarse”, augura.
Asumir el papel de oráculo no resulta sencillo cuando se desconoce la fecha de caducidad de la pandemia. Pero a diferencia de las cautelas con que se expresan muchos de sus colegas de pasillo, Breton se mueve con comodidad en el ingrato arte del vaticinio, tantas veces desmontado luego por la realidad. En el caso del turismo, probablemente el sector más golpeado, predice un redescubrimiento de los espacios más cercanos. “Ya lo estamos viendo: el espacio turístico mundial se está reduciendo, las distancias se acortan, la oferta turística local, por su parte, está aumentando”.
Tampoco tiene tapujos en advertir de los peligros de la barra libre a los gigantes tecnológicos. “Los recientes acontecimientos en el Capitolio son un tremendo indicador de la importancia que las redes sociales han asumido en nuestras sociedades. Seamos conscientes: el futuro de nuestro espacio público no se puede dejar en manos de empresas digitales sin control ni legitimidad democrática. Démonos cuenta de que es una cuestión de supervivencia para nuestras democracias en el siglo XXI”.
Sin campeones tecnológicos europeos en liza para competir con los gigantes estadounidenses y chinos, Breton advierte de los riesgos de quedar relegados. “Lo que está en juego no es solo científico o económico, ahora va acompañado de un desafío geopolítico. Ante la guerra tecnológica en gestación y el riesgo latente de dependencia tecnológica, Europa debe seguir siendo dueña de su destino y desarrollar una economía capaz de preservar sus conocimientos y tecnologías”.