La economía china crece un 5% en 2024, el objetivo fijado por Pekín

Las autoridades hablan de un “repunte considerable” en el último trimestre, mientras algunos analistas cuestionan la recuperación a las puertas de la llegada de Trump a la Casa Blanca

Varias personas viajan en una escalera mecánica en el distrito financiero de Lujiazui, en Shanghai, este jueves.ALEX PLAVEVSKI (EFE)

El PIB de la segunda economía del planeta aumentó un 5% interanual en 2024. La cifra, publicada este viernes por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), no se ha desviado ni un milímetro del objetivo que se había fijado el Gobierno chino el pasado mes de marzo, cuando previó un crecimiento de “en torno al 5%” a lo largo del año, y se encuentra ligeramente por encima de algunos pronósticos, como el del Banco Mundial, que esperaba un a...

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El PIB de la segunda economía del planeta aumentó un 5% interanual en 2024. La cifra, publicada este viernes por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), no se ha desviado ni un milímetro del objetivo que se había fijado el Gobierno chino el pasado mes de marzo, cuando previó un crecimiento de “en torno al 5%” a lo largo del año, y se encuentra ligeramente por encima de algunos pronósticos, como el del Banco Mundial, que esperaba un alza del 4,9%.

Para Pekín, el dato ha sido impulsado gracias al “repunte notable” en el cuarto trimestre, con un incremento del 5,4% interanual, el mayor del 2024, que se habría logrado tras la adopción de diferentes medidas de estímulo. Algunos analistas alertan en cualquier caso de problemas persistentes, como el de la baja demanda interna, y auguran turbulencias en cuanto Donald Trump llegue a la Casa Blanca.

Las cifras reflejan, en opinión de Pekín, que la reciente inyección de estímulos estatales comienzan a dar frutos. Acosada por la larga sombra que proyectan los edificios sin terminar de su burbuja inmobiliaria, China ha disparado desde septiembre una batería de estímulos para tratar de reanimar la economía. Las medidas han incluido recortes del tipo de interés de referencia, del tipo hipotecario para viviendas existentes, una bajada del coeficiente de reservas y un paquete especial destinado a animar el mercado bursátil. También ha lanzado un paquete de deuda de 1,3 billones de euros para rescatar a los gobiernos locales.

Las exportaciones baten registros, impulsadas por lo que en la República Popular han bautizado como las “nuevas fuerzas productivas”, con industrias como las del coche eléctrico y las baterías en cabeza. Pero sigue habiendo datos preocupantes, como la atonía de la demanda interna, las presiones deflacionistas y la espiral descendente del sector de la vivienda.

Para las autoridades comunistas, el diagnóstico es el siguiente: A pesar de “las crecientes presiones externas y las dificultades internas”, entre las que se encuentran las tensiones geopolíticas internacionales, la intensificación del proteccionismo comercial y una demanda insuficiente, gracias a las “políticas incrementales” lanzadas por el Gobierno en los últimos meses, “se reforzó eficazmente la confianza” y “la economía se recuperó notablemente”, ha enfatizado Kang Yi, consejero de la ONE, en una comparecencia pública. China, ha añadido, se mantiene como la segunda economía global y el ritmo de incremento del PIB sigue siendo “uno de los mejores de entre las grandes economías”.

Alicia García Herrero, economista jefa para Asia Pacífico de Natixis, un banco de inversión, ha ironizado en redes sociales con el hecho de que el crecimiento haya sido exactamente el previsto: “Qué coincidencia. ¿Quiere esto decir que a la economía china le va tan bien que no hay necesidad de más estímulos?”. En un mensaje enviado a EL PAÍS añade que el impulso del crecimiento podría mantenerse hasta el primer trimestre de 2025. “En particular, la fortaleza de las exportaciones podría durar unos meses, ya que los productores están adelantando sus compras para evitar los riesgos arancelarios que se avecinan”, dice. “Sin embargo, creemos que la presión a la baja sobre el crecimiento chino será más pronunciada a partir del segundo trimestre de 2025. La presión deflacionista frenará el ánimo inversor, sobre todo en ausencia de una política más laxa por parte del Gobierno. También será difícil para China mantener la fortaleza exportadora en un entorno geopolítico incierto”.

Entre numerosos analistas existe el consenso de que las finanzas chinas están atascadas desde la pandemia. Esta semana, Wang Xiangwei, exdirector del diario hongkonés South China Morning Post y un observador respetado sobre China, comentaba en un artículo cómo los banqueros de inversión chinos se ven obligados a a emplear “trucos clandestinos” en sus reuniones de ventas con gestores de fondos extranjeros: primero pintan un panorama halagüeño de las “boyantes actividades económicas de China”, haciéndiose eco de la línea oficial, cuya propaganda lleva meses anunciando que lograría alcanzar el 5%. Luego, con sonrisa irónica, dicen: “Esa es la versión oficial que se supone que debemos contarles. Ahora, esto es lo que realmente pensamos...”. En palabras de Wang: “La propia versión china se enfrenta ahora a un nuevo escrutinio y a un mayor escepticismo pocos días antes de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca”.

Hay datos que reman a favor del optimismo de Pekín, como el crecimiento de las manufacturas de bienes de equipo (un 7,7%) y de los bienes de alta tecnología (un 8,9%). Entre ellos, destacan la producción de vehículos de nueva energía, semiconductores y robots industriales, que aumentaron un 38,7%, 22,2% y 14,2%, respectivamente, muy por encima de otros sectores. Es la gran apuesta de la República Popular para sustituir un modelo de crecimiento que hasta hace poco estaba dopado por una industria inmobiliaria de tamaño gigantesco que llegó a representar cerca de un tercio de la economía.

El ladrillo ha seguido, en cualquier caso, su caída en 2024: las inversiones en nuevos desarrollos han caído un 10,6%, y las ventas de nuevas viviendas han caído un 17,1%, pero las autoridades destacan que el sector ha mostrado signos de haber tocado fondo, incluso de tímida recuperación, con un alza de precios en diciembre por primera vez después de 18 meses de caídas.

Las cifras de exportaciones, ya adelantadas el lunes, han mostrado un superávit comercial gigantesco que rozó el billón de dólares, el mayor registrado por ningún país en la historia. Un dato incontestable que habla de cómo la maquinaria exportadora funcionan a todo gas, convertido en el principal salvavidas económico de la República Popular; pero a la vez, es un arma con doble filo: el aluvión de exportaciones ha generado un movimiento arancelario defensivo en numerosos países, de la Unión Europea a Estados Unidos, donde la próxima investidura de Donald Trump como presidente augura una nueva batalla comercial y nuevos muros a los intercambios.

Un mundo incapaz de absorber la producción china podría acabar saturando a su vez su mercado interno, que tampoco parece ser capaz de consumir tanto como produce. “La prioridad del 20205 es incrementar la demanda interna”, ha dicho Kang en la comparecencia de la ONE. Ese desequilibrio macroeconómico será una fuente de preocupación para los analistas y para las principales capitales del globo en 2025. El optimismo oficial del Gobierno contrasta con la visión más preocupada de algunos economistas, especialmente fuera de China. En la República Popular cuestas más señalar las flaquezas: varios expertos han sido silenciados y censurados en los últimos meses tras haber expresado sus dudas sobre las finanzas del país, el cómputo de los datos, y los planes económicos del Gobierno.

“El crecimiento de las exportaciones fue un raro punto brillante para la economía china en 2024″, comentaban los analistas de Trivium China en un reciente boletín. “Pero con las sanciones que se avecinan tras la toma de posesión de Trump, mantener un crecimiento robusto resultará difícil”. Lo que les llevaba a hacerse las siguientes preguntas: “¿Puede China diversificar sus exportaciones lo suficiente como para compensar los próximos aranceles? Y si no, ¿cuánto apoyo fiscal adicional está dispuesto a inyectar Pekín para sostener la economía en 2025?”.

La cuestión del estímulo fiscal ha planeado sobre la economía china en el último trimestre. Su mercado de valores ha protagonizado un final de 2024 ajetreado, con una subida meteórica primero, seguida de una montaña rusa de compras y ventas que bailaba al ritmo de los anuncios oficiales de estímulo Pekín y los rumores insatisfechos sobre posibles medidas para dinamizar la economía. Diversos analistas sostienen que el Gobierno esconde posibles medidas de calado como un as en la manga, a la espera de que Trump comience a lanzar sus dardos comerciales.

Con el consumo en horas bajas, la sombra de la deflación ha seguido planeado sobre la economía, con los precios creciendo un exiguo 0,2% interanual en 2024, según cifras publicadas la semana pasada, lo que ha obligado al Gobierno a relajar la política monetaria. Pero numerosos economistas defienden que China debe ir más allá y tomar medidas más drásticas.

“Los sectores que están detrás de las ‘nuevas fuerzas productivas’ han experimentado un aumento masivo de la oferta sin la suficiente demanda local, lo que se ha traducido en una creciente dependencia de los mercados de exportación de bienes”, comentaban recientemente en una nota de Natixis la citada Alicia García Herrero y Jianwei Xu. “Dado que los vientos proteccionistas soplan aún con más fuerza en 2025, la presión a la baja sobre los precios del sector de bienes debería persistir”. Y concluían: “Será importante aplicar políticas fiscales y monetarias más expansivas para apoyar la renta de los hogares y el consumo interno”.

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