La paradoja del ahorro en la que está cayendo España: a más pensionistas, menos consumo

El dinero en las huchas alcanza niveles similares a los del final del confinamiento. Los analistas creen que se queda en manos de jubilados y ricos

Una pareja de jubilados disfruta de un día de playa en Castropol (Galicia), el 28 de agosto.Xurxo Lobato (Getty Images)

Si en 2024 se puede estar seguro de algo, es de que los hogares no se quedarán de un día para otro sin ahorros. Entre enero y junio, el nivel de dinero acumulado aumentó hasta rozar el 14% de su renta bruta disponible, según los últimos datos de las Cuentas Trimestrales no Financieras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La tasa, ya corregida de variaciones estacionales y efectos de calendario, es la más alta registrada en la pri...

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Si en 2024 se puede estar seguro de algo, es de que los hogares no se quedarán de un día para otro sin ahorros. Entre enero y junio, el nivel de dinero acumulado aumentó hasta rozar el 14% de su renta bruta disponible, según los últimos datos de las Cuentas Trimestrales no Financieras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La tasa, ya corregida de variaciones estacionales y efectos de calendario, es la más alta registrada en la primera mitad de un año desde 2021, cuando se alcanzaron máximos históricos como consecuencia del frenazo en el consumo que causó el confinamiento por la pandemia. Se suma, además, a un contexto en el que los españoles vienen actuando más de hormiga que de cigarra. A pesar del aparente balance positivo, un elemento preocupante es que el ahorro se sostenga en los pensionistas —presentes y futuros—, en detrimento del gasto. En este período, por ejemplo, el desembolso familiar tendría que haber crecido casi tres puntos más para igualar el crecimiento de los ingresos, recuerda Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas.

En efecto, hasta junio, la renta disponible bruta de los hogares e instituciones sin fines de lucro aumentó casi un 9% interanual hasta los 253.644 millones de euros ―datos ajustados de estacionalidad y calendario―, pero el gasto ha crecido un 6,7%, según el INE. De esta forma, es evidente que la tasa de ahorro ha permanecido por encima que los de consumo, pese a que este ha sido uno de los motores de la economía en el segundo trimestre del año. De hecho, pese a que la población ha engordado en 1,29 millones de personas, el desembolso privado es poco más de un punto superior al de 2019, lo que significa que de manera individual sigue sin recuperarse debido a la prolongada crisis inflacionaria y las subidas de tipos de interés.

Pero hay otras causas que explican este fenómeno. Miguel Cardoso, economista jefe para España en BBVA Research, detalla que, aunque la renta de los asalariados está creciendo, esto se debe más al incremento en el empleo que a un aumento real de los salarios. Para muchas familias donde no ha aumentado el número de personas trabajando, la renta ha crecido por debajo de la inflación, lo que limita su capacidad de consumir más. Así, aunque la economía muestra una mejora en el empleo, el consumo tiene un menor ritmo porque el crecimiento del empleo está beneficiando a colectivos que tienen una menor propensión a gastar, lo que impulsa el ahorro. De acuerdo con el analista, estos grupos poblacionales son las rentas altas, los migrantes, y en particular los jubilados.

El nivel de gasto cambia a lo largo de los años. Históricamente, el mayor incremento de las huchas en España se ha producido en la mediana edad porque es la época en la que se terminan de pagar las deudas contraídas de joven —como puede ser comprar una casa—. En cambio, es típico que la riqueza acumulada se gaste una vez entrada la jubilación. Bajo esa lógica, el envejecimiento de la población implicaría una menor tasa de ahorro a largo plazo y un incremento de la misma durante la transición hacia esa sociedad compuesta principalmente de personas mayores.

Esta máxima económica, sin embargo, estaría cambiando por dos motivos: el aumento de la esperanza de vida y la incertidumbre sobre la sostenibilidad de las pensiones. Según el Banco de España, esto podría condicionar que los pensionistas consuman menos que las generaciones anteriores. La caída de la natalidad también jugaría a favor de esta carta, pues las familias dejan menos herencias y eso podría “aumentar la demanda de instrumentos financieros” que generen “flujos vitalicios de renta durante la jubilación”.

Efectos de un país envejecido

España es el cuarto país europeo con más personas mayores. En la actualidad, el 20% de la ciudadanía tiene más de 65 años y se espera que vaya a más en las próximas décadas, hasta suponer más del 30% de la población en 2050. Su auge implica una mayor carga para el Estado —hay 6,3 millones de pensionistas por jubilación, un millón más que hace 10 años—, y una caída de los ingresos de las cotizaciones sociales que se usan para financiar estas prestaciones sociales contributivas. Las cifras ponen a la economía nacional entre las cuerdas y parece condicionar la cantidad de dinero que las familias acumulan hoy en día.

“Todo indica que buena parte del aumento de la renta disponible está yendo a parar a personas que tienen una propensión marginal de gasto, es decir, que aunque sus ingresos están aumentando, gastan poco”, explica Cardoso. En su opinión, los pensionistas son los que conforman la mayor parte de este grupo y está condicionado a la fuerte revisión al alza que han tenido las jubilaciones. En estos tres años, la prestación se ha revalorizado de acuerdo con el IPC: un 3,8% en 2024, un 8,5% en 2023 y un 2,5% en 2022, lo que les ha permitido salir medianamente indemnes al golpe de la subida de precios.

El propio Banco de España reconoce que tanto la renta disponible como el desembolso de la población española más envejecida depende, casi en su totalidad, de la generosidad de las pensiones públicas. Solo que ese dinero no se estaría gastando, sino quedando en sus bolsillos. “Tienen menores necesidades de consumo en el día a día porque ya no se desplazan a su centro de trabajo y suelen comer en casa. En cambio, piensan más en su salud y si tienen incertidumbre sobre quién les va a ayudar al final de su vida, lo lógico es que ahorren más. Otra parte de ellos está preocupado por sus hijos o nietos y lo que quieren es dejarles todo su dinero, por lo que deciden no consumir nada“, añade Cardoso.

Hay otro actor que explicaría el aumento en el último año y medio de la tasa de ahorro: el repunte de los ingresos entre la clase alta. CaixaBank recordaba en un informe de septiembre que la renta de la propiedad ha aumentado mucho en estos años gracias al pago de dividendos —beneficios de la empresa que se reparten entre los accionistas— y otras inversiones, lo que ha beneficiado potencialmente a las familias con más poder adquisitivo. Estas son, junto a los pensionistas, el colectivo que más ahorra y menos consume.

La evolución de inflación y el tirón del empleo, con la recuperación salarial de la que se han beneficiado los trabajadores, también influyen en este mayor nivel de ahorro. Según los analistas, la moderación de la inflación desde el año pasado ha supuesto una grata sorpresa para las familias, que habían anticipado precios más altos y habían estado ajustando su consumo en función a esas turbulencias.

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