Más bajas que nunca y subiendo: 12 gráficos para entender la explosión de la incapacidad temporal en España
Los expertos señalan cuatro razones principales: el envejecimiento de la población, el atasco de la sanidad pública, la buena marcha del empleo y un cambio en la conceptualización del trabajo
En España cada vez se habla más de bajas laborales. La conversación late tanto porque cada año se baten los récords del anterior, una tendencia que incluso condujo a empresarios y sindicatos a mostrar “preocupación” por el fenómeno en un documento conjunto tan importante como el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva. Los...
En España cada vez se habla más de bajas laborales. La conversación late tanto porque cada año se baten los récords del anterior, una tendencia que incluso condujo a empresarios y sindicatos a mostrar “preocupación” por el fenómeno en un documento conjunto tan importante como el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva. Los agentes sociales discuten con el Gobierno la posibilidad de que las mutuas cobren un mayor protagonismo en las bajas traumatológicas para aliviar este problema, que va mucho más allá: tiene implicaciones para la productividad de las empresas y también para la salud de los trabajadores.
En este contexto conviene observar el fenómeno en su conjunto, diferenciando por tipologías y excavar en las razones que lo originan. Los siguientes gráficos intentan servir de respuesta.
Cada vez más bajas comunes entre asalariados
La incapacidad temporal es el periodo en que un empleado no puede trabajar por un accidente o enfermedad. Y estas fases se dividen en dos tipos: las contingencias profesionales (derivadas del trabajo) y las contingencias comunes (no asociadas a él). Esta es la teoría, porque en realidad hay muchas contingencias comunes que sí están causadas por la actividad laboral pero no se reconoce su origen profesional.
Una vez matizado este extremo, las cifras dibujan una senda creciente preocupante. Los datos de la Seguridad Social a cierre de 2023 indican que las incapacidades temporales por contingencias comunes registraron una prevalencia media de 47,3 por cada 1.000 asalariados. Es el máximo desde que hay cifras consolidadas, una serie que empieza en 2007. Entonces era 32,4, registro que cayó hasta un mínimo de 19,1 en 2012.
No solo asalariados, también autónomos
El crecimiento también se da entre los autónomos, en máximos históricos, personas a las que una baja reduce muchísimo sus ingresos. La prevalencia de la incapacidad temporal por contingencias comunes por cada 1.000 autónomos protegidos ascendió en 2023 a 40,69, muy por encima del 27,73 que esta variable se anotó en 2014. El acelerón es menor al experimentado entre asalariados, pero es igualmente reseñable.
Trabajadores cada vez más viejos
Antes de seguir analizando este incremento en las bajas conviene explicar a qué se debe. Los expertos, tanto los que hablan desde el entorno patronal como los que lo hacen desde el sindical, siempre apuntan varios puntos clave. El primero es que la población trabajadora envejece. Y a más edad, más probable es enfermar. Los pronósticos no son halagüeños: las proyecciones demográficas indican que la fuerza laboral continuará envejeciendo en los próximos años, lo que consecuentemente anticipa un empeoramiento de las bajas laborales. Hoy los trabajadores de 50 años o más son el 35% del total, más que nunca. Hace dos décadas eran el 19,6%.
Más listas de espera
El segundo motivo clave para entender el acelerón en las bajas es el empeoramiento del tiempo de respuesta en la sanidad pública. Las estadísticas oficiales del Ministerio de Sanidad certifican esa degradación: en diciembre de 2023 España registró un récord de 849.535 personas en listas de espera quirúrgicas. Es casi el doble que hace 20 años, cuando había 9,78 personas en esta situación por cada 1.000 habitantes. Hoy son 18,11, también el máximo notificado. Además, es altísima la proporción de aquellos que llevan más de seis meses esperando, un 24%, un dato solo superado por el anómalo 27% de 2020 y que triplica el de principios de siglos (8,%). Completa este grupo de datos negativos la espera media, 128 días en 2023, uno de los peores registros de la serie y también en niveles muy superiores a los de hace 20 años (77) o una década (98).
Los expertos suelen apuntar que además en este aspecto se da una paradoja: las comunidades autónomas son las competentes en sanidad, las responsables de reducir las listas de espera; pero el coste del enquistamiento no repercute en sus cuentas, sino en las de la Seguridad Social, dado que se alargan los pagos en prestaciones. Al final todo sale de la misma hucha, las cuentas públicas, pero es un factor a tener en cuenta.
Mercado laboral fuerte
El tercer elemento fundamental para entender la proyección alcista de las bajas es la fortaleza del mercado laboral. “La evolución cuantitativa de la incapacidad temporal depende directamente de la evolución del empleo. En épocas de crisis, baja; en épocas de bonanza, sube”, explica Maria del Mar Crespí, profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universitat de les Illes Balears y autora de la tesis doctoral Incapacidad temporal y absentismo laboral: prevención, control y retorno al trabajo. Este fenómeno se da porque durante las crisis, cuando se teme perder el empleo, los empleados tienden a coger menos bajas. En muchos casos acuden a trabajar enfermos. Ahora España registra la menor tasa de paro en un primer trimestre en los últimos 16 años.
Cansados del trabajo
José María Peiró, investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), comparte la importancia de los tres factores anteriores, pero aportaba recientemente en conversación con este periódico otro más: “Desde la pospandemia, hay una forma diferente de abordar el trabajo. En Estados Unidos se manifestó en la Gran Dimisión, muchas personas que dejaron su empleo de forma voluntaria. Aquí no, porque la tasa de desempleo es alta, pero el fenómeno es parecido: muchas personas están en crisis respecto al sentido de lo que hacen, es una ausencia silenciosa. Creo que tiene que ver en este fenómeno”.
Cree que esto se da en mayor medida cuanto peor se sienta el trabajador en la empresa. Según una encuesta del instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER, el 52% asocia el trabajo con el sentimiento de agotamiento y el 41% lo relaciona con la ansiedad. Diversos autores vienen hablando del “gran agotamiento”, una sociedad en la que todo el mundo está cansado, quemado, con la sensación de que no le da la vida ante la presión que impone el nuevo ritmo del día a día.
Y sin embargo, las contingencias profesionales llevan otro ritmo
Pese a estos incrementos sostenidos de la incapacidad temporal por contingencias comunes, las profesionales avanzan por un carril distinto. La prevalencia por cada 1.000 trabajadores protegidos (contando asalariados y autónomos) queda en 3,96. Es una cifra alta, pero ni mucho menos un récord de la serie histórica, como pasa con el otro tipo de contingencias.
El secretario confederal de CC OO de Salud Laboral, Mariano Sanz, cree que se está profundizando año a año en el infradeclaración de enfermedades como profesionales: “Quien es el encargado de pagar la prestación no puede ser quien la declare”. Habla de las mutuas, que funcionan con fondos que abonan las empresas y la Seguridad Social. Cumplen una labor de acompañamiento para las bajas laborales por contingencias comunes, pero en las profesionales lideran: asumen el tratamiento y tramitan la prestación. Es decir, estas contingencias les sustraen más recursos, y en las propias mutuas reside la potestad de declarar el origen de una incapacidad como profesional. Las patronal de las mutuas AMAT rechazaba de plano este planteamiento en un reportaje reciente de este periódico: “Las mutuas buscan generar ahorro de los gastos innecesarios, cumpliendo todas las premisas legales, ahorro que siempre termina en el patrimonio de la Seguridad Social”.
El coordinador de la secretaría confederal de Salud Laboral de UGT, José de las Morenas, insiste en que “hay que actualizar el listado de enfermedades profesionales”. Crespí cree que la infradeclaración de enfermedades como profesionales no es la principal causa de la disonancia. Considera que la respuesta está en la variación según haya crisis o bonanza, con un efecto mucho menor en las contingencias profesionales (un entorno más controlado) que en las comunes.
Más horas no trabajadas por incapacidad temporal
Este acelerón de las bajas se concentra en un efecto concreto en el mercado laboral: cada vez se pierden más horas por incapacidad temporal. En el cuatro trimestre de 2023 fueron 7,6 horas al mes, el segundo registro más alto de la serie (empieza en 2008). Esta variable tocó suelo durante lo peor de la Gran Recesión, en 2013 con solo 3,4 horas al mes. Cabe destacar que esta subida se da a la vez que caen las horas efectivas de trabajo: se ha reducido un 7,4% respecto a 2008, mientras las no trabajadas por incapacidad temporal crecen un 38,2% respecto al mismo periodo.
Pocos cambios en la duración de las bajas
Los datos apuntan a que cada vez más personas sufren bajas laborales, pero no que estos periodos se alarguen. Los registros apenas han cambiado en lo que llevamos de siglo, con la excepción de un salto durante la pandemia que ya se ha reconducido. Las bajas más largas por contingencias comunes son las de los autónomos. Son 98 días de media, un registro tan elevado porque, según los expertos, tienden a limitar sus bajas a dolencias graves. Las de los asalariados por este mismo concepto son de 36 días de media.
Diferencias por sectores, provincia y sexo
Los sectores que más horas mensuales pierden por incapacidad temporal son suministro de agua (11,4 horas al mes en promedio), actividades sanitarias y de servicios sociales (10,4), las administrativas (9,7) y la administración pública (9,5). En el otro lado de la balanza están el suministro de energía (4,6), las actividades científicas y técnicas (3,9), la información y comunicaciones (3,8) y las actividades inmobiliarias (3,8). La correspondencia no es perfecta, pero en las actividades con muchas bajas hay mayor proporción de trabajadores mayores de 50 años que en las que no.
Por provincias se observa una concentración de bajas importante en el norte de España, justo la zona más envejecida de España. Pero, sin embargo, la prevalencia más alta de incapacidad temporal por cada 1.000 trabajadores se da en Las Palmas (67,73), justo una provincia que se caracteriza por ser más joven que la media. Las otras dos en las posiciones más altas sí son de edad más avanzada que el promedio: Pontevedra (63,71) y A Coruña (63,69).
Asimismo, las trabajadoras sufren más la incapacidad temporal que los trabajadores. Así se desprende de los datos de la Seguridad Social: la prevalencia por cada 1.000 empleados es de 37,58 entre ellos y 47,16 entre ellas. En ambos casos las bajas duran un promedio de 39 días.
Más que en el resto de Europa
Un informe reciente del Ivie pone en relación el impacto de la incapacidad temporal en España con respecto a sus vecinos europeos, un diagnóstico en el que el país queda mal parado. España es el segundo país con un mayor número de ocupados que se ausentan del trabajo por enfermedad (4,1%, empatados con Portugal y solo por detrás de Francia) y es el cuarto que más proporción de su PIB gasta en prestaciones por incapacidad temporal (un 1,4%, solo por detrás de Países Bajos, Alemania y Suecia).
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