Ruta por España con las víctimas del turismo voraz: “No puedo más”

Vecinos de Cádiz, Palma, San Sebastián o Tenerife explican cómo han empeorado sus vidas por los pisos turísticos, el auge de la hostelería, la suciedad o el colapso de servicios públicos y privados

Pintada contra los turistas en la Plaza Raspall de Barcelona, en una fotografía tomada durante las fiestas de Gràcia.Gianluca Battista

Vivir en el paraíso puede ser un infierno. “Hay demasiadas zonas turísticas en España, lugares maravillosos, en los que la vida del vecino ha ido a peor. No puede alquilar un piso, ni tomarse una cerveza, ni ir al médico, sufre cortes de agua...”, dice Armando Pomar, periodista residente en la capital balear y especialista en turismo, autor de la tesis doctoral Análisis y antecedentes de la turismofobia. El caso de la ciudad de Palma. Esa palabra, turismofobia, es el lugar común que expresa la reacción del residente a...

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Vivir en el paraíso puede ser un infierno. “Hay demasiadas zonas turísticas en España, lugares maravillosos, en los que la vida del vecino ha ido a peor. No puede alquilar un piso, ni tomarse una cerveza, ni ir al médico, sufre cortes de agua...”, dice Armando Pomar, periodista residente en la capital balear y especialista en turismo, autor de la tesis doctoral Análisis y antecedentes de la turismofobia. El caso de la ciudad de Palma. Esa palabra, turismofobia, es el lugar común que expresa la reacción del residente ante el acaparamiento excesivo de espacio del visitante, hasta el punto de degradar su día a día. Pero cada vez más expertos rechazan darle protagonismo, ya que sugiere un rechazo a todo el turismo, cuando lo más común es que se limite al más voraz, “el que agrede la vida de los residentes”, añade Pomar. Por ello, Jorge Dioni (autor de La España de las piscinas y El malestar de las ciudades, donde analiza el modelo urbanístico y productivo español), habla de vecinofobia de las administraciones. “Si tu apuesta no consiste en producir, sino en vender la propia ciudad, acabarás consumiéndola hasta que ya no quede nada. Ese es el efecto a largo plazo de la especulación inmobiliaria y el turismo masivo”, comentaba recientemente a EL PAÍS Semanal.

“La intensificación del turismo tras la crisis de 2008 es innegable”, insiste María Barrero, profesora de la Universidad de Sevilla y coautora de Turismo, desarrollo urbano y crisis en las grandes ciudades andaluzas, “pero ha ido acompañada de una reestructuración de las ciudades. Es un giro neoliberal hacia la hegemonía de la funcionalidad turística-inmobiliaria, lo que implica que las políticas públicas se orienten hacia la atracción de visitantes y al aumento de rentas de este subsector económico: asignación y cambios de usos, producción de atractivos turísticos, ausencia de regulación del sector, abandono de las periferias...”. Cree que el “cacareado” éxito del turismo no se ha traducido en un mayor bienestar social para la mayoría de la población, “tampoco para las personas insertadas laboralmente en el sector; no es casualidad que la gente haya pasado de vivir del turismo a sentir que el turismo vive de ella”.

Marcelo Sánchez-Oro, profesor titular de Sociología de la Universidad de Extremadura y autor de La relación entre anfitriones y turistas: de la colonización a la turismofobia, defiende la importancia de que la relación entre visitantes y residentes se base en el equilibrio, “en el que ambas partes encuentran satisfacción de sus necesidades; cuando esto se rompe llegan los problemas”. Pomar cree que el perjuicio a la vida del vecino se dispara cuando el territorio asume más demanda de la que puede acoger, un fenómeno impulsado por los pisos turísticos: “Aunque se limite la construcción de hoteles, que los residentes puedan alquilar sus viviendas a turistas dispara la capacidad. Y pueden ganar muchísimo dinero”. Sánchez-Oro añade que estas plazas “no están profesionalizadas” y que sus promotores “no entienden el sector, lo que conduce a problemas de contaminación acústica, suciedad, daño al medio ambiente y tantos otros; la realidad es que la planificación turística no existe”.

No todos los territorios presionados por el turismo sufren los mismos problemas, pero el relato de cada uno rima con el de los demás. Estas son las quejas, en ámbitos concretos, de los vecinos de algunas de las zonas más tensionadas de España. Insisten en que no son turismófobos y en que solo piden que esta actividad no empeore sus vidas.

Málaga, acosada por los alquileres turísticos. “Arrancan la puerta del ascensor”

El malagueño Carlos Carrera, presidente de la Asociación de Vecinos Centro Antiguo.garcía-Santos

En el centro de Málaga, donde vive Carlos Carrera, hay más viviendas turísticas que habitantes. “Es un espanto, una película de terror”, lamenta el presidente de la asociación de vecinos Centro Antiguo. “No puede ser aceptable que en un edificio de viviendas sean habituales fiestas a todo volumen, con gente dando gritos por la ventana. Que un vecino salga a pedir ayuda al piso de al lado y no sepa quién vive ahí. Que las calles siempre estén repletas. En el portal de enfrente arrancaron la puerta del ascensor”, lamenta este vecino malagueño. Está acostumbrado a que le digan “ya sabes donde te metías” por vivir en el centro, a lo que suele contestar que “antes no era así”. “Yo soy la cuarta generación de mi familia que vive en el centro. Es una zona con colegios, institutos, centros médicos, pensada para vivir, no para ser un parque temático. Se fomenta con eventos de masas habituales, de manera que vivimos una llegada de turistas por inundación, en vez de por goteo”, lamenta.

Imágenes de turistas en el centro histórico durante la Feria de Málaga.García-Santos

Carrera cree que su vida fue a peor en torno a 2015, “con la expansión de las viviendas turísticas; no entiendo qué necesidad había, si antes de ellas ya éramos una potencia turística”. Considera que estos alojamientos articulan una dinámica “endemoniada”, por la cual el vecino tiene dos opciones: “Se queda aguantando en un barrio inhabitable o se va”. Ante esta segunda opción, explica Carrera, conoce a personas que rechazan el modelo de las viviendas turísticas, pero que han acabado incluyendo las suyas en plataformas como Airbnb ante la dificultad de encontrar inquilinos al uso. “¿Quién va a querer vivir en un edificio que es un hotel encubierto?”. Este vecino malagueño cree que los propietarios se encuentran ante “una trampa; desactivan la queja por los problemas del barrio con la revalorización de los pisos y el beneficio que puedes obtener si das un uso vacacional”. La tendencia alcista de los precios se traslada al resto del municipio: en ninguna otra ciudad de España ha crecido tanto el precio del alquiler en el último año como en Málaga, un 28%. “Nos quieren sustituir por turistas, les sobramos”, finaliza.

Isla de Tenerife, daño al medio ambiente. “No queda nada desconocido para el turista”

La directora general de la Fundación para la Naturaleza y el Medio Ambiente Canarina, Anne Striewe en la Playa de la Arenita, Palm-Mar, Teneriferafa avero

Anne Striewe acudía a menudo al parque Nacional del Teide, “pero ya me olvido de ir porque está absolutamente masificado”. La presión que el turismo excesivo ejerce sobre este y otros espacios naturales de la isla de Tenerife (en torno a la mitad del territorio está protegido) llevaron a la organización ecologista de Striewe, Fundación Canarina, a manifestarse en mayo junto a otros colectivos defensores del medio ambiente. “Canarias ya no es un paraíso. Por un cambio de modelo”, indicaba el eslogan de la marcha. Con ese modelo, Canarias sufre un 15,3% de desempleo (la tercera tasa más alta de España, después de Andalucía y Extremadura) y el salario medio más bajo del país (1.786 euros brutos al mes).

Turistas en la Playa de los Cristianos, al sur de TenerifeRafa Avero

“Los daños del turismo masivo”, continúa Striewe, “son muy diversos. Primero está la urbanización, que llega al extremo de alcanzar el límite de espacios naturales frágiles. Esto conlleva una pérdida de biodiversidad, aparejada a las constantes faltas cometidas sin que apenas haya vigilancia”. Esta tinerfeña también lamenta que el exceso de turistas multiplica el consumo de agua, “en una isla con una superficie limitada, donde a veces sufrimos cortes de suministro”. Recientemente un grupo de ecologistas se manifestó en un campo de golf de la isla por el alto volumen de agua que implica regarlo. “Vivo aquí desde que tenía cinco años y ahora tengo 46. Nunca había visto un cambio tan rápido a peor como el de los últimos años”, añade esta tinerfeña de origen alemán. Lo ve claramente en rincones a los que antes solo acudían locales como ella, como la playa La Arenita, a diez minutos de su casa. “Con las redes sociales ya no queda ni un espacio desconocido para el turista, todo está lleno”, lamenta.

San Sebastián, presión hostelera. “Es espeluznante”

Xabier Arberas, portavoz de la asociación de vecinos de la Parte Vieja.Javier Hernández

Xabier Arberas está acostumbrado a ver colas de turistas en los bares de su barrio, la Parte Vieja de San Sebastián. A veces se forman antes de que abran, todos pendientes de los pintxos más famosos de la capital guipuzcoana. “Es espeluznante, no te puedes ni mover. La gente hace colas para comerse un pintxo en el suelo. Y nosotros vivimos aquí. Se ha desarrollado una industria hostelera que lleva años generando una afección enorme al barrio”, dice el portavoz de la asociación vecinal Parte Zaharrean Bizi. “Al ir a comprar el pan tengo que pensar dos veces por qué calles ir para no cruzarme con grupos de 40 personas unidas por una cuerda invisible, avanzando como mulos. Es una locura”, lamenta. En los últimos años ha cambiado sus hábitos de consumo: “Voy a otros barrios cuando quedo con los amigos, y no soy el único de la zona que lo hace”.

Grupo de turistas en las calles de la parte vieja de San Sebastián.Javier Hernández

Arberas denuncia que su barrio sufre escasez de equipamientos públicos y una privatización “brutal” del espacio público. “Yo como vecino quiero vivir en un barrio con las condiciones mínimas, pero las administraciones se ponen de parte del que genera riqueza. Yo he trabajado en una entidad financiera y además del activo hay que mirar el pasivo. Esto no nos sale gratis. ¿Qué pasa con la subida de los alquileres? ¿Y la gentrificación del barrio?”. “Esta ciudad”, continúa, “es una mina de diamantes. El que tiene dinero lo sabe e invierte en la mina, hasta que se agoten los diamantes. Y luego a otra cosa mariposa. La pregunta del millón es cuánto tiempo se puede aguantar así”. Asegura que se ha planteado abandonar la Parte Vieja, “pero hay una resistencia, como asociación queremos ser una piedra en la sandalia; queremos pensar que si no nos quejásemos estaríamos aún peor”.

Palma, suciedad en las calles. “Se limpia, pero hay tantos turistas que se ensucia enseguida”

Miguel Ángel Pardo Bergas, retratado en Palma de Mallorca. FRANCISCO UBILLA

Los vecinos de Palma son los que más sucia ven su ciudad en España, según una encuesta elaborado por OCU entre 69 grandes municipios. “No es una percepción, es la realidad. La ciudad está sucia”, indica Miguel Ángel Pardo, responsable de CC OO de Hábitat en Baleares, área que aborda la limpieza viaria. Reconoce que hay personal de limpieza y que desarrollan su actividad lo mejor que pueden, “pero es que hay tantos turistas que la ciudad se ensucia enseguida, sobre todo cuando llegan los cruceristas”. “La sede del sindicato está en el centro y lo veo todos los días: se limpia por la mañana, pero por la tarde ya está hecho polvo”, indica.

Basura en las calles del centro de Palma de Mallorca, este jueves.FRANCISCO UBILLA

Cree que la solución pasa por una mayor plantilla de barrenderos. “Sin embargo”, agrega, “es muy difícil conseguirlo porque no hay quien pueda venir a trabajar a la isla. Los alquileres están tan caros que es imposible. O aumentan los salarios o bajan los alquileres, pero así no puede ser”. Pardo denuncia que algunas playas también se ensucian demasiado por la presión turística. “Es normal. Solo hay que ver los atascos que se forman, que no te puedes mover por la isla. Incluso ha habido cierres de vías por la cantidad de turistas”.

Villajoyosa, servicios públicos saturados. “El hospital es muy pequeño para lo que abarcamos”

Carol Vélez, trabajadora sanitaria en el hospital comarcal de la Marina Baixa, en Villajoyosa,, posa a la entrada a urgencias del hospital alicantino.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

Carol Vélez trabaja en el Hospital de Villajoyosa, el que da servicio a municipios tan turísticos como Benidorm (Alicante). “En estos meses todo es peor”, denuncia esta sanitaria, representante sindical de UGT. “Tenemos mucho trabajo todo el año por, entre otros motivos, los viajes del Imserso. Pero el verano es la época de más presión. El hospital es muy pequeño para todo lo que abarcamos”, indica. Asegura que van cortos de camas y que las urgencias siempre están “a tope”, a pesar de que los pacientes locales acuden con menos frecuencia en julio y agosto al hospital “porque saben cómo estamos”. Ante estas condiciones, son pocos los profesionales que eligen trabajar en el hospital: “Hay mucha rotación, con muchos cambios de personal por la carga de trabajo. Muchos que vienen no repiten. Y la gente nueva que llega suele tener poca experiencia, ya que (ante la falta de personal) de aquí llaman antes que de otros hospitales”.

Sala de espera de urgencias en el hospital comarcal de la Marina Baixa, en Villajoyosa, este viernes..Joaquín de haro

Chipiona, trabajadores agobiados. “No puedo más”

“Nos vemos en septiembre”. Este comentario lo repiten varios clientes del supermercado de Roberto (nombre ficticio) en torno a junio. “No es porque se vayan de vacaciones, lo dicen porque dejan de venir a este supermercado por lo muchísimo que se llena”, explica este empleado en un establecimiento situado casi en primera línea de playa. Está en Costa Ballena, en el término municipal de Chipiona, una de las zonas de mayor afluencia de la costa de Cádiz. Es tal el volumen de turistas que la media hora que suele tardar en llegar a su puesto de trabajo se transforma en una hora u hora y media, “dependiendo de cuánto tarde en aparcar, que se pone imposible”. “Además”, lamenta, “no nos dejan aparcar en el supermercado, aunque hay plazas”.

Críticas como esta son las que le mueven a pedir que no revelemos su nombre. Denuncia que el turista es mucho peor cliente que el local: “Son muy egoístas. Van con mucha prisa y nos contestan de muy mala manera. Vamos con la lengua fuera, reponiendo sin parar. Intentamos dar lo mejor de nosotros, pero recibimos muy poca empatía”. “La verdad”, finaliza, “es que este ritmo es muy cansado, no puedo más. Los compañeros nos pasamos el día discrepando por el estrés que sufrimos, y con el mismo sueldo. Cuando eso te lleva a una lesión se te mira con lupa”.

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